Quiero Ser Madre

En mi caso fueron 42 semanas, para otros 36, algunos siguen aquí a pesar de haber sido a la 28. Para los leones son 15, los ratones 3, las ballenas 51, los elefantes 90.

Me pregunto cuánto tardan las alcachofas, y cómo se les dice a sus madres.

Este tiempo precioso que una madre siente en su médula y provee a una parte de su ser con certeza amniótica. Esa certeza que la madre nunca pierde, aunque esa parte se desprenda y salga a volar por el mundo de edificios y nubes.

Yo quiero ser madre para sentir que mi vida no es mía sino de alguien más. Para posponer mis síntomas y mi cansancio y mi trabajo y mis lonjas y mis amigas y mis sueños, para dárselos a otra parte de mí.

Como la tierra hace con sus hijos, como el árbol que le da al niño diversión al trepar sus ramas, un pizarrón para que grabe sus iniciales, frutas para que haga dinero, madera para que construya una casa y un tronco para descansar al final de su vida.

Quiero ser la madre-árbol que ofrece parte de sí misma y solo luego puede llegar a cuestionar si esa parte, es realmente suya.

Quiero ser madre para sentir que el cordón umbilical de la vida existe, aunque un médico, o el padre, lo haya cortado con unas filosas tijeras. Saber que nunca me separé, saber que la separación es imposible. Sentir, que la separación es imposible.

Y sentir, cada segundo de mi vida, aunque hayan pasado 50 o 500 años, que pase lo que pase, pasaré a recoger a mis hijos a la escuela.

Pero soy padre. Y antes de dar, cuestiono si eso a lo que le doy es parte de mí. Soy un padre que se sabe unido, pero no siempre se siente unido, y se ha acostumbrado, a fuerzas de usar lenguajes y cosmovisiones paternalistas, a tratar al otro como otro, incluyendo lo que lo alimenta, lo que lo sostiene, y lo que, si tiene suerte, seguirá alimentando a lo que sea que deje detrás después de irse. Soy padre y sigo justificando mis tiempos y mi trabajo, sigo pensando en términos transaccionales, y reforzando las narrativas que explican con la razón y con las leyes y con la ciencia y con las noticias, mi superioridad ante los leones y las alcachofas.

Quiero ser madre para no tener que leer poemas y ver documentales para entender lo que es el amor. Porque no quiero entenderlo, quiero serlo. Quiero que no sea algo a lo que tengo que aspirar, sino una eterna rama umbilical en la que pueda descansar. Quiero que me apoden Pacha y saberme Gaia.

Quiero ser madre para nunca decir: “me debes”. Para poner en cuestionamiento mi propia validez antes de cuestionar la validez de la vida. Para llorar cuando vivo la tragedia, para guardar mis armas y no buscar culpables, para recibir con gracia el golpe que recibe el mosquito al ser aplastado contra el muro.

Solo el padre le llama a esto “víctima”. Solo la madre sabe, que al final de las guerras, los pleitos, las violaciones, los abusos, los saqueos, la explotación, la discriminación, la presión, la masculinización, el control, la ingratitud y la extenuación, solo la madre sabe que la certeza amniótica, es la única que puede regenerar la vida.

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