Las ocupaciones no tienen género.
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Las ocupaciones no tienen género.

Barcelona Activa, 30 mayo 2018. Olivia Blanchard

La sala está casi llena y la anticipación se palpa en el aire. Rosaura Alastruey, una máquina del networking y una formadora veterana en Barcelona Activa, comienza la mesa redonda “Las ocupaciones no tienen género” con toda la energía que le caracteriza. Invita al público a decir en alto trabajos que suelen ser percibidos como de “hombres” o de “mujeres”, mientras ella va anotándolos en el ordenador. La lista que poco a poco se va construyendo es larga y hay poca discordancia: Ingeniero, grita alguien. ¿Hombre o mujer?, pregunta Rosaura. ¡Hombre! Responden varios. Limpiadora, dice otra persona. ¿Hombre o mujer? Mujer, se escucha. ¿Cirujano?... Hombre. ¿Asistente del hogar?... Mujer. ¿Enfermera?... Mujer. ¿Piloto?... Hombre. Y así sucesivamente.

La tarde de hoy es para romper estereotipos: tener la oportunidad de conocer a seis mujeres y dos hombres que ejercen una profesión que tradicionalmente ha “pertenecido” al otro sexo. Las ponentes vienen de sectores muy diferentes: trabajo social, enfermería, aviación, construcción, transporte urbano, cirugía, ingeniería… Van compartiendo su experiencia y Rosaura les pregunta cómo llegaron a ejercer su trabajo, anécdotas en ese camino y si tienen algún consejo.

Los caminos son variados. En algunos casos, como el de Isabel, actuó la casualidad. Isabel conoció el mundo de los aviones cuando se le averió el coche, y empezó a tomar el tren para ir a la universidad. Cada día pasaba por delante del aeropuerto, hasta que un día se bajó del tren y entró a pedir información… Al poco tiempo se formó, y ya no paró de volar. Actualmente es pilota de Vueling, donde hay 1100 hombres y solo 100 mujeres.

Para otros, un sentimiento de vocación marcó la dirección desde una temprana edad. Este es el caso de David, trabajador social. A los 15 años vio el sufrimiento de la gente que vivía en chabolas a orillas del río Ripoll, en Sabadell, y en ese momento decidió “trabajar para que la gente esté mejor”. Para otras personas como Gemma, ahora conductora de tranvía en Barcelona, su profesión actual la encontró pasados los cuarenta años.  

Todas tienen anécdotas que contar acerca de su experiencia y los desafíos a los que se han enfrentado trabajando en una profesión masculinizada o feminizada. Isabel por ejemplo recuerda cuando una pareja mayor se subió al avión y se bajó de inmediato tras escuchar que la pilota era una mujer.

A Georgina, arquitecta técnica, le han confundido más de una vez con la administrativa cuando va a visitar obras, o le han cuestionado su autoridad solo por ser mujer.

Mientras que Jordi, enfermero, recuerda una vez cuando acompañó a una médica muy reconocida en su hospital a dar una mala noticia a un paciente y, después de estar un buen rato hablando con el paciente, éste se giró y mirando a Jordi, preguntó: “bueno y el médico, ¿qué opina?”.

María Eugenia Marín, Responsable de Igualdad en Barcelona Activa interviene con algunas cifras respecto al estado actual del mercado laboral donde se ve claramente la segregación horizontal (las mujeres se concentran en determinados sectores) y la segregación vertical (dentro de un mismo sector, las mujeres se concentran en puestos más bajos que los hombres).

La masculinización y feminización de las profesiones también se refleja en las carreras universitarias. Por ejemplo, María Eugenia recalcó que en Cataluña, en el 2016, un 32% de hombres frente a un 9% de mujeres obtuvieron títulos universitarios en ingeniería y arquitectura (que incluye estudios en tecnologías de la información y la comunicación, TIC). Este dato es de relevancia en un contexto como el de Barcelona, donde unos de los sectores dominantes es precisamente el de las TIC.

Las causas de dicha segregación son múltiples y en esta sesión se mencionan algunas, como la historia patriarcal, los roles de género reproducidos a diario en los anuncios televisivos, los juguetes que se ofrecen a niños y niñas según el sexo, y la ausencia de mujeres en libros y manuales educativos.

Las intervenciones son seguidas por un intenso debate acerca de las diferencias entre sexo y género y el por qué todavía algunos trabajos son vistos como de hombres o de mujeres.

Podría haber sido fácil que este evento adquiriera un tono deprimente, y si bien es verdad que las cifras y las anécdotas reflejan el largo camino que todavía nos queda por recorrer para conseguir una igualdad real, este encuentro resultó ser muy inspirador. Se palpaba la emoción con la que cada una de las ponentes hablaba de su profesión. Y todas coinciden en algo: persigue tus sueños, dicen. Y es que en sus relatos transmiten una pasión admirable. Casi que viven su trabajo como si no fuera un trabajo. Como decía Marta: “Si esto no fuera mi profesión, sería mi hobby. Si no me pagasen, seguiría haciéndolo. Algunas cirugías pagaría por hacerlas”. Y añade “su profesión es muy dura, muy sacrificada. No te da igual las horas y las noches largas, pero si haces algo con pasión te recompensa”.

Son personas que, cada una desde su lugar, han afrontado la masculinización o feminización de sus trabajos y al hacerlo, contribuyen cada día a romper estereotipos. Como dice Georgina, “cuando haces una cosa con ganas, no hay fronteras”.




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