Mujeres diamantinas / no + violencia
Por Vera Milarka
Nube rosa y diamantina en el cielo de la Ciudad
México se nubla por la injusticia cotidiana
en la que viven y mueren –sin pena ni gloria-- sus mujeres.
Solo queda de su mágica existencia mancillada
la protesta cosida a la garganta
por donde sale el grito afónico del dolor unísono.
La mujer ama, clama y reclama justicia para todas sus hermanas
sometidas de todas las maneras factibles
-------------------------------------------------------bárbaras y sutiles
orilladas a la sumisión del desprecio cínico
ante los evidentes privilegios que ostentan los varones
pergeñados en el patriarcado
--------macros y micromachismos--- solapan a diario
su voraz y criminal violencia matutina y vespertina contra
las mujeres, hoy en día, brillantes y diamantinas.
2.0
Nocturna y en la sombra ha quedado muda la sangre sobre la piel
de miles de niñas,
solas también --y sin justicia-- quedaron las rodillas amoratadas
de las adolescentes,
se hallaron tiradas con sus rostros de cera líquida
impregnando con su grito los baches en las aceras
y quedando su tremor en los orificios de las esquinas.
Entre los filos de los fierros de los criminales retorcidos
se encontraron atrapados los muslos de las jovencitas en tránsito
en los asientos desvencijados de los taxis
en los pisos de lámina oxidada de las rutas
en los pasillos de los camiones vomitados
en las cajuelas impunes de las patrullas de policías.
El charco de sangre coagulado aún está allí
como esa huella indeleble que resulta ser la injusticia
plasmada como rejilla de paso en el pavimento.
El residuo del amor tóxico y la celotipia
estrellado junto con partículas de sesos de la víctima sobre los ladrillos
de la pared que no se limpian como las manos de Pilatos, con nada.
El duro golpe sobre los muslos
los senos
y el vientre de las estudiantes
que iban rumbo a la escuela
y se fueron a la tumba sin regresar a casa,
y las que caminaban presurosas al trabajo
pero se quedaron despojadas y desnudas de sí
en oscuros parajes bajo los orines
y el hollín de puentes carbonizados y a punto de derrumbarse.
Iban con la esperanza cargada en sus bolsas y en sus morrales
con los deseos de vivir escritos en sus libretas
y con el aroma de comida por hacer cargado en la red de su mandado.
Iban solas y confiadas en medio del silencio solitario,
inocentes caminando sobre la inclemencia de la herrumbre humana
sobre la banqueta de la ignominia que muestra una sociedad
que de tan cómoda en su sordera, ya no se indigna con nada
ni lucha por su seguridad
ni por su vida
y menos por la de nadie más.
3.0
Manchas de sangre en los tapices de piedra entre las pintas
de los rótulos perfectos de la propaganda de los partidos políticos,
sangre salpicada como polen en el pasto y los arbustos,
hecha jirones la ropa y la piel
cuelga de los árboles en los pueblos y las llamadas provincias del país,
vestigios de miembros mutilados y vestidos rotos
se evidencian entre la maleza y la maldad
por donde se asoma junto con el pie y el zapato de tacón doblados
la media rota y el hilo de la vida de las mujeres idos desde
la comisura de la boca, hasta la sangre y el semen escurrido entre las nalgas,
sangre por el desgarramiento de la vagina violada y violácea
y el ano penetrado primero al rojo vivo y después al azabache necrosado
la hemorragia disecada en la orilla que dejaron los surcos del cuchillo
sobre la piel apuñalada,
y la mordaza de esparadrapo,
apósito esterilizado de la mecánica perversa de la tortura profesional
sobre los agusanados hoyos negros y las hendiduras en el cuerpo del delito
rasguñado por el odio y el placer enfermo del victimario humillante,
marca de agua que dejan con rabia sobre el papel histórico de la mujer
eso que los psicópatas anónimos justifican como resultado de un odio llamado:
“amor, no correspondido”.
Manchas de sangre por toda la capital, por las ciudades de los estados
y en los pueblos mágicos, donde desaparecen a diario
las mujeres en un abrir y cerrar de ojos de la colectividad.
