Lecciones de la historia: No, la Inteligencia Artificial no nos va a dejar sin trabajo (desgraciadamente).
De manera casi continua aparecen en los medios de comunicación artículos sobre cómo la Inteligencia Artificial es capaz de realizar cada vez más tareas complejas mejor que los humanos por lo que inexorablemente pronto nos sustituirá en la mayoría de puestos de trabajo.
Aunque es un pensamiento no carente de lógica si analizamos episodios similares de la historia veremos que (desgraciadamente) los avances tecnológicos no van a desterrar el trabajo de nuestras vidas, sino todo lo contrario.
Remontémonos al año 1855, fecha en la que se produjo la primera de las 17 huelgas generales que ha habido en España, durante el llamado “bienio progresista”, una etapa particularmente convulsa dentro del de por sí convulso siglo XIX en España. Aunque su germen estuvo en Cataluña (el único centro industrial textil en España en aquella época) los trágicos sucesos que la acompañaron hizo que tuviera repercusión en todo el país.
A dicha huelga se la conoció como “huelga de las “selfactinas”, castellanización del término inglés “selft-acting”, maquinas importadas de Gran Bretaña que permitían hilar simultáneamente diversos hilos con la intervención de una sola persona, y que venían a sustituir a las “berguedanas” que se utilizaban hasta entonces y que necesitaban una mayor intervención humana. La introducción de las “selfactinas” produjo una alarma generalizada que llevó a los trabajadores (organizados en asociaciones obreras tras la revolución de 1854) a paralizar la producción textil en Cataluña. La huelga fue violentamente reprimida por el Capitán General de Cataluña, el General Zapatero (apodado “General cuatro tiros”).
José Barceló , jefe de la Asociación de Hiladores de Barcelona. Escribió una carta abierta en el Diario de Barcelona llena de coherencia explicando los motivos de la huelga, en respuesta a otra publicada por el abogado y economista Laureano Figuerola (y futuro ministro de Hacienda. De hecho fue durante su mandato cuando se implantó la peseta) criticando la misma:
"Muy sensible nos es a nosotros, trabajadores, tener que tomar la pluma para contestar a hombres que ganan dinero sentados en un bufete... y que no temen se invente una máquina para hacer escritos que es el trabajo de los señores abogados...
Pero como usted, señor Figuerola, abogado, no teme que llegue el genio del hombre a inventar una máquina que no le dejaría a usted hacer su oficio, por eso ataca a los pobres trabajadores porque piden la prohibición de infernales máquinas selfactinas que ya les han dejado sin oficio y sin medios para poder ganar honradamente su subsistencia y la de su familia...
Si el gobierno tuviese las ideas de usted, pondría los cañones por las calles, ametrallándonos para acabar con los trabajadores, porque sobrarían ya en la sociedad; porque los fabricantes con niños, podrían hacer funcionar las selfactinas, y cuando fuesen hombres sufrir la suerte desgraciada de sus padres. Lo que usted quiere y desea es la destrucción de la industria, como buen librecambista, y nosotros la defenderemos en contra de todos los que tienen las ideas de usted...
Concluyamos diciendo a usted, señor Figuerola, que nosotros trabajamos doce horas y media al día, y que de las máquinas no salen letras, sino hilo; que nuestros padres a los seis años nos metieron al trabajo, y por consecuencia no tenemos instrucción, que usted tiene tiempo y ha podido instruirse, porque sus padres le han dado la carrera de abogado..."
Los argumentos de José Barceló (que por cierto fue ejecutado meses después por ser el presunto instigador de un crimen tras un juicio lleno de irregularidades) son muy similares a los que hoy seguimos viendo: si hay máquinas que hacen mi trabajo mejor y más rápido, pronto me quedaré “en la calle”.
Este argumento de hecho ha sido compartido por algunas de las mentes más brillantes de su tiempo. John Maynard Keynes, en su ensayo “Economic Possibilities for Our Grandchildren" (1930)” preveía que sus “nietos” (es decir, nosotros), debido a los avances tecnológicos, no tendríamos que trabajar más de “quince horas a la semana” y nuestro gran reto será qué hacer con tanto tiempo libre.
Bertrand Russell En su ensayo "In Praise of Idleness" (1932) decía “ Si la jornada laboral fuese de 4 horas al día, habría suficiente trabajo para todos y no tendríamos desempleo”
¿Cuál es la realidad?. Pues como bien vivimos en nuestras propias carnes, ninguna de estas predicciones se han cumplido. El trabajo, pese a todos los avances tecnológicos que ha habido desde entonces, sigue siendo un elemento fundamental en nuestras vidas.
