Por qué la sociedad a menudo se pone del lado del agresor: Un análisis muy Personal y Profundo
En un mundo ideal, esperaríamos que la sociedad apoyara incondicionalmente a las víctimas de agresiones y estafas. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y muy frecuentemente, nos encontramos con un fenómeno desconcertante, pero que ya es algo normal: la tendencia de las personas a ponerse del lado del agresor en lugar de la víctima.
Con este artículo, intento explorar algunas de las razones, que por mi parte he podido analizar, en base a mi experiencia y buscando documentación, para buscar respuestas, de algo que en mi menta, siempre me ha parecido ilógico, pero que es un hecho muy común de nuestra sociedad.
El sesgo de la creencia en un mundo justo que hace que muchos miren a otro lado.
Una de las principales razones por las que las personas tienden a culpar a las víctimas es el "sesgo de la creencia en un mundo justo". Esta teoría psicológica, propuesta por Melvin Lerner en la década de 1960, sugiere que las personas tienen una necesidad inherente de creer que el mundo es un lugar justo y ordenado donde las cosas buenas les suceden a las personas buenas y las cosas malas a las malas. Cuando nos enfrentamos a situaciones que desafían esta creencia, como cuando una persona inocente es víctima de un crimen, nuestras mentes buscan formas de restaurar ese sentido de justicia. Desafortunadamente, esto a menudo lleva a la gente a buscar razones por las que la víctima "merecía" lo que le sucedió, en lugar de aceptar que a veces ocurren cosas malas a personas buenas sin ninguna razón.
Esto suele pasar mucho con las víctimas de violación, con la gente estafada, etc.., algo que se va a poder perfilar mejor en los siguientes apartados.
El efecto del mundo pequeño
Otro factor que influye en esta tendencia es el "efecto del mundo pequeño". En un mundo cada vez más conectado, las personas tienden a sentir que están más cerca de los demás de lo que realmente están. Esto puede llevar a una falsa sensación de familiaridad con los agresores, especialmente si son figuras públicas o personas con cierto estatus social. Esta percepción de cercanía puede hacer que las personas sean más propensas a empatizar con el agresor, buscando excusas para su comportamiento o minimizando la gravedad de sus acciones. "Seguro que no lo hizo con mala intención", "Todos cometemos errores", son frases que a menudo se escuchan en estos casos, mientras que a la persona agredida o estafada, se le quita importancia del daño recibido.
El miedo a la vulnerabilidad
La idea de que cualquiera puede ser víctima de una agresión o estafa es aterradora para muchas personas. Como mecanismo de defensa, algunas personas prefieren creer que las víctimas de alguna manera "provocaron" o "permitieron" que les sucediera algo malo. Este pensamiento les da una falsa sensación de control y seguridad: "Si soy lo suficientemente cuidadoso, inteligente o bueno, esto no me pasará a mí". Este miedo a la vulnerabilidad puede llevar a las personas a distanciarse emocionalmente de las víctimas y, en algunos casos, incluso a culparlas abiertamente por lo sucedido.
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La influencia de los medios y la narrativa social
Los medios de comunicación y las redes sociales juegan un papel crucial en la formación de la opinión pública. La manera en que se presentan las noticias sobre agresiones y estafas puede influir significativamente en cómo el público percibe tanto a las víctimas como a los agresores. A menudo, los medios tienden a humanizar a los agresores, explorando su pasado, sus motivaciones y las circunstancias que los llevaron a cometer el acto. Mientras tanto, las víctimas pueden ser reducidas a estadísticas o presentadas de manera que inadvertidamente sugiera que podrían haber evitado la situación. Esta narrativa desequilibrada puede llevar al público a simpatizar más con el agresor que con la víctima.
El poder y la admiración social
En muchos casos, los agresores o estafadores ocupan posiciones de poder o son admirados socialmente por su éxito, carisma o estatus. Esta admiración preexistente puede hacer que las personas sean reacias a aceptar que alguien a quien respetan o admiran haya cometido un acto reprochable. La disonancia cognitiva que surge de esta situación puede llevar a las personas a buscar formas de justificar las acciones del agresor o a desacreditar a la víctima para mantener intacta su imagen del "héroe caído".
La complejidad de la naturaleza humana
Es importante reconocer que los seres humanos son complejos y multifacéticos. Los agresores y estafadores no son monstruos unidimensionales, sino personas con sus propias historias, traumas y motivaciones. Esta complejidad puede hacer que algunas personas se sientan inclinadas a buscar el "lado humano" del agresor, lo que puede llevar a una simpatía mal dirigida. Sin embargo, es crucial recordar que entender no es lo mismo que justificar. Podemos buscar comprender las raíces de un comportamiento dañino sin excusarlo o minimizar el sufrimiento de las víctimas.
Reflexión final
La tendencia de la sociedad a ponerse del lado del agresor es un fenómeno complejo y preocupante que requiere una seria reflexión. Como sociedad, debemos esforzarnos por crear un entorno que apoye y valide a las víctimas, al tiempo que buscamos comprender y abordar las raíces de los comportamientos agresivos y fraudulentos. Es fundamental que cultivemos la empatía, desafiemos nuestros propios sesgos y nos esforcemos por ver más allá de las narrativas simplistas. Solo a través de un esfuerzo consciente y colectivo podremos crear una sociedad más justa y compasiva, donde las víctimas se sientan apoyadas y los agresores sean responsabilizados de manera adecuada. Debemos recordar que el verdadero progreso social no se mide por nuestra capacidad de justificar lo injustificable, sino por nuestra voluntad de enfrentar las injusticias y trabajar activamente para prevenirlas. Es hora de que cambiemos la narrativa y nos aseguremos de que nuestro apoyo esté siempre del lado correcto de la justicia y la compasión.
Pero que a la vez seamos capaces de responsabilizar a aquellos, que de un modo directo o indirecto, apoyan a los estafadores y agresores, mientras denigran a las víctimas.
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