Making off de la exposición "Splendor Lucis Aeternae"​, de Juanjo Martínez Cánovas
Juanjo Martínez Cánovas/ "Chronos"/ Imagen: Aricompany.es

Making off de la exposición "Splendor Lucis Aeternae", de Juanjo Martínez Cánovas

Se trata de un proyecto muy personal e íntimo, producido a partir de la exhumación del cuerpo de su abuelo, que el artista exhibió en el Centro Cultural Puertas de Castilla: “Ha sido muy emotivo; la exposición más personal que he hecho, y será difícil superar algo tan cercano, tan íntimo; el trabajo ha sido bastante intenso”, comenta.

Comisariada por Pedro Medina, la muestra matiza el significado de exhumación −traer a la memoria (lo olvidado); exhumar un recuerdo−. Por ello, “se configura como memoria, ese «espacio en el que una cosa ocurre por segunda vez» −como la definía Paul Auster en La invención de la soledad−, a la que se recurre como catalizador para identificar la propia vida y para reconstruir el pasado histórico”. Así lo explica Medina en un bello texto que desvela la doble intencionalidad de Martínez Cánovas: “el homenaje al abuelo apenas conocido, a través de la taxonomía de su historia vital […] y reflexionar sobre el propio acto artístico para rememorar”.

La obra de Martínez Cánovas interpela siempre al espectador sobre la muerte, un debate que mantiene consigo mismo desde su infancia: «Cuando morimos, ¿a dónde vamos?».

El artista Juanjo Martínez Cánovas conversa con una visitante.

Hablar con el artista es adentrase con fascinación en su complejidad imaginativa (prueba de ello son sus detallados dibujos a grafito) e intentar comprender su inquietud por conceptos como la vida y la muerte o el infierno, entendido, en ocasiones, como metáfora de la mediocridad, temas que han protagonizado varias de sus exposiciones (como las tituladas I.V.E., Inferus Vacuus Est o Hic Daemonia Sunt).

En Splendor Lucis Aeternae, ha ido construyendo la vida de su abuelo a partir de su muerte, pero también ha sentido la necesidad de homenajear a toda una generación, recuperando así la historia de los años cuarenta, setenta u ochenta. Su objetivo, añade, “es volver a sacar a la luz o recuperar lo olvidado […], entonces todo surge a raíz del cuerpo”. Este trabajo, por tanto, “ha sido una recuperación, a la vez, de conocimiento: sabía muchas cosas sobre mi abuelo, pero no había indagado de forma tan profunda en ellas”.

¿Qué ha pretendido sacar a la luz? −le pregunto. “Al final lo puedo resumir como homenaje a su vida; he recuperado algunos momentos de ella. Conocer a mi abuelo a través de sus objetos, de los recuerdos que otras personas, como mi madre, han compartido conmigo. Casi cuarenta años después, una persona recupera su memoria, parte de su vida, su vida íntima, familiar, laboral, y la exhibe como homenajea la vida”, contesta.

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Una impresionante instalación escultórica, que representa la exhumación del cadáver de su abuelo, forma parte del proyecto. A través de ella, el artista comparte su idea de cómo el cuerpo marca el recorrido de una vida: “la pieza escultórica está hecha con el traje de mi abuelo, con su corbata, todo es de él, conforme quedó en el armario en el año 1984 o 1985. Pero las manos y la cara son mías; es decir, Cristóbal (Hernández Barbero) y Eduardo (Velayos) hicieron un vaciado de mis manos y mi cara. Por lo tanto, estoy jugando conceptualmente con esto: mi abuelo ha pasado por este proceso, pero el que está ahí soy yo. No deja de ser una alusión al sentido de que unos pasan y otros vamos a pasar. Yo llevo esa línea genética, pero es algo que nos va a tocar a mí y a todos”, sostiene.

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La exposición también se configuró con retratos a grafito y óleo, fotografías familiares, textos, cartas y documentos, una película digitalizada, grabada originalmente en formato super 8 milímetros y se dividió en varias estancias que establecían una relación cronológica.

“La intención de volver a sacar a la luz todo ese tipo de cosas es un recuerdo, la vida de una persona, mi abuelo. En esta exposición es evidente que también está la muerte. A partir de la muerte hablo de la recuperación de una vida y de volver a sacar a la luz una vida. Suele darse al revés, conocemos primero a las personas. Pero, en este caso, he recuperado su memoria sin conocer a la persona porque cuando falleció yo tenía cuatro años y no tengo apenas recuerdos, solo sueños leves”, señala.

Recorrer esta muestra puede albergar en cada uno de nosotros fuertes sentimientos de pérdida que se intensifican conforme nos aproximamos a la instalación escultórica. Sin embargo, Martínez Cánovas lo expresa desde una emotiva sensibilidad.


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