¡Palabra de IA, te rogamos óyenos!
Gracias a Casa Mediterráneo , el pasado jueves tuve el placer de participar en un frutífero debate en materia de IA, organizado por el medio TODOAlicante.es .
Hasta esa fecha siempre me había apoyado en definiciones propuestas por voces autorizadas en Inteligencia Artificial. ¿Pero que dice la propia IA al respecto? Por curiosidad, decidí preguntarle al Chat GPT que me diera su definición y esto es lo que obtuve:
La inteligencia artificial (IA) se refiere a la capacidad de las máquinas para realizar tareas que normalmente requerirían de la inteligencia humana. Consiste en el desarrollo de algoritmos y sistemas que pueden aprender, razonar, reconocer patrones y tomar decisiones basadas en datos. La IA busca imitar la forma en que los humanos piensan y resuelven problemas, permitiendo a las máquinas procesar información, adaptarse y mejorar su desempeño a lo largo del tiempo.
Una definición clara, concisa, correcta y coherente facilitada en cuestión de segundos que sigue al pie de la letra una máxima en materia de comunicación: “que el receptor te entienda, se sorprenda y vea una oportunidad.”
Una definición de libro como tantas otras que podemos encontrar si hacemos una búsqueda en Internet. En definitiva, nada nuevo.
Como consecuencia del resultado de este ejercicio, me propuse llevar al debate mi propia definición, basada en una reflexión íntima alejada del relato académico y de clichés y esto fue lo que salió:
Recomendado por LinkedIn
La Inteligencia Artificial es una nueva religión que nos obligará a reevaluar muchas de las ideas tradicionales sobre la mente, la ética y la religión.
Los fundamentos en los que baso mi definición son los siguientes:
En plena era cognitiva donde el dato es el nuevo oxígeno, la IA tiene potencial para revolucionar el concepto tradicional de religión. Mientras que las cinco religiones más profesadas en el mundo se alimentan de la fe, la IA lo hace del dato. Esta cualidad de la IA vinculada a la supercomputación cuántica le confiere capacidad para no solo resolver muchas de las incógnitas que atormentan al ser humano en su relación con su ser y con el universo, sino también para resolver su relación con la vida y con la muerte hasta el punto de que morirse sea una opción.
En este contexto, la IA va camino de ser el gran negocio, no del siglo sino de toda la historia de la humanidad, invadiendo y revolucionando nuestras vidas como ninguna otra tecnología lo había hecho antes, ni siquiera el propio internet.
En 1995, en otro arrebato reflexivo, esta vez más introspectivo, escribí: “La perfección empieza donde acaba la mortalidad, de ahí que ‘Dios’ sea su máximo exponente. Mientras tanto el precio que hemos de pagar para lograrla es el precio del dinero.”