A vueltas con Nadal
“Ni la merecida, ni la esperada, ni a la altura…” Sigue la polémica con la despedida de Rafa Nadal y siento que yo también tengo que decir la mía pero no con ánimos de encender más el debate, no para más ruido. Tengo ganas de encontrarme un día a Rafa para darle las gracias por haberme ayudado en mi labor educativa manteniéndose coherente desde la humildad y el esfuerzo. Hasta que no llegue ese momento, mi tributo va por escrito.
Esta semana, Nadal me ha vuelto a ayudar pero antes de explicar cómo, voy a poner un poco más de contexto para detallar el escenario por donde siempre he hecho desfilar a Rafa. Cada día estreno la mañana recibiendo a todos mis alumnos de Secundaria con el “momento FM”. Es un espacio clásico en todos los Nazaret Colegios Innovadores. No se empieza jamás directamente por ninguna asignatura ni proyecto. Se comienza siempre por aquello que tiene más valor en esta etapa de crecimiento y aprendizaje a borbotones: ¡sintonizar con ellos mismos! El “momento FM” sucede a modo de asamblea y busca generar criterio, hacer pensar, anticipar situaciones… El desafío no es baladí porque en este mundo de rapidez “scrollante” en el que se pretende vivir a golpe de “reels”, mantener la atención diaria de cerebros adolescentes durante veinte o veinticinco minutos pudiera parecer misión imposible. Pero lejos de ser así, sí confieso que es el momento del día que jamás afronto desde la improvisación. Mi audiencia merece respeto por eso vivo detectando qué hay en nuestra actualidad que reme a mi favor para, desde el ejemplo y la anécdota, clavar la idea que puede ser, en algún momento, ancla o salvavidas para esos adolescentes a los que me debo como educadora.
Lo dicho, Rafa esta semana me ha vuelto a ayudar. Para hacer pensar sobre aquellas personas a las que damos cabida en nuestra vida (era el hilo conductor que yo venía manteniendo los últimos días) e inspirada en el Diccionario de Personas Especiales (de la A a la Z) de Manu Velasco, me inventé las “personas Nadal”. Glosé parte de las palabras que el mismo Rafa pronunció de manera emocionada en Málaga. Él habló de agradecimiento, y yo añadí que es uno de los síntomas más significativos de buena salud mental: agradecer y no dar por supuesto, nos mantiene conectados y con sano vínculo a las personas y hechos que nos rodean. Él habló de disfrutar con su carrera profesional sintiéndose privilegiado, y yo añadí que no hay mayor clave de felicidad que hacer lo que mejor sé hacer y además ponerlo al servicio de otros. Él habló de que “lo más importante del mundo es haber sido buena persona”, y ahí yo no tuve más que añadir. ¡Es así! Ser buena gente es lo único que no se nos caduca con el paso del tiempo: es la mejor de las inversiones y el más lógico de los propósitos. Él perdió su último partido, y yo añadí que estaba bien que fuera así. Reconozco, entonces, las caras de desconcierto en algunos de mis alumnos pero ahí es cuando una sabe que ese día el mensaje realmente tiene destinatario.
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Sí, hubiéramos preferido que Rafa ganara, ¡claro! pero en la vida, antes o después, lo que sucede siempre es lo mejor. Sin ganas de ser la aguafiestas del momento, para mi es signo que Nadal cierre su carrera profesional con una derrota: va en total consonancia a su coherencia y tesón. Encajar lo que nos sale bien es fácil y placentero. Encajar que otro ha sido mejor y que nosotros no hemos sido los acertados, no es plato de buen gusto pero, si se aprovecha, nos abre más fácilmente la puerta de la reflexión y el consejo, es decir, la puerta del aprendizaje.
Francamente, no sé si la despedida de Rafa Nadal ha sido la esperada o la merecida. Cierto es que sabe mal que ya no le vayamos a ver jugar más, pero para alguien que ha peleado siempre hasta los últimos puntos de partidos que otros hubieran dado mucho antes por perdidos, bajar el telón de su carrera deportiva con una derrota, sí está a la altura del legado y el ejemplo que siempre ha brindado. Ya lo dice nuestro refranero: ¡“bien está lo que bien acaba”!