Llorar es bien

En la esquina de Viriato con General Álvarez de Castro, dónde está la oficina de mi productora, CPWorks, hay una guardería que ha estado cerrada los últimos meses, y hoy ha vuelto a la actividad. Se sabe, principalmente, por los llantos inconsolables que, quieras, o no, escuchas al pasar por delante.

Este primer día suele ser trágico para muchas de estas adorables criaturas. Más aun, después de 6 meses en casa. Y lo manifiestan, claro.

En condiciones normales, al escuchar ese intenso coro, me suele aparecer en el rostro, inconscientemente, un gesto de pena, mezclado con solidaridad con los allí encerrados: Ayayay pobrecitos, pienso. Cómo sufren. Qué necesidad. Y esas cosas que se le pasan a uno por la cabeza.

Pero hoy debo confesar que no ha sido así. Que no me ha dado penita. Al contrario, me ha dado un subidón. Me explico: No quiero que sufran. Para nada. Pero he sentido que la vida vuelve. Brotes verdes en forma de llanto. Paradójico, pero cierto.

Llamadme naif, pero soy un firme convencido del poder de la actitud positiva para cambiar y mejorar en todos los ámbitos de la vida. También debo decir que estoy un pelín harto de los cenizos.

Que tenemos un lió de narices encima, cierto. Que es normal que nos quedemos paralizados leyendo o viendo noticias. Pues también. Pero no quita para que tengamos derecho a ver vasos medio llenos. Yo, los veo. De hecho, estamos produciendo y nos llegan bastantes presupuestos y consultas. Que no pare.

Dejadme que disfrute, al menos hoy, escuchando esos hermosos y sonoros llantos.

NOTA: Sí: el que llora en la foto soy yo. Mi querida madre me presentaba a otro ser, y parece que tenía celos, hambre, o simplemente, ganas de llorar.