Liam Echavarría Molloy
LA RAMA DORADA BONAERENSE. TESTIMONIAL.
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jueves, 16 de julio de 2009 a las 10:54 | Editar nota | Eliminar
Si miro hacia mi pasado todavía puedo reconocerme en muchos actos como así también en la monotonía de lo intranscendente. El domingo estando con Adriana Valamyor compartiendo un almuerzo, por algún motivo - tal vez quise impresionar su inteligencia más allá de lo recomendable- recordé un acontecimiento que todavía no puedo explicar.
Hace muchos años, el rígido calendario dice que fue en el otro milenio, tenía una novia en el lejano sur del cono urbano bonaerense. Las malas lenguas creen descubrir en esa larga distancia una suerte de fobia, pero no es verdad. Eran las circunstancias y había que aceptarlas. La madre era una bella y culta mujer y compartíamos el amor por la hija y la música clásica. La vida tenía otros planes que no eran aclimatarse a la felicidad y alguno de sus logros. La madre enfermó malamente. Las navidades hubo que adelantarlas al 18 de diciembre y dos días después falleció. Había dejado en su testamento, que su cuerpo fuera cremado y ser depositado en el cementerio de los disidentes. Encontré consuelo y coraje en hacerme cargo de la triste ceremonia de la cremación, cuando en ese entonces se reclamaba un testigo. Creo que era el cementerio y crematorio de Ezpeleta. Todo era horrible, la llovizna, la columna de humo negro, las partículas volando y pegándose en mi impermeable y la rutina del personal del cementerio y la larga fila de féretros. Estaba atormentado y me movía como un león enjaulado, dura penitencia, dura impotencia, duras lágrimas. Me preguntaron si ese era mi deudo, asentí con la cabeza porque creo que había perdido la capacidad de hablar. Sacaron los tornillos y ya no quise seguir mirando. Vi un eucaliptus a unos treinta metros del lugar donde estaba parado. Caminé hacia allí, corté una rama y volví hacia el cajón, corrí la tapa y sobre la mortaja a la altura de la mano, dejé la rama y acomodé la tapa. Todavía hoy lloro y tiemblo. Sentí un alivio absoluto, una descarga absoluta y me atrevo a recordar, que ya no era exclusivamente tristeza y orfandad. Había algo más para lo cual no encuentro ni el adjetivo ni el sustantivo adecuado. Todo pasó lo que incluye el fin de ese romance.
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Algunos años más adelante comienzo a leer por mis estudios, ese gran libro que se llama La Rama Dorada de Sir James George Frazer. El título del libro hace referencia a la Enéada de Virgilio. En uno de sus pasajes, Eneas tiene que descender a los infiernos para encontrarse con padre muerto, Anquises. Eneas arranca una rama dorada de un árbol sagrado, dicha rama se constituye en el pasaporte para poder entrar al Hades. No pude comprender por el sordo estupor que se apoderó de mi y volví una y otra vez a leer el pasaje. Siglos después en la campiña bonaerense yo había sido el instrumento de otra rama menos vistosa y virtuosa, pero el ritual se había cumplido de la misma manera aunque desprovisto de elementos más ricos y fantásticos que los previstos por Virgilio en su gran poema.
Mi despojada inteligencia concibe dos hipótesis sobre estos asuntos.
Si escuchara a Carl Jung me diría: hizo lo correcto y lo hizo porque se lo dictó su inconsciente y proviene del inconsciente colectivo del cual participa usted. En resumen, yo lo sabía y por eso lo hice, no hay ninguna probabilidad que haya sido un acto de azar.
Borrando también la posibilidad de azar, alguien freudiano podría decir que esa historia yo la escuché alguna vez, el espanto de mi padre muerto al que debería visitar para honrar me llevó a reprimir esa fantasía y el tiempo y las circunstancias encontraron el camino para entregar el pasaporte que lleva al difunto al Hades. No haré un juramento por la veracidad de los datos, he sido educado para decir la verdad y los sucesos que acabo de contar se parecen bastante a lo que fue aquel lejano día para el que no encuentro una explicación al día de hoy que una rama puede ser el pasaporte a otra forma de vida que no podemos explicar sino con los labios apretados.
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2 añosGuillermo, este post me parece genial, pero aun más tu sonrisa! Gracias por compartir!
Ex secretario de Facultad de la UBA,,Retirado. Adjunto de Antropología e Historia Social de Ciencias Económicas.
2 añosMarlelene