"Quemad las naves", como ultima opcion.
Quiero que por un momento se imaginen en una isla. Vos estás ahí, rodeado de agua, y a lo lejos, divisás otras islas. Algunas están habitadas por personas con las que compartiste buenos momentos, creaste algo importante. En otras, puede que haya personas con las que tuviste roces o con quienes nunca terminaste de encajar.
Ahora, acá viene lo interesante: todas esas islas están conectadas por puentes. Esos puentes representan las relaciones que hemos ido construyendo a lo largo de la vida. Pero… ¿qué pasa si decidimos destruir esos puentes?
Romper relaciones no siempre es algo que hacemos con mala intención. A veces es por malentendidos, otras veces por orgullo, o simplemente porque no les damos la importancia que merecen. Pero cuando destruimos un puente, las consecuencias son profundas, y a veces ni nos damos cuenta.
Hoy quiero que hablemos de lo que sucede cuando elegimos romper en lugar de construir. Y reflexionemos juntos sobre cómo eso puede impactar no solo el futuro de nuestras organizaciones, sino también nuestras propias carreras.
La confianza: el cemento de cualquier puente
Cuando empecé a trabajar en una empresa grande, un compañero me dijo algo que no entendí en ese momento: “Acá, todo gira alrededor de las relaciones”. por aquel lejano momento pensé que eran solo palabras vacías como quien diria hoy "radio pasillo", pero con el tiempo me di cuenta de que sus palabras eran reales, sin confianza, nada avanza. Nada.
Las relaciones laborales, tanto dentro como fuera de una empresa, dependen de la confianza. Es la base de todo. Y cuando rompemos un puente, lo primero que se quiebra es esa confianza. Recuperarla es un proceso largo y, en algunos casos, imposible.
Recuerdo una empresa con la que trabajé que rompió relaciones con un cliente clave por una mala decisión. No solo perdieron ese contrato, sino que otros clientes se enteraron y, con el tiempo, también empezaron a desconfiar. Porque cuando te ganás la reputación de alguien que destruye puentes, es muy difícil quitártela.
La innovación no ocurre en el aislamiento
Nos encanta decir que nuestras empresas son innovadoras, que siempre estamos un paso adelante. Pero la verdad es que la innovación no ocurre en el vacío. La innovación necesita conexiones, ideas que se compartan, que se conecten. Personas que colaboren y construyan algo juntas.
Un ejemplo clarísimo es el de Steve Jobs, quien insistía en que ingenieros y diseñadores trabajaran codo a codo. Sabía que la verdadera innovación surgía del cruce de ideas y de la colaboración.
Cuando rompemos esos puentes y dejamos que la desconfianza se imponga, la innovación se apaga. Trabajé con una empresa donde los equipos estaban tan fragmentados que nadie quería compartir información y experiencias. ¿adivinen el resultado? Todo estaba estancado. La empresa no pudo avanzar porque los puentes se habían roto.
El alto costo de romper relaciones
A veces pensamos que, si una relación no funciona, lo mejores cortar por lo sano. Y sí, en ocasiones es necesario. Pero pocas veces nos detenemos a pensar en el costo real de romper una relación.
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Romper un puente no es gratis. No hablo solo de dinero, sino de energía, tiempo, oportunidades que se pierden. Recuerdo un cliente, una empresa de logística que decidió cortar relaciones con varios socios por conflictos internos. Lo que parecía una solución rápida se convirtió en meses de caos y pérdidas. Lo que no calcularon fue el costo de tener que reconstruir esos puentes desde cero.
La cultura organizacional: el corazón de la empresa
La cultura organizacional es lo que le da vida a una empresa. Es lo que se siente cuando entrás a la oficina, lo que determina cómo trabajamos y colaboramos.
Una vez escuché una frase que me marcó: "La cultura se desayuna a la estrategia". Y es verdad. Una empresa puede tener la mejor estrategia del mundo, pero si la cultura está rota, si los empleados no confían entre ellos, esa estrategia no sirve de nada.
Cuando rompemos puentes, lo que estamos haciendo es destruir la cultura. Y lo peor es que muchas veces no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde.
El talento: nadie quiere quedarse en una isla
Hoy más que nunca, el talento es el recurso más valioso de cualquier empresa. Pero, ¿qué pasa cuando el mejor talento no quiere quedarse porque el ambiente es tóxico, porque las relaciones están rotas?
Hace poco, un amigo que trabajaba en una multinacional renunció. ¿El motivo? No fue ni el sueldo, ni el trabajo en sí. Me dijo: “Me fui porque no había con quién construir algo”. Esa frase me hizo pensar. Al final del día, la gente no deja trabajos, deja culturas. Deja lugares donde no se siente conectada.
¿Destruir o construir?
Destruir puentes es fácil. Construirlos, en cambio, requiere tiempo, paciencia y compromiso. Romper una relación puede parecer la solución más rápida, pero las consecuencias son profundas y duraderas.
Hoy, quiero que se lleven esto: construir puentes no es solo algo que hacemos por cortesía. Es una estrategia fundamental para el éxito a largo plazo. La confianza, la colaboración y la innovación son el resultado de los puentes que decidimos construir cada día.
La próxima vez que se enfrenten a un conflicto, pregúntense: ¿es mejor destruir o construir?
Al final del día, el verdadero éxito de nuestras organizaciones depende de nuestra capacidad para conectar. No somos islas. Somos puentes. Y esos puentes nos llevan a lugares que, solos, jamás podríamos alcanzar.