¿Podemos frenar el calentamiento global capturando CO2?
Tenemos que limitar el aumento de la temperatura de la Tierra a 1,5 ̊C antes de 2030. Pero seguimos emitiendo grand cantidad de gases de efecto invernadero, por lo que hay que absorber CO2 de la atmósfera. Algo que ha dado pie a la tecnología de emisiones negativas y abierto el debate sobre su efectividad.
Carmen Gómez-Cotta para Ethic Magazine
Imagina una veintena de ventiladores gigantes funcionando a toda velocidad. Imagínatelos capturando CO2 que luego se almacena en unos enormes filtros. Sigue imaginando y somete ese dióxido de carbono a un proceso químico a través del cual se obtiene combustible limpio.
Tu sueño tiene nombre: descarbonizar la economía por medio de la absorción de CO2 de la atmósfera. Y no es una utopía. Es ya una realidad.
Carbon Engineering, una compañía canadiense que cuenta con Bill Gates como uno de sus principales inversores, ha patentado una tecnología que extrae CO2 del aire, lo mezcla con hidrógeno y lo utiliza para producir combustible de transporte sintetizado, empleando energía solar y eólica en el proceso. Denominada Air to Fuels (A2F), esta innovación «va a cambiar las reglas del juego», afirma Geoff Holmes, del equipo de Desarrollo de la compañía.
La empresa, que ya captura una tonelada de CO2 de la atmósfera por día, va camino de convertirse en la primera planta que comercialice este tipo de combustible. «A2F es el futuro, porque requiere 100 veces menos tierra y agua que los biocombustibles», añade Holmes. Una alternativa que puede revolucionar la industria del transporte, responsable de casi un tercio de las emisiones globales.
Las emisiones de CO2 crecieron en 2017 hasta alcanzar un máximo histórico de 53,5 gigatones, según el último informe del Programa de la ONU para el Medio Ambiente. Esta subida, debida a una aceleración de la demanda mundial de energía, di culta los planes de mantener la subida de la temperatura global por debajo de los 2 ̊C estipulados en el Acuerdo de París, el mayor tratado vinculante sobre cambio climático, rati cado por 197 países.
Tanto es así, que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) ha dado un paso más, advirtiendo de que dicha subida de la temperatura no puede superar los 1,5 ̊C de aquí a 2030. «Las promesas de los Gobiernos durante los tres últimos años [desde que se firmó el Acuerdo de París] no han sido su cientes para alcanzar este objetivo», afirma Jim Skea, copresidente de uno de los grupos de trabajo del IPCC.
«Tenemos que llevar a cabo cambios a una escala sin precedentes», advierte. Lo cual implica «reducir drásticamente las emisiones en todos los sectores, usar un amplio abanico de tecnologías, cambiar nuestro comportamiento y aumentar significativamente las inversiones en opciones bajas en carbono».
Los expertos han dejado claro que tenemos que alcanzar con urgencia un equilibrio entre las emisiones antropogénicas (aquellas derivadas de la quema de combustibles fósiles y causantes de los gases de efecto invernadero) y la eliminación de CO2 por absorción. Y es precisamente esto lo que ha abierto el camino a las tecnologías de emisiones negativas.
¿PARCHE O SOLUCIÓN?
¿Es posible que estas tecnologías ayuden a reducir las emisiones de CO2? Para muchos, la prioridad no debería ser eliminarlas, sino dejar de emitirlas.
«Por supuesto que hay sectores donde es más fácil y barato cortar las emisiones de CO2 antes que capturarlas de nuevo de la atmósfera», reconoce Holmes, de Carbon Engineering. «Pero hay otros sectores en los que es más costoso y difícil descarbonizar y donde las tecnologías de emisiones negativas pueden ayudar».
Y es precisamente aquí donde surge el debate. ¿Pueden estas técnicas ayudar a cumplir el objetivo de 2030?
Para el Comité Científico Asesor de las Academias Europeas, «tienen un potencial realista limitado». Este organismo, formado por las academias de ciencias nacionales de los miembros de la UE, ha publicado un informe en el que analiza el potencial de las tecnologías de emisiones negativas. Según sus conclusiones, para que cumplan los escenarios planteados por el IPCC, «tendrían que aplicarse a mucha mayor escala», aclara Thierry Courvoisier, su presidente. «Hay que tener cuidado y no depender demasiado de ellas, porque de momento no son su ciente», ya que se encuentran en fase incipiente y todavía son pocas las empresas que se dedican a su desarrollo e implementación.
