"Más vale un 50 % de algo que quedarse sin nada"
Aun reconociendo una vez más que las motos, bueno, nunca han conseguido atraer la atención de un servidor de una manera similar a la empleada por los coches desde que tengo uso de razón, el Campeonato Interautonómico de Velocidad del pasado sábado sí terminó cautivándome lo suficiente como para volver a pujar por ello en el futuro (ayudando como comisario. Nada de subirme a lomos de esos podencos rodantes), subrayando este anterior titular.
Contar con un compañero de equipo gustoso y experto en la materia siempre es una suerte a la hora de acercarse al encanto de lo que se veía por el circuito, numerosas (gracias a Dios) joyas de ayer y hoy con impecables historias a sus espaldas y, por supuesto, dispuestas a enseñar un paso por curva que impresiona hasta el punto de cortar en seco cualquier otra cosa que se pudiera estar haciendo en ese instante.
Claro, adrenalina y peligro juegan sus impactantes cartas hasta unos extremos tan salvajes que, en fin, en un abrir y cerrar de ojos el sueño puede convertirse en perfecta pesadilla. Afortunadamente (y aunque hubiera que lidiar con una caída y abandonos por avería) no fue necesario poner a prueba el repaso de protocolos de intervención y seguridad que tocó hacer a primera hora de la mañana, pero estoy convencido de que algunos protagonistas anduvieron más cerca que lejos de ese temible y decisivo abismo.
Hacer tratos con la suerte de esta osada forma puede ser de locos (y encima dando vueltas a un circuito que empieza y acaba en el mismo punto), pero presenciarlo es algo único y, sencillamente, espectacular. Las cosas como son.