LOS CUENTOS Y SU UTILIDAD
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LOS CUENTOS Y SU UTILIDAD

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Los cuentos han sido utilizados desde tiempos inmemorables y al principio transmitiéndose de forma oral para educar a pequeños y grandes. A través de los cuentos se transmiten conocimientos, costumbres, la cultura pero sobre todo se divulgan los valores tan importantes en los tiempos que nos ocupan.

Los cuentos son un recurso excelente para la educación. Educar con cuentos es una opción más que recomendable porque la educación no sólo se realiza en el aula. Hay muchas formas de educar y todas se complementan para el mismo fin que es el de que cada vez haya menos brecha en el conocimiento y el ser humano sea feliz.

Porque a diferencia de lo que Pio Baroja y Nessi expresaba en su libro de “El árbol de la ciencia”, publicado en 1911 y a lo que la crítica alemana llama Bildungsroman (formación de un personaje), yo creo que el conocimiento si lleva a la felicidad.

En ‘El árbol de la ciencia’ a su protagonista los estudios no le colman su ansia de conocimiento y se convierte en seguidor inconsciente de Arthur Schopenhauer, el padre del pesimismo metafísico y abanderado del desengaño por el ser humano. Este filósofo alemán afirmó que la existencia es sufrimiento, y que la contemplación estética de las cosas y los hechos del mundo nos proporciona un estado de beatitud que aleja los males inherentes al tremendo hecho de vivir. Pero también decía que el arte es liberador, gracias a la paz que nos proporciona la belleza artística olvidamos los pesares; o los transforma de tal manera que nos recompensa con placer y deseos de acciones buenas y sensatas.

Para Schopenhauer, la «voluntad» humana —desear, anhelar, etc. — es la raíz del sufrimiento. Una forma temporal de escapar de este dolor es a través de la contemplación estética. Aquí uno pasa del conocimiento ordinario de las cosas individuales al conocimiento de las ideas eternas platónicas o en otras palabras, el conocimiento que está libre del servicio de la voluntad es la semilla de la felicidad.

En la contemplación estética, ya no se percibe un objeto de percepción como algo de lo que se está separado; más bien ‘es como si solo existiera el objeto sin nadie que lo percibiera y no se puede ya separar al que intuye de la intuición sino que ambos se han hecho una misma cosa, ya que toda la conciencia está totalmente llena y ocupada por una sola imagen intuitiva’. Sujeto y objeto ya no se pueden distinguir y la idea pasa a primer plano.

A partir de esta inmersión estética uno ya no es un individuo que sufre como resultado de la servidumbre a la propia voluntad individual sino, más bien, se convierte en un "puro, involuntario, exento de dolor e intemporal sujeto de conocimiento". Igualmente, la belleza humana es según el filósofo: "una expresión objetiva que designa la más perfecta objetivación de la voluntad en el más alto grado de su cognoscibilidad, la idea del hombre en general, expresada por entero en la forma intuida." Schopenhauer dice citando al romántico Johan Wolfgang von Goethe  que: ‘Al que ve la belleza humana no le puede dañar ningún mal: se siente en consonancia consigo mismo y con el mundo’. El sujeto de la cognición puro y sin voluntad sólo conoce las ideas, no las cosas individuales: se trata de una clase de cognición que no se preocupa por las relaciones entre objetos de acuerdo con el principio de razón suficiente (tiempo, espacio, causa y efecto) y, en cambio, implica la absorción completa en el objeto.

El protagonista de ‘El árbol de la ciencia” de Pio Baroja siguiendo la idea pesimista del mundo de Schopenhauer llega a la terrible idea que ser inteligente constituye una desgracia en este mundo y que la felicidad sólo puede venir de la inconsciencia y que el conocimiento trae siempre dolor consigo y por ello se decidirá por la trágica ataraxia o abtención y contemplación indiferente de todo.

No estoy de acuerdo con esa visión del mundo. Creo que el conocimiento crea hombres felices a la larga porque ayuda a conocerse a sí mismos (autoconocimiento) y ese es el principio para entender el mundo que nos rodea. Y ello es lo que anhela el ser humano desde que nace: ‘entender el mundo que le rodea’. Y ese deseo de conocer y entender es una acción que de forma ‘sencilla’ pero decisiva y exacta acerca a la felicidad a través de las historias y de los cuentos.

Y aún envuelto en un halo de pesimismo y decepción Schopenhauer acaba proclamando en su obra que la mayor riqueza del hombre y su genialidad radican en su propio interior; este goce —escribió el pesimista filósofo— se asemeja “al cálido refugio invernal en medio de la gélida noche del mundo”. Y añadía que, a tenor de “la necedad que reina por doquier en la sociedad, desde siempre las personas excelsas, toda vez que sus necesidades básicas estén cubiertas, se consagraron a ocupaciones sin utilidad aparente, pero que impulsan el saber y el avance de las ciencias y las artes; pues el trabajo intelectual es el cénit de la vida feliz”.