Afortunadamente contamos con leyes que limitan la jornada laboral por debajo de las 40 horas semanales pero los datos indican que no hay una “escasez de trabajo” sino un exceso del mismo, incapaz de afrontar con la mano de obra actual. (ver artículo) que están llevando entre otras medidas a retrasar la edad de jubilación.
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En Cataluña, pese a los miedos de José Barceló, a día de hoy (julio 2024) la tasa de paro es inferior al 10% . En Japón del 2,5% , en China del 5,2% y en EEUU del 4,3%.
Parece evidente que “las máquinas” pese a su enorme capacidad productiva no nos han liberado de la carga del “trabajo” en la medida en que lo auguraban los hilanderos catalanes o algunos ilustres economistas. ¿A qué puede deberse esta paradoja?.
De las múltiples explicaciones al respecto me resulta particularmente estimulante la que planteaba el antropólogo estadounidense David Graeber en su obra “Bullshit Jobs” (un artículo de tanto éxito que luego se convirtió en libro), que intentaré resumir de esta manera:
Para Graeber:
-No hay una razón económica en que sigamos trabajando a este ritmo, sino política. La clase dirigente (o “las élites” como se dice ahora) cree que una población feliz y con tiempo libre sería un “peligro mortal” para ellos.
-El concepto de que el “trabajo duro” es un precepto moral y quien no lo asuma no merece nada, es lo que mantiene a esta clase dirigente en el poder.
De esta manera, con el objetivo de mantener a la población siempre trabajando se han creado algo que él denomina “bullshit jobs”: trabajos que parecen no tener una función esencial o útil en la sociedad, pero que (paradójicamente) suelen estar mejor remunerados que los trabajos “reales”.
Dentro de esta categoría de “bullshit jobs” Graeber incluye por supuesto a los consultores y a una serie de industrias como” los servicios financieros, el telemarketing, o el crecimiento desmedido de la administración, el derecho corporativo, las escuelas de negocio , los recursos humanos, la publicidad o las relaciones públicas”. Trabajos que no tienen un impacto directo ni real en las vidas de las personas pero que sirven para mantener al grueso de la población “atado” a un trabajo en vez de disfrutar de sus vidas.
Aunque es una visión muy radical que personalmente no comparto, si recordamos la época de la pandemia y del confinamiento, hubo trabajos que desde el minuto uno nos dimos cuenta que eran imprescindibles para nuestra sociedad y que no podían ser interrumpidos: transportes, alimentación, limpieza, seguridad, personal sanitario, comercios, servicios bancarios, ocio… La mayor parte de estos trabajadores esenciales estaban lejos de encontrarse entre los mejor pagados.. Sin embargo otros (y volvemos al campo de los “consultores”, “asesores”, etc) podían interrumpir su actividad durante meses sin que la sociedad sufriera lo más mínimo por ello (y en muchos casos hasta lo contrario) pese a que su sueldo fuera elevadísimo.
Esa es la diferencia entre un “bullshit job” y un trabajo real. En los trabajos “reales” tienes un impacto tangible en la sociedad y tu sueldo estará cercano al salario mínimo.
En definitiva, y si algo nos ha demostrado la historia, es que las innovaciones tecnológicas no han venido para librarnos del castigo bíblico del trabajo que Yahvé nos impuso por desobedecer sus órdenes.
Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”
Y como colofón una frase (discutible pero brillante) de David Graeber:
“El infierno es un conjunto de individuos que pasan la mayor parte de su tiempo trabajando en una tarea que no les gusta y en la que no son especialmente buenos.”
Cofounder & VP Sales at Stackscale
3 mesesY la robótica no podría hacerlo ?? (con ayuda de la inteligencia artificial) ;-)
Consultor estratégico IT en Proportione y profesor
3 mesesMuy de acuerdo con lo que comentas en tu artículo, especialmente con la idea de que la historia nos muestra que los avances tecnológicos no eliminan el trabajo, sino que lo transforman. En un post reciente en nuestro blog, mencioné cómo la demanda de programadores ha explotado precisamente porque las nuevas tecnologías requieren habilidades que antes ni existían. No es que la tecnología nos quite el trabajo, sino que cambia el tipo de trabajo que necesitamos hacer. Así que, como bien dices, la IA no nos va a dejar sin trabajo, pero sí va a seguir transformándolo, como ha sucedido siempre. La clave está en adaptarnos y desarrollar las habilidades que estos nuevos tiempos demandan.
BBVA
3 mesesJose Antonio Gallego me ha encantado el artículo, gracias por compartir una visión del binomio tecnología y trabajo mucho más abierta!!!
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3 meses¡Muy interesante Jose Antonio el artículo! la verdad es que tras leerlo, veo la innvación en el trabajo de otra manera. ¡Gracias!
De TradeFi a DeFi 💖
3 meses¡Qué interesante, Jose! 👏🏻