MI YO PROFESOR

Hace unos días un amigo me preguntó por qué ya no daba clases o dirigía sesiones académicas de discusión de casos, cosa que hice durante muchos años. También me preguntó cuánto tiempo me tomaba "saberme" el caso; o sea, darlo en automático, sin estudiar. A lo primero respondí que ahora mismo no estaba en capacidad de dedicarle el tiempo y esfuerzo necesarios. A lo segundo, que nunca: nunca he dado una clase o dirigido un caso en automático, y no creo que pueda hacerlo. Me explico.

Antes de comenzar cualquier curso, aunque seas profesor invitado, hay que estudiar al público; y no sólo en general (recién egresados, empíricos, gerentes, directores, etc.), sino en particular: quién es cada uno. Además, tienes que saber cómo encajas con el resto del curso y programa (los demás cursos), según corresponda. Esto toma tiempo y no poco esfuerzo.

En cuanto a la planificación de la sesión, lo primero es hacer -o volver a hacer- todo el caso: lectura, cálculos, revisión de ideas clave y su interrelación; interrelación no sólo entre ellas mismas sino con otros tópicos ya tratados, e incluso con otras materias, sobre todo con la teoría de la organización que caracteriza a la escuela.

Con el correr de las sesiones, se conoce más de cada uno de los participantes: cómo suelen pensar y argumentar, su carácter, qué temas dominan, cómo se enganchan a la discusión; esto último es muy importante, pues suele haber los que abren la discusión y los que la cierran; también están los que "resumen" aportando poco o nada. Uno aprende a identificar las inseguridades: algunas a través de la timidez; otras, a través de una cierta agresividad. Como profesor no sólo buscas que la gente aprenda algo, sino que aprenda un poco más sobre sí mismo y los demás: cómo ganar habilidades, cómo tratar distinto a distintas personas sin ser injusto, etc.

Entonces, la segunda parte de la planificación de la clase consiste en revisar cómo va cada participante y qué cosa convendría a cada uno dentro de la sesión: hacer hablar a un mudo, que algún abridor de sesión pase a la parte de cierre o viceversa, enfrascar a dos personas específicas en una discusión; lograr que se escuchen mutuamente evitando los diálogos de sordos, etc.

Es decir, en la clase o sesión hay que estar pensando simultáneamente en el desarrollo del tema y en las personas; dando plena libertad para llevar el diálogo, pero moderando con mucha prudencia ambos frentes.

Esta libertad puede generar en el profesor un cierto temor a que la sesión se vaya de las manos al no seguir el guion. Claro que hay que preparar un esquema, pero esto es solo un apoyo, no un riel. Creo que siempre dejé libertad para que se pueda saltar de un tema a otro siempre que no fuera superfluo, innecesariamente reiterativo, o desconectado del contexto.

En el frente del desarrollo académico o aprendizaje, hay que encauzar la discusión de tal manera que el grupo vaya descubriendo a través de la conversación, los puntos importantes o lecciones. En contraparte, hay que saber volver al punto rápidamente si ocasionalmente la conversación se fue por las ramas. Vale la pena correr el riesgo de no forzar la discusión.

En el frente personal hay que tener especial tacto para que, aunque exigido, nadie se sienta maltratado o ridiculizado. Si fallas en esto y tienes que pedir disculpas: tuve que hacerlo más de una vez.

Además de las sesiones, la oficina debe estar abierta y la agenda disponible para recibir a todo participante que requiriese alguna revisión, explicación adicional, o comentar alguna otra cosa.

Hasta aquí el resumen de la conversación con mi amigo sobre lo que yo entiendo que es formar a alguien. Y yo, ¿sigo siendo profesor? Con seguridad digo sí: aunque no en las aulas, sí lo soy a través de las consultorías, asesorías y el coaching; porque más que una ocupación es una vocación y una actitud.

En esa línea, pienso que todo gerente debe tener una componente docente, pero esto lo dejamos para otra ocasión.