Lo bueno no es tan bueno (y lo malo no es tan malo)
Hace un tiempo recibí una noticia poco positiva de un cliente: había tomado la decisión de dejar de solicitar unir de los servicio que le prestaba a su empresa.
Al escucharlo, pasaron muchas cosas por mi cabeza:
¿Me habré equivocado en algo?
¿Será que no le aporto tanto valor?
¿Podré sustituir ese ingreso fácilmente?
Después de unos segundos, sentía como si las paredes se cerraban sobre mí: mi estado de ánimo (que había sido extraordinario ese día) se cayó de inmediato.
Me sentía ansioso, angustiado e intranquilo.
Inmediatamente, mi nivel de atención hacia mi esposa y mis hijos comenzó a dispersarse, comencé a mirar mi celular cada 30 segundos para intentar resolver un problema (que no era para nada urgente) y mi trato hacia ellos dejó de ser cariñoso y atento.
La inesperada noticia estaba acabando con mi bienestar, con mis hábitos y con mi autoconfianza. Todo en cuestión de sólo algunos minutos.
¿Alguna vez te ha pasado algo similar?
Recibes una noticia que no esperabas y tu mente comienza a traicionarte:
Cuando me di cuenta de lo que me estaba pasando decidí respirar hondo (contra la voluntad de mi cuerpo) y tratar de ver la situación desde una perspectiva más amplia.
Me comencé a hacer preguntas como:
¿Y si no prestara este servicio cómo podría contrarrestar su impacto?
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¿Verdaderamente es algo tan grave como me lo acabo de imaginar?
¿Cuál es mi propósito en mi trabajo?
Poco a poco comencé a tranquilizarme, a dejar de tratar de resolver problemas minúsculos como si fueran una gran tormenta y a recordar que:
Obviamente, no estaba contento por lo que ocurrió, pero ahora sabía que no tenía que menospreciarme, ni castigarme por lo ocurrido (que los resultados no son una métrica de mi valor como persona) y que cualquiera que fuera la situación, por medio del servicio a los demás podría contrarrestarla.
Al final de este día reconocí que:
Lo bueno que deseamos que nos ocurra no es tan bueno como nuestras expectativas nos dicen que serán y lo malo que tememos no es tan malo como nuestro ego quiere que creamos.
En resumen, concluyo que las personas sobreestimamos el impacto (tanto positivo, como negativo) de los sucesos (que han ocurrido, que tememos que pasen o que deseamos vivir).
Las fantasías en nuestra mente nos hacen dimensionar la realidad a niveles totalmente exagerados y eso nos genera ansiedad, miedo y decepciones.
Mi conclusión de esta experiencia es que claro que hay que vivir con pasión, con entrega por lo que hacemos y con un compromiso total por crecer y servir a otros de la mejor manera, pero también hay que aprender a confiar en el proceso y a dejar de idealizar nuestras expectativas y de satanizar a nuestros miedos.
Espero que este relato y esta reflexión te lleven a hacerte mucho menos vulnerable a las circunstancias de tu vida y te ayuden a vivir feliz, agradecido y presente, independientemente de todo lo que te ocurra o te deje de ocurrir.
¿Te identificaste en algo? Cuéntame, como lo manejas tú.
Con cariño,
Carlos
PD. Recuerda, servir es el camino…