Los otros méritos (I): el seguidismo
Capacidad, esfuerzo y resultados configuran un sistema de méritos que se basa en la equidad. Aplicarlo supone establecer criterios que orientan la cultura de la empresa hacia comportamientos que influyen positivamente en todos los actores del reparto organizacional. Hay reglas claras, decisiones documentadas, expectativas sólidas… y, por lo tanto, mayor motivación, que es el alimento más nutritivo para los equipos de trabajo.
Pero no vamos a nadar en el mar de la utopía… Muy pocas organizaciones se mueven en esa cultura, y las que lo hacen aplican esas premisas en pocas actuaciones. Los méritos que tienen en cuenta son otros.
Hablaremos de algunos de estos otros méritos (identifiquémoslos como subméritos), con el fin de sacarlos de las conversaciones de salón, retrete, pasillo o máquina de café (si creemos que no nos oye ningún pez gordo) y ponerlos por escrito. Hablaremos para llorar y reír, para odiar y compadecer, para rechazar y combatir.
Elijo como primer submérito a tratar el más suave, el que menos grado de desprecio ocasiona, sin por ello significar que no sea reprobable…
Y lo llamo seguidismo del jefe, que se instaura cuando el submérito se impulsa por la organización como el elemento básico de valoración y recompensa. Casi siempre ocurre porque un antiguo ’pesopesado’ promovió este comportamiento después de mirarse al espejo, juzgarse como prototipo de la raza humana, sentirse muy muy generoso, y por tanto comenzar la propuesta, generalmente sibilina, al personal de que lo tome como único modelo a seguir.
Sería el principio de los clones, que se extiende como pátina de hidrocarburo, sin dejar muesca, pero sí influencia, por todas las rendijas de la organización, como extensión del carisma de líder, tal como indica cualquier manual del buen liderazgo.
Así, cada jefe, conforme sus emolumentos aumentan, se cree el dios encarnado de las virtudes, en razón de que así cree que son los de arriba en el organigrama, por lo cual exige el mismo tratamiento a sus acólitos para él.
Marcado como cultura no escrita (los jefes también tienen brotes de inteligencia… a veces… y no suelen atreverse a documentar su vanidad), el seguidismo puede provocar en el jefe arranques de falso reconocimiento, todo sea para que el acólito no se escape, que pueden ser el pago de un café, o más llamadas al despacho para departir amigablemente.
Por regla general, la potenciación de la similitud con el jefe comienza con imitación de las formas de atender a los clientes, de contestar al teléfono, de inclinarse ante el gran jefe, de los adornos en los documentos o cuadros de mando… Es decir, aspectos de gestión profesional de la problemática del departamento.
Pero ay cuando el imitable promueve el calco de formas de hablar, de vestir o de amar. Y si bajo cumplimiento de esas imitaciones se produce una promoción entre sus imitadores, pronto veremos a los compañeros ambiciosos repetir coletillas como “la verdad es que…”, “digamos”, “tengo buenas sensaciones”, o vestir el mismo pantalón ya sea chino mandarín o de tergal, comprado en supermercado o en boutique de alto standing… así como la corbata… así como el peinado (si el imitable es calvo, todos rapados; si lleva melena, a comprar pelucas)… así como el uso del estimulador erótico.
A veces, si el imitable es bueno, el seguidismo provoca altos rendimientos… A veces. Pocas.
© José Antonio Prades