El grito aúlla su dolor entre los plisados del piso de mármol en los pasillos del Metro
en la abigarrada e insalubre parada del transporte público
y en los peligrosos acotamientos de las ciclopistas,
en los tramos desérticos de las carreteras sin luz
y en las polvorientas calles sin pavimentar,
entre los hoyancos y los estancos de tierra y lodo
aparecen como gigantes camposantos del siglo XVII
dientes y mechones de cabello enterrados,
donde sobresalen los vestigios de uñas de niñas golpeadas contra las baldosas
pequeños bebés incluso yacen como muñecas de trapo,
sus flácidas extremidades blanquecinas acentúan sus ojos sin luz
y hundidas las cuencas horadan el corazón de quien llega a verlas,
las encuentran en maletas deportivas de hombres
que las abandonan como si fueran pellejos de un cerdo recién desollado
bajo un árbol o en una jardinera de una colonia de clase media.
Maletas se encuentran por muchas zonas de la ciudad
con el viaje y el cuerpo mutilados de mujeres jóvenes,
también los hay de ancianas descuartizadas.
La vida loca de un hombre en su enfermizo odio a las mujeres
cercena la vida de una niña
de 2,
de 3,
de 4
de 5
de 6,
de 7,
de 8,
de 9,
de 10
y de 11
hasta llegar a violar y matar a una anciana de
88 años.
4.0
La bocina de un teléfono público de una universidad pública de un tema insoluble público
pende de la cabina alrededor del cuello de una estudiante asesinada a las 3 de la mañana
por su pareja sentimental, que huyó despavorido y la dejó allí ahogada en su propia asfixia,
con la voz pendiendo también de un hilo de auxilio que ‘nadie’ escuchó tras la bocina,
‘nadie’ ve nunca nada cuando se trata de violencias ejercidas contra las mujeres.
Tampoco una bala perdida salida de la nada, con un silenciador del que nada se sabía, salido de quién sabe qué móvil perpetrador perfora el vientre de una estudiante aplicada,
mientras toma apuntes en un salón de clases de una universidad pública,
una chica es herida sin razón, sin saber por qué y nadie sabe nada.
Callan las propias madres y acusan a las hijas de “locas”
la familia muchas veces es la primera ‘occisa’ ante la insistente llamada de ayuda,
nadie comprende nada, mueren de miedo y se callan también
o hacen como que … “hay mucho ruido, no se oye nada, vuelve a marcar”
la siguiente llamada la hace un perito del forense desde un anfiteatro gubernamental.
Nadie lee entre líneas la carta cifrada del pedido de auxilio,
se premia al varón enamorado como un toro
y así habrá de embestir a su ‘hembra’ tan pronto pueda,
se lanzará un día de luna llena contra la víctima,
asestando contra ella todo el peso de su rabia
la empujará al precipicio confinándola simbólica y realmente
a un recóndito lugar donde prime su ausencia.
A ese lugar de rezago donde apilados los cuerpos psíquicos
los cuerpos álmicos y los cuerpos físicos
forman el gran tiradero local, regional, nacional y universal de las mujeres
convertidas en basura anónima y metonímica karmática,
sin que se ponga todavía un alto para siempre a semejante genocidio cotidiano.
5. 0
La rebelión rebasa –con mucho—
la cantidad mínima de personas necesarias
para que un fenómeno concreto tenga lugar.
Por el contrario, la rebelión se da con la cantidad máxima de mujeres ultrajadas,
una siniestra cantidad diaria (por su extraño e inquietante número) de asesinatos forma parte de la inaudita y estadística violencia ejercida contras las mujeres
y este grupo vivo que somos más que números, se da cita en la ciudad para protestar
porque ya simplemente:
¡No podemos más!
Se llega al estallido ante la ignominia de la dinamita que es la violencia diaria en lo doméstico y en lo infausto familiar.
En la secrecía de las decenas de relaciones que ocultan su rareza: cobarde y pasiva violencia fagocitando a lo largo de los años con su cáncer revanchista e incansable.
El odio consuetudinario adquiere una dinámica propia que ya solo puede sostenerse en el grito unánime solidario y sororario de un:
¡YA BASTA!
Intenta imprimir el mensaje, en la conciencia colectiva,
entre las pintas y la revuelta social, la idea de sostenernos dignas.
