¿Por qué un campus en la era digital?

Quien siga noticias del IESE, habrá visto que este otoño estamos poniendo en marcha nuestro nuevo campus en Madrid, triplicando el tamaño de nuestras instalaciones en la ciudad, aumentando nuestras actividades allí en un 50%, y renovando nuestro enfoque en el emprendimiento.

¿Por qué un nuevo campus? Es una pregunta que me han hecho algunas veces durante los últimos meses. Detrás de esta cuestión subyace la asunción de que como el mundo se está moviendo hacia lo online, los espacios físicos importan menos que los virtuales, y que una escuela global como el IESE debería apostar exclusivamente por el aprendizaje a distancia.

En un artículo anterior escribí cómo, durante los últimos 18 meses de pandemia, hemos aprendido como institución tanto el enorme potencial como los límites de las herramientas digitales en el aprendizaje de los directivos.

Entonces, ¿por qué un nuevo campus?

La idea del campus universitario comenzó en Europa, con la fundación de la Universidad de Bolonia y la Universidad de Oxford a finales del siglo XI, con la idea de “enclaustrar” a estudiantes y profesores juntos.

Cualquiera que haya visitado el campus de una universidad de primer nivel ha experimentado esa energía especial que desprende. Personas brillantes se reúnen y desconectan para estudiar y trabajar juntos.  Algunas de las empresas más innovadoras del mundo también comparten esta visión: empresas como Apple, Google o Microsoft han construido sus propios campus -conjuntos de edificios rodeados de espacios verdes—que actúan como verdaderas fábricas de ideas.

Para el IESE, la principal razón para construir un nuevo campus es provocar las interacciones y aprendizaje que se consiguen cuando personas inteligentes se dan encuentro en un lugar que invita a la cooperación. Así, nuestro campus de Madrid será un lugar para crear vínculos entre profesores y estudiantes, entre los directivos que cursan programas, entre antiguos alumnos y empresas, y todas las personas que participen en el proceso de aprendizaje. En mi opinión, construir y mantener esos vínculos es la esencia de lo que creemos que puede aportar la educación.

Nuestro nuevo campus también será un lugar de reflexión sobre el papel que tiene la empresa en el mundo. Cuando uno está en el aula, alejado de las obligaciones del hogar y del trabajo, consigue el tipo de pensamiento profundo y crítico sobre no sólo cómo gestionar bien un negocio –algo imprescindible-, sino también sobre cómo asegurar que el trabajo que realiza beneficia a todas las partes. Más allá de los accionistas, eso significa mejorar la vida de los empleados, clientes, proveedores y la comunidad. En otras palabras, ser una fuerza positiva para la sociedad. Y todo ello con un claro foco en la sostenibilidad. Esto incluye, por supuesto, ser respetuosos con el medioambiente, pero también transmitir la sostenibilidad en nuestra formación en línea con la definición de desarrollo sostenible de la ONU: "satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades".

La idea inicial de los campus universitarios de hace siglos fue reunir a los estudiantes y profesores, alejados del mundo. Esa premisa sigue siendo válida, pero las posibilidades de hacer lo contrario han cambiado. Gracias, en parte, a la tecnología, podemos traer el mundo a nuestros campus, de manera que podemos analizarlo y comprenderlo con la perspectiva que da alejarse unos pasos. En definitiva, espero que, entre muchas otras cosas, nuestro nuevo campus en Madrid sea un lugar para forjar vínculos profundos y reimaginar el mundo de la empresa como una fuerza positiva para generar un impacto positivo en la sociedad.