Perspectivas Psicológicas sobre Ansiedad, Angustia y Estrés

En mis últimos meses dedicándome a la psicología clínica, he observado una frecuente confusión entre los términos ansiedad, angustia y estrés. Abordar estas complejidades emocionales requiere una exploración más profunda para entender sus matices y diferencias. Es por esto que he decido escribirles y compartir esta nota sobre los conceptos y algunas diferencias sobre ansiedad, angustia y estrés. Siguiendo la teoría cognitiva de Aaron Beck (1976), la ansiedad se presenta como una preocupación anticipada frente a eventos futuros, a menudo teñida por una percepción de amenaza. Contrastando con esta noción, la angustia, según la perspectiva de Richard Lazarus (1966), se centra en una respuesta intensa y desagradable ante situaciones que se perciben como incontrolables.

El estrés, conceptualizado por Hans Selye (1956), ofrece otra capa de complejidad a esta tríada emocional. El estrés se manifiesta como una respuesta general del organismo frente a demandas externas que son percibidas como amenazantes o desafiantes. Aunque comparten elementos subyacentes, como la activación fisiológica y cognitiva, la ansiedad, la angustia y el estrés difieren en sus enfoques y manifestaciones. La ansiedad y la angustia se arraigan en la anticipación y la respuesta emocional, respectivamente, mientras que el estrés se relaciona más con la demanda externa y la necesidad de adaptación.

Reconocer estas distinciones es crucial para abordar adecuadamente cada experiencia emocional. La terapia cognitivo-conductual, basada en los principios de Beck, ha demostrado ser efectiva para tratar la ansiedad, abordando patrones de pensamiento disfuncionales. Por otro lado, las estrategias de afrontamiento y la reestructuración cognitiva, propuestas por Lazarus, pueden ser valiosas en situaciones donde la angustia es predominante. Al entender estas diferencias, los profesionales de la salud mental podemos ofrecer intervenciones más precisas y personalizadas, allanando el camino para que las personas enfrenten y superen estos desafíos emocionales con éxito.

En mi práctica clínica, busco que mis consultantes reconozcan que estas emociones no existen en compartimentos fijos; más bien, se entrelazan y coexisten en la experiencia humana. Una persona puede experimentar ansiedad ante una situación estresante y, como resultado, enfrentar una angustia aguda al enfrentarse a eventos que desencadenan recuerdos traumáticos. Esta interconexión destaca la importancia de abordar estas experiencias desde una perspectiva integral.

La comprensión profunda de estas emociones también permite una intervención más efectiva. Al utilizar enfoques terapéuticos que abarquen aspectos cognitivos, emocionales y conductuales, podemos trabajar para desentrañar las complejidades subyacentes. La combinación de técnicas de la terapia cognitivo-conductual para abordar patrones de pensamiento disfuncionales, junto con estrategias de manejo del estrés y la angustia, ofrece un enfoque integral para ayudar a las personas a desarrollar habilidades de afrontamiento duraderas y promover un bienestar emocional sostenible. En última instancia, esta comprensión detallada de la ansiedad, angustia y estrés no solo enriquece la práctica clínica, sino que también potencia la capacidad de las personas para navegar por las complejidades emocionales de la vida con resiliencia y autenticidad.

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