Los sesgos en las historias ¿los reconocemos?
Cuando hablamos de storytelling en la gestión del talento, inevitablemente también trabajamos con sesgos. No podría ser de otra manera. A fin de cuentas, somos seres humanos inmersos en cambios de cultura que debemos aceptar. Es curioso cómo, muchas veces, el contenido de los mensajes es menos trascendental que la forma en que los transmitimos. Por eso estamos avanzando hacia el modelo de “contadores de historias”.
¿Y qué sesgos nos afectan? Del libro de Rolf Dobelli, El arte de pensar, extraigo tres:
A) El sesgo de prueba social: Cuando cientos o miles de personas opinan que algo es positivo (o negativo), el resto del equipo siente que debe pensar lo mismo. Llámalo gregarismo si quieres, pero es casi inevitable.
B) El sesgo de reciprocidad: Cuando alguien te da algo, sientes la necesidad de devolver el favor. Se crea un compromiso tácito de corresponder al regalo o ventaja recibida. De esto, los vendedores saben un montón.
C) El sesgo de confirmación: Esta es la madre de todos los sesgos. Tendemos a retorcer cualquier información para confirmar la idea que ya teníamos. Nuestras redes sociales se encargan de que este sesgo sea nuestro mayor enemigo a la hora de ver el problema de forma integral.
Si habéis visto Al revés 2, seguro recordáis esa escena casi al final en la que se rompe el tubo que alejaba los recuerdos menos positivos. Cuando construimos nuestro carácter, nos nutrimos tanto de experiencias buenas como malas. Olvidar las negativas no sirve de nada. Debemos construir nuestra historia basándonos en la realidad, con toda su crudeza.
Ah, y por cierto, el libro y la peli, muy recomendables.