Personalmente para mí una herramienta fundamental para conseguir un mundo feliz es algo tan sencillo como los cuentos. Pero los cuentos no sirven sólo por ejemplo para conseguir que los pequeños duerman más felices. Según la escritora y terapeuta española Begoña Ibarrola, los cuentos constituyen una herramienta educativa «muy potente» para educar las emociones, y deberían convertirse en un instrumento para el trabajo diario de los docentes. Según esta psicóloga, que lleva toda su vida impartiendo cursos de formación al profesorado y a las familias, y que ha escrito más de 120 cuentos que en un principio utilizaba para sus pacientes y que con ellos también pretende apoyar en su labor a los docentes, los cuentos tienen distintas funciones que son:

1.    Función lúdica porque con las historias el juego está asegurado

2.    Función de estímulo de la fantasía o imaginación

3.    Función ética de transmisión de valores

4.    Función terapéutica ya que muchos cuentos ayudan a que las personas entiendan sus propios procesos psicológicos y les ayude en sus propios procesos psicológicos y ansiedades y miedos. Como señala la Dra. Mercedes Bermejo Boixareu , Psicóloga sanitaria y experta en Infancia y Adolescencia un cuento apropiadamente elegido puede ayudar en la terapia de un paciente de forma no invasiva y es una herramienta imprescindible con los niños

5.    Función educativa ya que ¿quien no ha aprendido algo con los cuentos que le explicaron siendo niños?

 

Y el uso de cuentos en la enseñanza o en la sanidad no significa que los maestros y educadores, doctores, psicólogos, etc. deban contar bien un cuento, ni de que cuenten los cuentos idóneos a la hora de formar a sus alumnos y pacientes consiguiendo trabajar las temáticas necesarias (que ya lo hacen) sino en concienciar al mundo que los cuentos son historias de vida que pueden llevar a crear una mejor sociedad empezando de forma individual y sin invadir la personalidad de cada uno ya que el cuento se ‘razona’ y aprovecha de forma individual por cada persona y en la medida que su persona lo requiera de forma casi inconsciente. Y cada uno sabe de cada historia lo que le sirve o le servirá en un futuro a través del recuerdo de dicho cuento.

Y a todo esto cabe preguntarnos, ¿que son los cuentos? según el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua son ‘narraciones breves de ficción’ además de un género literario. Según Luisa Valenzuela escritora y periodista argentina y primera mujer en obtener el Premino Carlos Fuentes en 2019 el cuento ‘es el rey de los géneros en prosa, ya que una novela admite y hasta alienta que nos vayamos por las ramas, un ensayo permite todo tipo de reflexiones e indagaciones. El cuento en cambio exige precisión. Es un mecanismo de relojería, casi’

Por su parte para Marcelo Lujan, natural del Barrio de Mataderos en Buenos Aires y ahora residente en España, el cuento ‘es el género más complejo de la narrativa desde el punto de vista de ejecución como escritor. En la novela los baches son recuperables y en el cuento no. Un cuento que cae en un bache y se destensa, es un cuento perdido’.

Para Lujan el cuento es muy potente ya que permite en poco tiempo de espacio narrativo generar historias potentes e inolvidables. Según este autor apasionado por abordar la literatura en la distancia corta de los cuentos. Considera que se su pasión se la debe a su tradición literaria latinoamericana y rioplatense.

Y es que los cuentos tienen el potencial de ser increíblemente poderosos. Pueden cambiar la forma en la que nos relacionamos y combatimos los prejuicios y creencias. Y tienen un gran poder de persuasión según palabras de la psicóloga Zoe Walkington del Open University de Reino Unido. Que cita como ejemplo una investigación que se baso en dos de las sagas literarias más populares de los últimos años: ‘Harry Potter’ y ‘Crepúsculo’. Con el estudio se demostró que las personas que leyeron algunos capítulos de esas historias provocaron que se consideraran con más habilidades para poder mover objetos con su menteque los que no leyeron ‘Harry Potter’; o los que leyeron la segunda saga estaban convencidos de que sus dientes eran un poco más largos que de los del resto de la población.

Con la educación emocional disminuye el bullying, desaparecen los conflictos, mejora el rendimiento, la conducta. Actualmente los centros educativos forman a sus profesores en educación emocional, pero aún queda mucho por hacer, y el cuento es precisamente una de esas herramientas para educar las emociones.

