Probando, probando… ¿hay alguien ahí? | Tal vez eres tú

Probando, probando… ¿hay alguien ahí? | Tal vez eres tú

Piensa en la última vez que te sentaste a ver un atardecer en todo su esplendor. 

¿Te pareció hermoso? ¿Lleno de colores? ¿Con un toque etéreo? O tal vez fue solo un atardecer más..

Pero más importante aún, ¿quién te dijo todo esto? 

¿Alguna vez has sentido ese susurro en el oído después de tomar una decisión, felicitándote o criticándote? Y no, no hablo de Pepe Grillo o de voces externas; hablo del diálogo interno, esa conversación constante que tienes contigo.

Conectemos más profundo: de manera similar a Marty McFly navegando por múltiples realidades en "Volver al Futuro", o Evelyn Quan Wang saltando entre múltiples universos, nuestro diálogo interno crea múltiples versiones de nosotras y nosotros mismos, basadas en nuestras creencias, miedos, esperanzas y experiencias.

¿Te has detenido a apreciarlo? ¿Hablas contigo en el día a día? En lo personal, me causó extrañeza totalmente leer una hipótesis fascinante que sugiere que no todas las personas tienen este diálogo interno.

Para algunas personas, es una charla constante, una voz omnipresente que evalúa, critica, alienta y sueña. Para otros, es un silencio ocasional que solo se pronuncia en momentos de reflexión profunda.

¿De dónde viene este diálogo interno?

El diálogo interno tiene raíces en la socialización y la autoconciencia. Cuando somos pequeños y pequeñas, internalizamos las voces de cuidadores, profesores y amigos, formando eventualmente una voz propia que replica, refuta o amplifica esos mensajes iniciales. Es una herramienta que nos ayuda a comprender el mundo y, a menudo, a comprendernos a nosotras y nosotros mismos en relación con él.

¿Cómo es tu relación con ese dialogo?

Esta pregunta puede detonar múltiples escenarios hacia los cuales podemos decantarnos. 


El diálogo interno como catalizador creativo

Nuestro diálogo interno tiene el poder de empujarnos hacia el abismo de la creatividad, de hacernos creer en lo increíble, de inspirar grandes ideas y de atrevernos a desafiar lo establecido. Es ese chispazo que pregunta: "¿Y si...?" antes de cualquier invención. Pero también puede ser nuestro crítico más severo, llenándonos de dudas y temores.

Si partimos del principio en el que todo podemos crearlo, ¿cómo vamos a empoderarlo y usarlo a favor?


Nutriendo y expandiendo tu diálogo interno

Si aceptamos que este diálogo es una brújula para la creatividad, la siguiente pregunta es: ¿cómo podemos nutrirlos?

Acá te comparto algunas sugerencias:

  • Consume diversidad: Al igual que necesitamos nutrientes varios para nuestra salud física, nuestro diálogo interno necesita diversidad. Lee libros de diferentes culturas, géneros y eras. Escucha música que no sueles escuchar. Estimula tu mente con nuevas perspectivas. Sal a ver Barbie y Openheimer, Elementos y La La Land y conecta los puntos.
  • Practica la escritura reflexiva: Dedica tiempo a escribir tus pensamientos, sentimientos y reacciones. La escritura te permite materializar ese diálogo, dándole forma y claridad. Escucha con esa voz de manera activa.
  • Busca el silencio: En un mundo ruidoso, busca momentos de quietud. La meditación o simplemente unos minutos de silencio diario pueden ayudar a escuchar ese diálogo con mayor claridad.
  • Conversa con otros: Aunque parezca contradictorio, hablar con otros puede enriquecer tu diálogo interno. Las perspectivas ajenas pueden añadir profundidad y matiz a tu voz interior. ¿Qué podrías tomar de esas conversaciones para evolucionar tus ideas?
  • Desafía tus creencias: Similar a cuestionar suposiciones, como mencioné en una entrada anterior, cuestiona tus propias creencias. Este acto alimenta un diálogo interno más fuerte y resiliente. ¿Qué podrías hacer hoy de manera diferente?


Last but not least

El diálogo interno es más que una simple charla; es una herramienta poderosa para comprender el mundo, moldear la realidad y potenciar nuestra creatividad. 

Hoy es un buen día para reflexionar sobre él, para darle espacio y para permitirle crecer, porque, después de todo, es esa voz la que tiene el poder de reformular nuestros imaginarios.

¿Cómo quieres desafiarlo hoy?

Cuéntame, quiero leerte

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