Ni solución única, ni amenaza: trascender las idealizaciones sobre tecnologías en educación
En la era digital actual, la tecnología ha permeado prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo el ámbito educativo. Las herramientas digitales, las plataformas en línea, los recursos multimedia y ahora la inteligencia artificial, pandemia mediante, son recursos cada vez más habituales en las aulas. Sin embargo, a pesar de su creciente presencia, persisten debates y posturas polarizadas en torno al papel que debe desempeñar la tecnología en la educación.
Por un lado, encontramos una corriente que idealiza y sobredimensiona el potencial de la tecnología, considerándola como la solución mágica que resolverá todos los desafíos y problemas que enfrenta la educación en la actualidad. Pero, por otro lado, también existen voces que rechazan completamente la incorporación de la tecnología en los procesos de enseñanza y de aprendizaje, argumentando que socava los métodos tradicionales y el rol fundamental del docente.
¿Es posible encontrar un equilibrio entre estas visiones extremas? ¿Cómo podemos aprovechar el potencial transformador de la tecnología sin caer en su idealización o demonización? ¿Qué enfoque debemos adoptar para integrar la tecnología de manera efectiva y complementaria en la educación?
La imagen que sigue, dibujada por el ilustrador francés Jean-Marc Côté en 1899, nos muestra su visión de cómo sería una escuela en el año 2000. En ella, podemos observar a un grupo de estudiantes sentados en un aula, recibiendo información a través de cables y aparatos, mientras que el docente se encuentra desconectado, simplemente transmitiendo contenido a una máquina que supuestamente procesaría los libros y enviaría el conocimiento a los alumnos.
Esta representación de la educación futura, desde la perspectiva de fines del siglo XIX, refleja una visión tecnocentrista donde la tecnología ocupa un papel protagónico único y se le asigna la responsabilidad de facilitar el aprendizaje de manera casi automática.
La ilustración nos recuerda la tendencia histórica a depositar expectativas excesivas en la tecnología como solución mágica a los problemas de la educación. Sin embargo, la realidad es que la tecnología es solo un medio, una herramienta, y su efectividad dependerá de cómo se utilice y de los cambios estructurales que acompañen su incorporación.
Un riesgo siempre vigente
Es cierto que la tecnología ha permeado en gran medida el ámbito educativo, y su incorporación ha traído consigo numerosos beneficios y herramientas que pueden enriquecer y facilitar el proceso de aprendizaje. Sin embargo, sería un error pensar que la tecnología por sí sola puede solucionar todos los problemas y desafíos que enfrenta la educación. Todos o muchos estaremos de acuerdo, ¿entonces por qué reflexionar sobre esto?
A pesar de que pueda parecer una cuestión obvia, es importante seguir pensando sobre este tema, porque existe una tendencia recurrente a depositar expectativas excesivas en la tecnología como la solución -espontánea, mágica, perfecta- a los problemas educativos. Y mucho más en un contexto tan disruptivo, abrumador y con incidencia en casi todos los ámbitos de la vida, como ocurre con la Inteligencia Artificial, o como aconteció con cada adelanto o novedad.
Esta es una visión que ha persistido y que ha llevado a concepciones idealizadas y desproporcionadas sobre el papel de la tecnología en la educación, las cuales no han ayudado ni a la integración de estos recursos ni a la calidad educativa.
Reflexionar sobre esta cuestión nos permite revisar estos supuestos y analizar de manera crítica el verdadero impacto y las limitaciones de la tecnología en el ámbito educativo. Es fundamental comprender que la tecnología es una herramienta valiosa, pero no la panacea que resolverá todos los desafíos estructurales que enfrenta la educación.
¿Por qué recordar que la solución no es solo la tecnología?
Hay varios argumentos que sustentan la necesidad de esta reflexión:
Evitar caer en la ilusión tecnocentrista: La imagen de Jean-Marc Côté nos advierte sobre el peligro de depositar expectativas desmedidas en la tecnología como solución a los problemas educativos. Esta visión tecnocentrista ha persistido a lo largo del tiempo y puede llevarnos a idealizar o sobrevalorar el papel de la tecnología, perdiendo de vista los aspectos fundamentales del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Abordar los problemas estructurales profundos: Muchos de los desafíos que enfrenta la educación son de carácter estructural y van más allá de la disponibilidad de tecnología. Problemas como currículos desactualizados, metodologías de enseñanza inadecuadas, falta de inversión, infraestructura deficiente, formación docente deficiente, entre otros, no se resolverán simplemente con la incorporación de tecnología. Es necesario abordar estas cuestiones de manera integral y comprender que la tecnología es una herramienta complementaria, pero no la solución única.
