Legisladores: Un caro museo del Retroceso
La civilización, se dice, comenzó cuando un ser humano con un fémur roto y sanado fue encontrado, señal de que alguien lo cuidó en su vulnerabilidad. Si eso marca el inicio de la civilización, el Congreso argentino podría ser visto como la antítesis de este concepto, donde la noción de cuidar al otro parece haberse perdido en un limbo de apatía y autoindulgencia.
Se ha convertido en una grotesca parodia de sí mismo, una suerte de museo de horrores donde el tiempo avanza, pero las ideas retroceden. Los legisladores, en su magnificente arrogancia, parecen haber descubierto una máquina del tiempo que solo los lleva hacia el pasado, donde discuten con fervor sobre problemas que cualquier sociedad moderna ya habría superado. Es como si se deleitaran en evitar cualquier rastro de modernidad, manteniéndose aferrados a prácticas del siglo pasado, ajenos a las demandas de un mundo que evoluciona a su alrededor.
Pero no es solo la inercia lo que define a estos legisladores. No, han perfeccionado el arte de la omisión, convirtiéndose en maestros de la desconexión. Los problemas más urgentes del país no se discuten; en lugar de eso, se entretienen en un teatro del absurdo, donde hablar durante horas sin mencionar los verdaderos desafíos del pueblo es la estrella del espectáculo. Es como si estuvieran representando una obra, cuidadosamente ensayada, donde el silencio sobre los problemas reales es el acto principal, y la audiencia, compuesta por millones de ciudadanos, está atrapada en una función interminable de decepción.
La ironía es que en una democracia, un sistema que debería ser el motor del progreso, estos legisladores se empeñan en marchar hacia atrás, bloqueando cualquier atisbo de cambio que podría beneficiar al país. Como si el progreso fuera su enemigo natural, se dedican a perpetuar los mismos problemas de siempre, cuando no están ocupados creando nuevos obstáculos. Lo que debería ser un semillero de soluciones se ha convertido en un museo de ideas fallidas, un lugar donde el status quo es reverenciado como si fuera el pináculo del logro democrático.
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Y lo más exasperante es su creencia de que su trabajo es de una complejidad tan extraordinaria que justifica los salarios astronómicos que reciben. Se comportan como si redactar leyes fuera un arte esotérico, reservado solo para unos pocos iluminados, cuando en realidad, cualquier ciudadano que se preocupe mínimamente por su país podría hacerlo con la mitad de su sueldo y el doble de eficacia. Es una burla pensar que ellos podrían desempeñar nuestro trabajo, porque ni con un manual y meses de entrenamiento lo lograrían. En mi caso, por ejemplo, creo que podría hacer el de ellos sin asesores, con solo un cuaderno y un lapiz ¡y aún me sobraría tiempo para mejorar la productividad del congreso.
Así es como la involución legislativa se convierte en el verdadero legado de estos representantes. Una legión de políticos que, en lugar de fortalecer la democracia, se dedica a vaciarla de contenido, transformando lo que debería ser un foro de progreso en un monumento a la mediocridad.
Creo que lo que ha sucedido en las ultimas horas, es un punto de inflexion que no de resolverse adecuadamente, dicha asimetría será tan irritante que el gobierno de Javier Milei iniciará su franca caída a algun lugar, con certeza un poco peor.
Buen Provecho!
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4 mesesuna tipica representacion burlesque de cuantos años han estudiado la ciencia politica, y como no ser aplicada en la practica, saludos vecino pensante....ojala ocupases un cargo entre ellos.... cuanta diferencia harias!