Para Begoña Ibarrola, terapeuta infantil española, escritora y neuroeducadora en inteligencias múltiples y musicoterapia, el cuento ayuda enormemente a desarrollar determinadas habilidades, y lo hace además de una forma “muy sencilla y asequible para el profesorado”. Además, no distingue entre los cuentos clásicos y los contemporáneos. “Hay que combinar, porque no olvidemos que los tradicionales hacen referencia a personajes que son arquetípicos, símbolos, que alimentan el imaginario infantil. El niño no está tan pendiente de si es el príncipe el que besa a la princesa, o la princesa la que besa al príncipe, sino que va descubriendo las enseñanzas que el cuento le va transmitiendo”, sostiene la escritora. “No se queda tanto en las formas; somos más los adultos los que nos fijamos en los comportamientos sexistas. El cuento tiene un potencial tremendo a nivel simbólico, porque habla a la mente de una manera especial: la metáfora le transmite contenidos muy profundos de una manera muy sencilla”.

Begoña Ibarrola afirma, asimismo, que “los cuentos son para niños y para adultos, porque tienen diferentes lecturas y formas de comprender el mensaje”. Hoy en día, de hecho, hay muchos cuentos también para el público adulto de autores como Edgar Allan Poe; Gabriel García Márquez; Charles Bukowski; Jorge Luis Borges; Julio Cortázar; Emilia Pardo Bazán; Antón Chéjov; Juan José Arreola; Juan Rulfo; Ernest Hemingway; Franz Kafka; Ana María Matute; Oscar Wilde; Paulo Coelho, etc. Y es que los cuentos no tienen edad. Un ejemplo de cuento sin edad es 'El principito' de Antoine de Saint-Exupéry donde cada grupo de edad va a ver el cuento con matices y profundidad diferentes.

Desde que el hombre es hombre (y la mujer también) y al principio en las reuniones frente a una hoguera y en épocas ancestrales, los cuentos han sido un vehículo de transmisión de conocimientos empleados por todas las culturas. El cuento es una historia corta que acumula mucho mensaje en poco ‘espacio’ que sirve para transmitir valores y educar las emociones entre muchas cosas.

El cuento es una herramienta educativa poderosa de gran valor para el desarrollo de grandes y pequeños y que sirve para explicar cuestiones difíciles. El cuento no es ‘invasivo’ y sirve para no violentar cualquier explicación sobre cualquier tema. Personalmente me gustan los cuentos que tratan de los valores de y de las emociones… y que ayuden a crear un mundo mejor.

El cuento utiliza un lenguaje sencillo y llano que ayuda al entendimiento del mundo que nos rodea y ayuda a razonar lo que sucede por dentro y por fuera de uno mismo. Los cuentos ayudan a dar forma al mundo y a entender la vida misma. También ayudan a crear vínculos y fomentan el desarrollo del lenguaje.

Además los cuentos son un vehículo de transmisión cultural por ello es tan imprescindible que prestemos especial atención a los mensajes que transmitimos con las historias sobre a todos los más pequeños porque podemos crear roles y creencias que creen estereotipos insanos a largo plazo.

Sabemos que en la vida de las personas siempre surgen conflictos. Pues bien, esos conflictos pueden verse reflejados en las historias de los cuentos. Al igual que con la conciencia emocional, los cuentos hacen de espejo y nos ayudan a ver las consecuencias ocasionadas por los conflictos y ello nos hace desarrollar capacidades para la regulación emocional.

 

Ibarrola señala que utilizar los cuentos para la educación emocional es útil, ya que resultan muy atractivos para los pequeños y esto ayuda a captar su atención y ese es el primer paso para desarrollar en los pequeños cualquier competencia o aprendizaje.

 

Pero ¿qué se siente al escuchar un cuento? ¿Alguna vez hemos pensado o directamente sentido lo que se siente al escuchar un cuento? Claramente todo el mundo ha sentido algo al escuchar o leído un cuento. Y todos al escuchar o leer un cuento imaginamos la historia y cada uno va poniéndose en el lugar de los personajes (en su contexto y con la imaginación que cada uno dispone) y se sienten sensaciones o emociones parecidas a las de los personajes del cuento fruto de nuestras propias vivencias personales de cada uno y nos ponemos en el lugar de los protagonistas. De este modo los cuentos benefician el desarrollo de la imaginación y de la percepción y la sensibilidad potenciando la empatía y atención hacia los demás y ayudan a mejorar en las relaciones sociales porque las historias o cuentos siempre tienen moralejas que hacen reflexionar. Porque los cuentos sirven y están concebidos entre otras cosas para razonar y pensar desarrollando la creatividad y fomentando la expresión y reconocimiento de las emociones y sentimientos además inculca el amor por la lectura y poco a poco sumerge sutilmente al lector en otros géneros literarios. 


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