«Sabemos mucho sobre restauración de ecosistemas, forestación o captura de carbono en tierra», opina Sabine Fuss, investigadora experta en temas de gestión de recursos sostenibles y cambio climático que colabora con Global Carbon Project, organización que cuantifica y analiza las emisiones de CO2. «Son buenas opciones que funcionan muy bien a corto plazo a la hora de capturar y eliminar carbono», pero reconoce el elevado coste y todavía desconocimiento de «los efectos secundarios a largo plazo» de otras nuevas tecnologías.
Le parece interesante el trabajo de Climeworks, empresa suiza que ha empezado a comercializar el CO2 que captura directamente del aire a través de unos inmensos ventiladores que pueden llegar a absorber hasta 50 toneladas de CO2, cada uno, por año. Una cantidad nada desdeñable si tenemos en cuenta que un árbol puede absorber hasta 50 kilos al año.
«Es cierto que el objetivo de 2030 es ambicioso, pero tenemos un potencial realista y lo estamos demostrando», afirma Louise Charles, responsable de Comunicación de Climeworks. De momento, la planta cuenta con 18 ventiladores que capturan 900 toneladas de CO2 al año, suma que equivale a las emisiones de 200 automóviles.
El problema surge con el precio: cada tonelada cuesta alrededor de 600 dólares. «Lo que esperamos que pase con la captura directa de aire es lo que pasó con la energía solar o eólica hace 20 años», explica Louise. Está en una fase incipiente de desarrollo y por eso «es costosa, pero según sigamos optimizando esta tecnología y empecemos la producción a gran escala, bajarán los precios. Esperamos reducir el coste a 300 dólares por tonelada en unos tres años y bajarlo a unos 100 a nales de 2030».
De momento, no existe un precio global del carbono, algo a lo que anima Jian Liu, jefe de científicos del Programa de la ONU para el Medio Ambiente. «El potencial de la política fiscal como incentivo es cada vez más reconocido. Ya se han implementado o programado 51 iniciativas de jación de precios del carbono que cubren alrededor del 15% de las emisiones globales».
Adoptar impuestos sobre los combustibles fósiles, así como políticas fiscales para subsidiar las alternativas de bajas emisiones, puede reducir las emisiones de carbono, opina Liu. Es más, si el precio del carbono se fijara en unos 70 dólares por tonelada, en algunos países las emisiones bajarían hasta un 40%.
Gracias a los estudios llevados a cabo por un grupo de investigadores del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados, «ahora entendemos mejor el presupuesto de carbono» para alcanzar dicho objetivo, explica Joeri Rogelj, principal investigador del estudio. Y conviene no salirse de los límites, porque «para algunos países y ecosistemas vulnerables, esta temperatura puede que sea ya muy elevada», añade.
A la hora de desarrollar estos presupuestos hay que tener en cuenta el comportamiento de las absorciones naturales de carbono, sobre todo en los escenarios bajos en carbono necesarios para alcanzar los objetivos estipulados. Un elemento clave para establecer dichos escenarios es cuantificar la efectividad de las tecnologías de emisiones negativas, que se verán afectadas por la retroalimentación de los ciclos de carbono.
«Sabemos que cuando emitimos, por ejemplo, dos toneladas de CO2, los bosques y océanos absorben la mitad, quedando solo una tonelada en la atmósfera», apunta Chris Jones, investigador y experto en modelados del ciclo del carbono, que ha publicado un estudio con Global Carbon Project sobre emisiones negativas.
Lo mismo ocurre con las emisiones negativas. «Capturar CO2 reduce los sumideros naturales, que dependen de altos índices de dióxido de carbono en la atmósfera. Así que necesitamos eliminar unas dos toneladas de CO2 para reducir la cantidad de la atmósfera en una tonelada», explica.
Lo urgente, advierte, es mitigar las emisiones de CO2 lo más rápido que podamos. Porque «si el agua se sale de la bañera, lo primero es cerrar el grifo y después utilizar esponjas para recoger el agua. Y las emisiones negativas son como esponjas, útiles para limpiar, pero no la solución si dejamos el grifo abierto», concluye Jones.