¡Quiero ser prHOFFENsora!
Leer siempre me ha ayudado a leerme: quizá sea por eso que disfruto practicando el “bookcrossing” cordial, y tejerme, así, un marco contenedor de sentido compartido con las personas significativas que la vida me pone en el camino y con quienes intercambio lecturas. Aspiro (¡soy creyente!) a que llegue aquel día en el que poder encontrarme con tanta gente buena que me ha hecho mejor con sus palabras. Me hace sonreír por dentro el pensar que podré dar las gracias a todos los que, sin haberlos conocido en directo, han escrito verdades de puño y letra que me han emocionado y ampliado la conciencia. Quizá por ello también yo, y sin ningún tipo de afán, escribo y comparto.
En mi lista de “encuentros en la tercera fase” tengo el nombre de Byung-Chul Han. Este escritor y ensayista surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, recientemente ha publicado una obra (y ¡ha sorprendido con ella!) sobre el espíritu de la esperanza y me parece totalmente recomendable para todos los que estamos a punto de estrenar un nuevo curso.
No pretendo dar lecciones pero sí sugerir horizonte inspirador: esta vez, de la mano del célebre filósofo surcoreano. El citado autor afirma que cuando “merodea el miedo” como en nuestro época, “la esperanza es la única que nos hace ponernos en camino”. Me niego a educar , entonces, con miedo, porque este paraliza y roba el futuro. Mejor dispongámonos a ser activistas de la esperanza (¡nuestros alumnos, bien lo merecen!) y démonos la oportunidad de conjugarla tal y como nos la describe Byung-Chul Han en su obra.
Nuestro filósofo en cuestión, buen conocedor de la lengua germánica, para hilvanar esa anatomía de la esperanza, echa mano del diccionario etimológico de Friedrich Kluge en el que se explica así la voz ‘HOFFEN’, «esperar»: «Cuando uno quiere ver más lejos o trata de ver mejor, se estira hacia delante». Por tanto, esperanza significa «mirar a lo lejos, mirar al futuro». Y es que, como él mismo afirma “quien tiene esperanza obra con audacia y no se deja confundir por los rigores y las crudezas de la vida” porque “la esperanza tiene algo de contemplativo. Se estira hacia delante y aguza el oído. Tiene la ternura de la receptividad, que le da belleza y encanto”.
Recomendado por LinkedIn
¿Qué tal, entonces, si nos convertimos en ‘prHOFFENsores’? Imaginemos la fuerza inspiradora y transformadora que tendríamos en nuestros alumnos si los ‘esperamos’ desde el primer día de curso así, “estirados hacia delante y agudizando el oído”. Claro que sabemos que hay mil urgencias no resueltas en un arranque de curso, pero también sabemos que esos pormenores no cambian la vida de nadie. Este septiembre, acudamos al umbral de nuestras escuelas y si hace falta, estirémonos un poquito hacia delante para que también nuestro lenguaje corporal hable de ilusión, de ganas… y, ¿por qué no? de esperanza.
No demos por sentado a ningún alumno aunque ese sea el ejercicio de orden que nunca falta un primer día de clase: asignar puestos. Démosles a nuestros pupilos el privilegio de descubrirse más como acontecimiento que como profecía autocumplida, y permitámosles irrumpir en nuestras aulas de forma totalmente imprevista. ¡No todo en una escuela ha de entrar dentro de un excel!
Cuando miremos a nuestros niños y jóvenes, recordemos que puede ser tiempo de abrir posibilidades, como dice Byung-Chul Han, “indisponibles”, es decir, poco previstas. Yo, este curso, me apunto a ser ‘prHOFFENsora”, y desde la esperanza, cuya modalidad temporal es el “todavía no”, “estirarme hacia delante” para recibir a mis alumnos. ¡Démosles crédito!
Doctor en investigación educativa. Tutor y Director de TFM en la VIU/UNIR
3 mesesPreciosa y motivadora reflexión, gracias y saludos.