Las Dos Caras de la Moneda
Por: Roque Vaquero M., octubre 29, 2019
Estamos ya habituados a escuchar que, en toda discusión, análisis u opinión relacionada con temas políticos, se manifieste una esquematizada, ahora considero que aberrante, interpretación que se relaciona con el calificar las posiciones hacia la derecha o hacia la izquierda y algunas veces las acomodan al centro con el calificativo centro-izquierda o centro-derecha. Todos estos términos ya se han vuelto obsoletos y sin ningún sentido a la luz de los acontecimientos actuales en la mayoría de nuestros países y en este caso me refiero a la región que más conocemos, nuestra América Latina.
Tradicionalmente, y por lo que se colige de las discusiones que se llevan a cabo en la actualidad, en la “izquierda” se han identificado a aquellas personas con ideas que definen propósitos sociales a favor de corregir la desigualdad imperante entre los que tienen mucho y los que no tienen nada o tienen muy poco y, además de ello, permitir que todas las personas tengan participación en las decisiones que involucran el destino y el gobierno, de la empresa o de la sociedad entera del país o de la región; por el contrario, las personas calificadas a la “derecha” se identifican con una posición que, sin importar hacia dónde va, se está de acuerdo en que sea el que gobierna quien tome todas la decisiones fundamentales del curso que se sigue, sin derecho a protestar ni a manifestar ningún tipo de oposición y, cuando se trata de un país, a que dicho gobierno apoye fielmente a la iniciativa privada, dando poca importancia al cómo se ejecutan sus actividades (de forma decente y legal o de forma indecente e ilegal) ni cuáles consecuencias haya que enfrentar en los ámbitos sociales, económicos y políticos del país, a partir de los resultados producto de las acciones tomadas por dichas iniciativas.
Ahora bien, si ponemos la debida atención y nos liberamos de los prejuicios pigmentados con los colores que identifican a los partidos políticos e ignoramos esas tendencias ideológicas direccionales que han quedado sólo para los análisis académicos históricos y poco prácticos, en todo lo que se ve, se escucha y se lee a diario, en esta era tecnológica caracterizada por la rápida difusión de las noticias, nos damos cuenta sin temor a equivocarnos que en verdad, aunque nos resistamos a reconocerlo, en estos tiempos y, si lo vemos bien, en toda la historia de la humanidad solo existen y han existido dos posiciones: la honestidad y la deshonestidad. Y se percibe que simplemente esto es así, sin importar hacia qué lado de las tradicionales y obsoletas tendencias quiera la gente calificar el compromiso o las acciones de las personas, las empresas, los gobiernos y hasta los organismos internacionales, puesto que la honestidad o la deshonestidad son producto de las ideas, de la formación, de las ambiciones y de las acciones concretas ejecutadas por las personas que dirigen y por las personas que son dirigidas en cualquier organismo o institución y con cualquier propósito.
Las personas deshonestas contratan y trabajan con seguidores y empleados deshonestos (porque si son honestos y se percatan de dónde están, simplemente no participan); los primeros ordenan mientras los otros ejecutan y ambos permiten la corrupción, la ilegalidad, la fraudulencia, la malversación, el latrocinio, el hurto directo o disfrazado y todas las acciones perversas con intereses individualistas que salen de la mente y de las aspiraciones de personas deshonestas y cuyo impacto final afecta a muchísimas personas y se manifiesta en el incremento de la desigualdad, en la inequidad y en la incapacidad de la organización que dirigen e instrumentalizan, para sacar adelante a un gremio, a una comunidad, a un país o a una región, puesto que únicamente habrá servido a los intereses de los individuos deshonestos que dirigieron y manipularon toda la situación mientras estuvo bajo su control y buscaron resultados para su propio beneficio. Esto es mucho de lo que se ve, se oye y se lee casi a diario que ocurre en la sociedad de la mayoría de los países de nuestra región.
Las personas honestas contratan y trabajan con seguidores y empleados honestos (porque si son deshonestos de inmediato los descartan) y bajo esta condición no se permite las irregularidades, las ilegalidades o la corrupción, lo cuál es el “pan de cada día” cuando se trata de la otra cara de la moneda. Si un director de empresa, institución, gobierno u organismo internacional es honesto, con seguridad los recursos serán bien manejados y sin duda resultarán suficientes para cubrir las necesidades de los que le han asignado tal responsabilidad o le apoyan en su gestión; por ello se presume que no será necesario recurrir a las acostumbradas artimañas para esconder o para obligar a la sociedad, sin importar los medios, a creer como “no cierta” su falta de honestidad, como ocurre al otro lado de la barda. Los recursos bien manejados son suficiente para convertirse en la fuente de la bienaventuranza de la sociedad de los pueblos de América Latina.
Como lo podemos resumir, el comportamiento del ser humano es análogo a una moneda que tiene únicamente dos caras, la honestidad y la deshonestidad. Sin lugar a duda y como ya todos ustedes lo perciben, la pregunta obligada y que surge en este momento es: ¿con cuál cara de la moneda se identifica usted?
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Unidad de Ingeniería Agrícola en Universidad EARTH
5 añosExcelente Roque.
International Business Developer | Expert in Circular Economy & Sustainable Innovation | Disruptive Leadership & Creative Problem Solver
5 añosLa innovación se ha limitado en aspectos tecnologicos y para nada en lo politico. Es ahi donde tenemos que hacer algo pronto. La democracia es un constructo social no material. Por tanto podemos decir que no existe y nunca va a existir. La manipulación hace que pierda sentido. Los votos se compran con dadivas. La gente vota extorsionadamente por el menos peor. Los conteos de votos dejan mucho que desear. El atolladero democratico siempre se reduce a trafico de influencias y dinero. Plomo o plata. El futuro es oscuro y sin innovacion en lo político no habra luz.