Evitar la polarización y adoptar un enfoque equilibrado: Al reflexionar sobre este tema, podemos evitar caer en posturas polarizadas que idealizan o demonizar a la tecnología en educación. En su lugar, podremos adoptar un enfoque equilibrado que reconozca los beneficios y limitaciones de la tecnología, y nos permita integrarla de manera crítica y alineada con los objetivos pedagógicos.
Promover una transformación sistémica: La educación enfrenta desafíos complejos que requieren una transformación sistémica y profunda. Reflexionar sobre el papel de la tecnología nos ayuda a comprender que su incorporación debe ser parte de un proceso más amplio de cambio, que involucra aspectos curriculares, pedagógicos, institucionales y de formación docente, entre otros. La tecnología no puede ser vista como un fin en sí misma, sino como una herramienta que debe integrarse de manera coherente en un proceso de transformación más integral.
Aprender de experiencias pasadas y recientes: Experiencias recientes como la pandemia de COVID-19 han puesto en evidencia las expectativas desmedidas y las limitaciones de la tecnología en la educación. Reflexionar sobre estos casos nos permite aprender y evitar cometer los mismos errores en el futuro, comprendiendo que la tecnología no es la solución mágica, sino una herramienta que debe ser utilizada de manera adecuada y complementada con otros aspectos esenciales del proceso educativo.
Así, aunque pueda parecer una cuestión obvia, es fundamental reflexionar sobre el papel de la tecnología en la educación para evitar caer en concepciones exageradas, descontextualizadas y con repercusiones negativas en el proceso de enseñanza y de aprendizaje.
Problemas estructurales que van más allá de la tecnología
A nivel general -porque por supuesto siempre hay experiencias alternativas- algunos de los principales aspectos que deben abordarse en la educación, más allá de la incorporación de tecnología, y que son históricos y de carácter estructural, pueden ser:
Estos son solo algunos de los desafíos fundamentales que enfrenta -enfrentó y enfrentará- la educación, y que no pueden ser resueltos únicamente con la incorporación de tecnología como solución única. Si bien las herramientas tecnológicas pueden ser aliadas valiosas en el proceso educativo, su implementación debe ir de la mano con una revisión profunda de los paradigmas, enfoques, recursos y condiciones que rodean el acto educativo.
El polo opuesto, también idealizado
En el otro extremo del espectro encontramos una postura que demoniza o rechaza completamente la incorporación de la tecnología en el ámbito educativo. Esta visión considera que la tecnología es una amenaza que socavará los procesos de enseñanza-aprendizaje tradicionales y que no tiene nada que aportar a la educación. Quienes adoptan esta postura sostienen que la verdadera educación se basa en la interacción humana directa, la guía presencial del docente y las actividades prácticas en el aula, que todo lo que sea contrario atenta con la enseñanza, y que la incorporación de herramientas tecnológicas solo distrae y aleja a los estudiantes de un aprendizaje auténtico.
Sin embargo, esta postura extrema ignora los numerosos beneficios y oportunidades que la tecnología puede brindar en el proceso educativo cuando se utiliza de manera adecuada y equilibrada. Las herramientas digitales pueden enriquecer y facilitar el aprendizaje, promover la motivación de los estudiantes, brindar acceso a una amplia gama de recursos y materiales educativos, y fomentar el desarrollo de habilidades digitales esenciales en el mundo actual. Además, la tecnología puede ser una aliada valiosa para atender a la diversidad de necesidades y estilos de aprendizaje de los estudiantes, ofreciendo opciones más personalizadas y adaptativas.
Es importante reconocer que la demonización de la tecnología en educación a menudo se basa en concepciones erróneas o en experiencias negativas derivadas de una integración inadecuada de las herramientas tecnológicas, o de resistencias basadas en poca apertura a los cambios.
Cuando la tecnología se introduce sin una planificación adecuada, sin la formación docente necesaria, sin alineación con los objetivos pedagógicos o sin considerar las condiciones y recursos disponibles, es más probable que su impacto sea limitado o incluso contraproducente. Sin embargo, esto no significa que la tecnología en sí misma sea perjudicial para la educación, sino que se requiere un enfoque más estratégico y equilibrado en su integración.
