Nunca te rindas
“Nunca te rindas”
Hace casi dos años y medio, en septiembre de 2019.
Me encontraba realizando en bicicleta (solo), el Camino de Santiago, llegando a la altura de Portomarín (Lugo), y en ese momento, me paré a comprar un refresco, recuperar energías para seguir hasta donde aguantase el cuerpo en aquella etapa (terminé en Ventas de Narón, Lugo).
En aquella pequeña tienda me encontré con una pulsera que me acompaña desde aquel entonces con el lema “Nunca te Rindas”. Un mensaje muy apropiado para los que nos ganamos la vida con la Educación Social, a los que estudian en alguna de las universidades en las que se imparte nuestra titulación o se encuentra en un segundo de bachillerato, donde sin saberlo, se encontrarán con una titulación que nos da dolores de cabezas y algunas alegrías.
La verdad, el mensaje de la pulsera funciona en muchas ocasiones. Te acuerdas de las palizas en un autobús cruzando la Vía de la Plata (ida y vuelta), salir de Ponferrada y tras dos noches, llegar a Santiago con un enorme “pajarón” encima (los que hacen ciclismo entenderán lo que significa esta palabra, ¡fueron 240 kms!). Fue un reto que me planteé por circunstancias personales, bonito y que me encantaría repetir.
Pero, ¿qué tiene que ver un Camino de Santiago con la Educación Social?. Pues mucho.
Somos integrantes de una profesión en la que nos enfrentamos a diversos problemas, como ocurre en el camino.
Por un lado, están los relacionados con nuestros usuarios, los cuales, tenemos que resolver en recursos residenciales (protección de menores o de menores no acompañados, inmigrantes, mujeres, discapacidad o personas mayores), servicios sociales comunitarios, los que puedan desarrollar sus funciones como edusos en un centro educativo (por ejemplo, en Andalucía no estamos reconocidos), entidades del tercer sector u ongd. Pero también, están los nuestros. Entre los que se pueden enumerar el poco reconocimiento político y social de lo que hacemos (desconocimiento), intrusismo profesional, trabajamos con diversas categorías laborales o cuesta conseguir ese primer empleo que nos denomine en el contrato como educador/a social. Yo lo conseguí en 2017, con 34 años.
Pero verán, este artículo no va a ir de lo mismo, de volver a tratar los principales problemas y otros que son de diversa índole; los cuales, nunca se irán, estarán y lucharemos contra ellos a pesar de los años.
Mi intención es motivar, generar sinergias positivas entre todas y todos, seas de donde seas y puede, que con el paso de tiempo consigamos llegar a estar en la misma línea de importancia que otras profesionales. Os recuerdo que somos una profesión que a través de nuestras herramientas buscamos el cambio social en el individuo o en diversos grupos sociales y cuando lo conseguimos, tenemos la suerte que hemos ayudado a mejorar una pequeña parcela del mundo.
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Cuando eres payaso y pirata, animador sociocultural (y en hoteles), monitor de escuelas de verano (llevo 12+1) y de campamentos, coordinador de un proyecto de animación a la lectura, redactor de contenido educativo en formación profesional, docente, técnico de empleo, educador medioambiental, desempleado y educador social la mochila de la experiencia se llena de elementos de aprendizajes que te hacen crecer (a nivel profesional y personal), comprender y entender la forma en la que nos ganamos la vida, pero, lo más importante es que nos llevamos a casa la experiencia de ayudar a que alguien pueda mejorar su universo más cercano.
El consejo de estas líneas no va sobre lo que aprendemos en las diversas fases laborales o cuando estudiamos; debemos añadir elementos de aprendizajes conseguidos a raíz de lo que aprendemos por iniciativas creadas y generadas por nosotros mismos, con nuestras manos.
Se pueden fomentar ideas que nos permitan crecer y ayuda a ampliar nuestro radio de contacto con profesionales de la Educación Social. ¿Qué podemos hacer?
Algo que no se nos enseña cuando estamos en la facultad, es que estamos en una profesión que tiene espacios de trabajos sin explorar, lugares donde podemos tener cabida y podemos desarrollar nuestros aprendizajes adquiridos a lo largo de nuestra vida profesional. Hay que buscarlos y encontrarlos.
Ser autodidacta nos puede ayudar a crear, innovar o tener curiosidad por dar soluciones a los problemas de un modo distinto, alternativo y realizable; buscando espacios de intervención a través de la puesta en marcha de proyectos (he estado presente en la creación de dos asociaciones relacionadas con la educación social); queda con profesionales de otros ámbitos y de la educación social, donde te puedes enriquecer. Desde hace unos ocho años me reúno con mi compañero de facultad para degustar un café “ikeano” y tratar sobre educación social; son conversaciones interesantes, de las cuales se podría escribir un libro; surgen ideas y propuestas e historias con las que nuestra profesión sigue en pié.
Pensad en lo que podemos aportar desde nuestros conocimientos básicos que se nos marca desde lo que hemos aprendido desde que iniciamos nuestra formación en el aula y con las experiencias profesionales que adquirimos cuando leemos, pensamos y creamos teorías necesarias para seguir creciendo. Nunca te rindas.