Impoluto el corazón que mueve las vidas de todas las mujeres ante la no respuesta
se acumula mayor reacción, sobre todo contra el –aún más violento—
silencio cómplice de las autoridades gubernamentales,
presidido por hombres o mujeres, da igual, desoyen la emergencia nacional.
Dan licencia para matar –la mayoría-- ante la eterna disculpa y cobijo hacia la frágil virilidad de los hombres, casi siempre miedosos y cobardes que dañan, para luego irse a refugiar y esconderse en las enaguas de mujeres que sienten ganar algo por encima de las demás. Son mujeres que también están enfermas de odio contra las mujeres, porque no tienen conciencia de su propia historia y género, no intercambiable por nada.
En la revuelta diamantina de las mujeres que indignadas claman justicia para una niña violada por cuatro policías,
se asoman todas las consignas arredradas por la incompetencia gubernamental
la indiferencia social
y la misoginia colectiva .
En medio de la reyerta algun@s alzan sus ojos al cielo, antes rojo y ahora rosa
y hacen como que la Virgen de Guadalupe les habla,
no dicen nada, solo ven el rocío inflamable de las pinturas en aerosol
y exclaman horrorizadas por la pérdida monumental
de los monumentos dedicados a la Independencia y la libertad.
Se miran los efectos catastróficos de los infiltrados pagados
que aprovechan la trifulca femenina y feminista que no feminazi, para armar el desmadre (no es despadre) ciudadano
El enfrentamiento sólo puede sostenerse en la inflexibilidad, es lo que les permite a las mujeres sostenerse y crecer, llegado el momento más álgido del derramamiento de sangre y la inequidad en todo México.
Los señuelos prostitutos y mercenarios hacen su labor como en los viejos movimientos sociales de las dictaduras; como en el 68 o ante el duelo y la indignación nacional de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, hacen su daño y tratan de poner en duda la autenticidad de los hechos
pero no es posible ya tapar el sol azteca con un dedo,
son ya demasiados testimonios fidedignos, los que nos dan cuenta de los resultados fatídicos de dicha violencia contra las mujeres, aquí y en todo el mundo,
solo hay que observar nítidamente la vida cotidiana,
----nocturna, matutina y vespertina--
para sumarse a la protesta legítima de las mujeres brillantes y diamantinas
que, con todo derecho y legitimidad, no queremos dejar mudas a las mujeres que yacen en la gran fosa común de la injusticia
a causa de la misoginia masculina
cuyo hedor violento y machista
sepulta diariamente a las mujeres de todas las formas que le son permitidas
simplemente porque quiere
pero sobre todo, porque puede
sin mayor repercusión que victimizar doblemente a las agredidas
en un linchamiento colectivo de tan atroz, que solo se ha visto igual
en la cacería de brujas de la época medieval.
6.0
Aún tenemos voz para ser el eco de nuestra ira en sordina
para ventilar los crímenes de esas miles de mujeres asesinadas
mancilladas e ignoradas en nuestro país.
No habrá freno que pare la resistencia permanente contra dicha inequidad
hasta que podamos vivir libres de violencia en nuestros cuerpos,
en nuestros hogares
en nuestros trabajos
en las calles y transportes
en oficinas, restaurantes, parques, espacios de esparcimiento,
de educación, de crianza y de lactancia,
en los espacios virtuales y en nuestros correos y mensajes de teléfono
en nuestras redes sociales,
en nuestros espacios todos…
Debe quedar claro
que hemos de vivir con libertad y seguridad
no importa cuánto mobiliario público se lastime en el camino
rumbo a la equidad y el respeto
mientras la vida de una sola mujer esté en peligro o se pierda por esa violencia colectiva
nada fuera de ella que se lastime será digno de lamentar.
Nos queremos vivas
nos queremos unidas y en libertad
nos queremos, a causa de que nos quieren mal
nos queremos como una consigna de supervivencia
nos queremos bien amadas,
respetadas,
reconocidas,
visibilizadas,
inteligentes,
protegidas,
brillantes, dignas y diamantinas.
Vera Milarka, Textoservidora
Agosto 16 -17 / 2019