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El desafío radica en encontrar un equilibrio sano entre educación y tecnología, evitando caer en posturas extremas de idealización o demonización.
Por un lado, no se debe idealizar a la tecnología como la solución mágica a todos los problemas educativos, ni depositar expectativas desmedidas en ella. La tecnología es una herramienta valiosa, pero no un fin en sí misma ni un sustituto del proceso de enseñanza-aprendizaje presencial y la guía del docente.
Por otro lado, tampoco se debe demonizar o rechazar completamente la incorporación de la tecnología en la educación. Las herramientas tecnológicas, cuando se utilizan de manera adecuada y alineadas con los objetivos pedagógicos, pueden enriquecer y facilitar el aprendizaje, promover la motivación de los estudiantes y brindar nuevas oportunidades de acceso al conocimiento.
La tecnología como aliada, no como solución única
Si bien la tecnología puede ser una aliada valiosa en el proceso educativo, su incorporación por sí sola no resolverá los desafíos estructurales. La tecnología debe ser vista como una herramienta complementaria, no como un fin en sí mismo ni como un sustituto del proceso de enseñanza y de aprendizaje presencial y de la guía del docente.
Es fundamental reconocer cuándo existe una concepción idealizada o excesiva de la tecnología en el ámbito educativo, lo cual se evidencia cuando se asume que su mera incorporación mejorará automáticamente el aprendizaje, cuando se depositan expectativas desmedidas en las herramientas tecnológicas como solucionadoras de problemas estructurales profundos, cuando se minimiza el rol fundamental de los docentes y su formación en el uso efectivo de la tecnología, cuando se adoptan tecnologías sin una evaluación crítica de su alineación con los objetivos pedagógicos, y cuando se realizar la adquisición de tecnología pero sin inversión ni prioridades en otros aspectos claves.
Para lograr una integración efectiva y equilibrada de la tecnología en la educación, se requiere de la corresponsabilidad de diferentes actores y el seguimiento de ciertas orientaciones clave:
Idealización de la tecnología en diferentes ámbitos
En este punto, es crucial reconocer estas situaciones de idealización de la tecnología en los diferentes ámbitos de la educación, ya que pueden llevar a expectativas desproporcionadas y a una integración inadecuada de las herramientas tecnológicas. Es necesario adoptar un enfoque equilibrado y crítico, reconociendo el potencial de la tecnología como un complemento valioso, pero no como una solución mágica o un sustituto de los aspectos fundamentales del proceso de enseñanza-aprendizaje.
En los sistemas educativos, una situación de idealización de la tecnología se evidencia cuando se implementan políticas y programas que priorizan la adquisición masiva de dispositivos tecnológicos para las escuelas, sin una planificación integral que considere la formación docente, la adaptación curricular y la infraestructura necesaria para su uso efectivo. Se asume que la mera presencia de computadoras o tabletas en las aulas resolverá los desafíos de aprendizaje, ignorando los factores subyacentes.
A nivel de las instituciones educativas, la idealización de la tecnología se manifiesta cuando se destinan grandes inversiones a la compra de plataformas digitales o softwares educativos, con la expectativa de que estos reemplazarán por completo los métodos tradicionales de enseñanza. Se cree que los estudiantes aprenderán de forma automática al interactuar con estas herramientas, sin considerar la necesidad de una guía pedagógica y un acompañamiento docente adecuado.
En el aula, la idealización de la tecnología puede observarse cuando los docentes confían excesivamente en recursos digitales como videos o presentaciones interactivas, con la idea de que estos capturarán automáticamente la atención de los estudiantes y facilitarán el aprendizaje. Se minimiza la importancia del rol del docente como facilitador del proceso, y se asume que la tecnología por sí misma generará un aprendizaje, y además significativo.
En cuanto a la profesión docente, la idealización de la tecnología se manifiesta cuando se espera que los maestros adopten e integren diversas herramientas tecnológicas en sus prácticas de enseñanza, sin brindarles la formación adecuada y el tiempo necesario para desarrollar las competencias digitales requeridas. Se asume que los docentes podrán utilizar efectivamente estas tecnologías simplemente por el hecho de estar disponibles.
Una tendencia aún vigente
Esta tendencia a idealizar o demonizar la tecnología en educación es aún habitual. A menudo, se percibe a la tecnología como la solución milagrosa que resolverá todos los problemas educativos -de manera más o menos explícita-, o como una amenaza que socavará los procesos de enseñanza-aprendizaje tradicionales.
En una sociedad digital, interconectada y con presencia de inteligencia artificial, muchas estructuras se han transformado y seguirán transformándose. Paradójicamente, cuando se incluyen las tecnologías en la educación, a menudo se afirma que no se han producido cambios significativos. Esto demuestra la necesidad de comprender que la tecnología no es un fin en sí misma, sino una herramienta que debe ser integrada de manera crítica y equilibrada en un proceso de transformación más profundo y sistémico.
Por caso, la pandemia de COVID-19 puso en evidencia las posturas extremas e idealizadas sobre la tecnología en educación. Por un lado, se asumió una mirada tecnocéntrica, en la que se daba un protagonismo casi único a las tecnologías (por caso, las videollamadas), como garantía directa de estar enseñando. Si bien permitieron el vínculo con los estudiantes, en muchas ocasiones se centró todo el proceso en ello. Por ejemplo, se hablaba de “hacer un Zoom”, cuando en realidad se quería significar que era un encuentro de tutoría. Es decir, lo pedagógico se intentaba resumir en el nombre de una herramienta.
Por otro lado, también surgieron voces que afirmaban que la tecnología impedía por completo el proceso de enseñanza y de aprendizaje, y que era necesario esperar a retomar las clases presenciales. Inclusive aún quedan algunas expresiones muy arraigadas de que “la verdadera educación es cara a cara”, y que la mediatización tecnológica no hace más que tergiversar la esencia de la enseñanza y del aprendizaje.
Sin embargo, esta situación dejó en claro que los problemas eran mucho más complejos y estructurales que la mera disponibilidad o no de tecnología. La falta de preparación de los sistemas educativos, las brechas de acceso a dispositivos y conectividad, la escasa formación docente en modalidades remotas, la inadecuada adaptación de los currículos y materiales, entre otros factores, dificultaron la transición hacia entornos de aprendizaje mediados por tecnología.
Ambas visiones extremas, tanto la idealización como la demonización de la tecnología, son perjudiciales y no permiten aprovechar al máximo los beneficios que las herramientas tecnológicas pueden aportar a la educación cuando se integran de manera equilibrada y alineada con los objetivos pedagógicos.
Parte del proceso
La ilustración del inicio nos recuerda el riesgo de depositar expectativas desmedidas en la tecnología como solución mágica a los problemas de la educación. Si bien las herramientas tecnológicas pueden ser aliadas valiosas, no son la panacea que resolverá todos los desafíos estructurales que enfrentan los sistemas educativos, las instituciones, los docentes y el proceso de enseñanza y de aprendizaje.
Es necesario abordar estos aspectos de manera integral, adoptando un enfoque equilibrado que evite tanto la idealización excesiva como la demonización de la tecnología. En lugar de buscar respuestas definitivas, debemos seguir explorando cómo la tecnología puede complementar y mejorar la educación.
En educación no existen soluciones mágicas ni fórmulas únicas que puedan aplicarse de manera universal. La educación es un proceso complejo y multidimensional, influenciado por factores culturales, sociales, económicos y contextuales. Por lo tanto, sería ingenuo buscar respuestas definitivas o soluciones absolutas en torno al papel de la tecnología en la educación.
En su lugar, debemos adoptar una mentalidad de exploración constante, reconociendo que la integración efectiva de la tecnología en la educación es un proceso dinámico y en continua evolución. A medida que surgen nuevas herramientas y avances tecnológicos, debemos estar abiertos a explorar su potencial para complementar y mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Esta exploración requiere un enfoque colaborativo y participativo, involucrando a todos los actores clave: docentes, estudiantes, investigadores, diseñadores de tecnología, formuladores de políticas y familias. Cada uno de estos actores puede aportar perspectivas valiosas y experiencias únicas que enriquecerán el proceso de investigación y experimentación.
Además, esta exploración debe basarse en evidencia empírica y en la evaluación constante de los impactos de la tecnología en el aprendizaje. Es fundamental realizar estudios rigurosos, recopilar datos y analizar cuidadosamente los resultados obtenidos. Esto nos permitirá identificar las mejores prácticas, los desafíos y las oportunidades que surgen al integrar la tecnología en diferentes contextos educativos.
Al mismo tiempo, debemos fomentar una cultura de innovación y experimentación en el ámbito educativo. En lugar de temer los cambios o resistirse a ellos, debemos estar abiertos a probar nuevos enfoques y herramientas tecnológicas, siempre y cuando se alineen con los objetivos pedagógicos y se implementen de manera responsable y ética.
English & Art Teacher / PhD student Educational Technology
7 mesesEstoy de acuerdo con muchos aspectos de los que se habla en esta Newsletter, ahora mismo yo estoy realizando mi tesis doctoral en Tecnología Educativa, sí que es cierto que sí hablamos de las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías, podemos encontrar muchas cosas positivas como el ahorro de tiempo y mejor manejo de tareas administrativas para poder centrarnos en tareas más creativas de la docencia, pero también concuerdo que una sobreexposición de las TIC no es buena, la sobrestimulación y el uso indebido de estas puede traer consigo muchos problemas. Por otro lado, también deberíamos hablar de las políticas de seguridad de datos, las cuales deben ser más sólidas y estrictas al respecto, pero esto sería para hablarlo en otro momento, ya que es un tema muy complejo y daría para hablar en otro hilo. Gracias por compartir tu punto de vista, me ha parecido muy interesante. Un cordial saludo.
Autodidacta | Data Engineer
8 mesesEs fácil caer en la tentación de ver a la tecnología como la solución mágica que revolucionará la educación o, por el contrario, rechazarla por completo por temor a que socave los métodos tradicionales. Sin embargo, la realidad es más compleja y requiere un enfoque equilibrado. He experimentado de primera mano los beneficios que las herramientas tecnológicas pueden aportar al facilitar el acceso a recursos, promover la motivación estudiantil y atender diferentes estilos de aprendizaje. Pero también he enfrentado los desafíos de la sobrecarga de trabajo y la necesidad de una formación constante. Por eso, comparto plenamente la importancia de adoptar una mirada crítica, basada en evidencia empírica, que reconozca a la tecnología como una herramienta valiosa pero no como la panacea. Debemos fomentar una cultura de innovación responsable, sin perder de vista el rol fundamental del docente y los aspectos esenciales del proceso educativo.
Transformación Digital con foco en el SGC ISO 9001: 2015 y Calidad 4.0| Gestión de Procesos Inteligentes
8 mesesExcelente abordaje de la relación tecnología versus proceso de formación. Coincido totalmente con su crítica constructiva. Aprecio que esta relación no es gestionada adecuadamente por la mayoría de las instituciones educativas públicas y privadas. Las causas son diversas, pero creo que una de las más importantes es la falta de formulación de políticas públicas, programas, proyectos, objetivos bien determinados y la asignación necesaria de recursos y responsabilidades para su materialización, por parte de los gobiernos. Dice un refrán: si no sabes a dónde vas, no habrá camino que te lleve allí. Y es precisamente este cuestionamiento que debe constituir un punto de partida antes de iniciar cualquier acción de implementación de tecnologías que soporten los procesos de formación e investigación en las instituciones educativas. De acuerdo con el contexto (interno y externo) de la organización y las estrategias que estén formuladas así deberá comportarse la relación tecnología versus en el proceso de formación e investigación. Será esencial que los métodos de enseñanza y los currículos se transformen radicalmente Habrá que dedicar muchas horas de investigación y debate.... Gracias Pedro Luis por compartir
Servicio de diseño e-learning , asistencia técnica - administrativa de cursos a distancia - desarrollo de contenidos multimedia
8 mesesRecuerdo una institución que hace más de 10 años que disponía aulas virtuales antes de la pandemia y sólo se usaban para colgar el programa y cronograma de la asignatura y los foros, en el mejor de los casos. Y había que buscar la bibliografía impresa en la mayoría de las asignaturas. Al respecto de esta reflexión también hace algunos años leí a León Olivé, en el Bien, el mal y la razón, creo que repasaré esa lectura aún vigente. Saludos, gracias como siempre por la invitación a pensar.
Prof. de Educación Inicial/Lic. en Ciencias de la Educación/Maestrando en Tecnología Educativa/Inclusión Educativa| Gestión de Recursos Humanos.
8 meses¡Estoy de acuerdo!