República de Estonia: la fórmula del éxito tributario
Los impuestos son fastidiosos, engorrosos, y lo peor de todo: nos sacan dinero del bolsillo.
Esta vez, sin embargo, por más contraintuitivo que sea, vamos a hablar de un caso en el cual los impuestos han puesto más dinero del que han sacado de los contribuyentes.
¿Cómo? Sí, no es un error. Es un caso de éxito impositivo.
Empecemos hablando de Estonia.
Oficialmente “República de Estonia”, este es un pequeño país integrante de la Unión Europea, con una población de tan solo 1.300.000 de habitantes, y una pequeña superficie de 45.228 km2. Linda con países como Letonia, Rusia, el golfo de Finlandia y el Mar Báltico.
Este país europeo, poco conocido para el resto del mundo, al menos en comparación con los tradicionales y poderosos estados como España, Italia, Francia, Alemania e Inglaterra, en el antiguo continente, comprende a una singular nación con raíces históricas y culturales de origen nórdico; quizás -fundamentalmente- por la ubicación geográfica que posee.
Sin embargo, fuera de su aparentemente limitada capacidad, Estonia se ha considerado uno de los últimos “éxitos económicos” dentro de Europa. A finales del Siglo XX contaba con un PIB per cápita de aproximadamente US$. 15.000, que luego de apenas veinte años se duplicó, a un estimativo de US$. 31.000; superando así, en el mismo indicador, a países como Portugal, España y Grecia.
A todo esto, ¿cuál es el secreto que esconde Estonia? ¿Cuál es la fórmula de su éxito?
Como todo análisis económico (o, mejor dicho, jurídico-económico), éste tiene algunas variables a las que se le atribuye el éxito mencionado. Pero principalmente se ha puesto énfasis en algunas reformas estructurales que: han reducido el tamaño de la burocracia, simplificado el sistema tributario (con beneficios fiscales destinados a atraer inversión), e implementado el uso de tecnología en la administración pública.
De este listado de factores, sin embargo, se ha destacado uno en particular: el eficiente sistema tributario de Estonia.
El régimen tributario estonio no ha pasado desapercibido para el resto del mundo. Tax Foundation, un centro investigativo internacional dedicado a realizar evaluaciones de índole tributaria, con sede en Washington D.C., realiza anualmente un “índice de competitividad tributaria internacional” (International Tax Competitiveness Index) en el que analiza y contrasta los sistemas impositivos de los países, ubicándolos en un ránking global.
En el último año (y también en los últimos años) Estonia se ha ganado el primer puesto del índice. El ránking tiene como parámetros el impuesto a las empresas, impuestos en personas físicas, impuestos al consumo, impuestos a la propiedad, así como impuestos a las transacciones transfronterizas.
He aquí la receta estoniana.
Veamos pues, de manera superficial y genérica, cuáles son los puntos más importantes del régimen impositivo:
· Impuesto a la renta empresarial. Uno de los aspectos resaltantes del régimen impositivo de Estonia se encuentra en el impuesto a la renta de las empresas.
En primer lugar, la atractiva tasa del impuesto, que es solo del 20 %.
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En segundo lugar, y quizás -incluso- más importante que lo primero, es que las utilidades reinvertidas en las empresas no se encuentran gravadas por este impuesto. En el mismo sentido, el gravamen solo aplica si es que se distribuyen dividendos a los accionistas. Y la distribución no implica un hecho generador de otro impuesto (como en nuestro país, que se paga el IDU al distribuir utilidades).
Por último, el régimen del impuesto a la renta empresarial permite compensar impuestos presentes contra pérdidas pasadas, así como también contra pérdidas futuras, bajo la figura de la “reintegración de impuestos abonados”; sin duda una novedad muy llamativa para inversiones.
· Impuesto a la renta personal. Además del impuesto a las empresas, otro de los beneficios ofrecidos por Estonia se encuentra al momento de gravar las rentas personales.
En este impuesto aplica la misma tasa -máxima- del 20 % (con lo que se reduce cualquier tipo de incentivo a la simulación societaria). No obstante, este impuesto tiene un carácter progresivo, en el que aquellos que tienen mayores ingresos, tributan más, y viceversa. Adicionalmente, las personas con rentas más bajas tienen beneficios y deducciones complementarios.
· Impuesto inmobiliario. Un componente determinante en el esquema tributario de Estonia es el impuesto inmobiliario, en el que comúnmente se grava no solo el valor del suelo sino también de las construcciones.
Estonia, sin embargo, optó por no gravar el valor de las construcciones, para que esto no fuera un desincentivo a la inversión en construcción. Un punto esencial para el desarrollo de la industria.
· Digitalización de trámites. Por último, y no menos importante, con el objetivo de agilizar y desburocratizar los procesos administrativos ante el Estado, Estonia ha realizado importantes inversiones para la “digitalización” de los trámites oficiales. Este ha sido, complementariamente al sistema impositivo, y como parte de dicha reforma, un factor decisivo para que el régimen estonio siga estando en la punta del ránking de competitividad.
A todo esto, ¿por qué debería importarnos lo que hace Estonia?, ¿y Paraguay?
Como el lector se podrá dar cuenta, Paraguay tiene muchas similitudes con las reformas que son parte del éxito de Estonia: tasa del 10 % en IRP e IRE (incluso 10 % menos que Estonia), compensación de pérdidas con ganancias, impuesto inmobiliario “barato” (con la base imponible valor fiscal), entre otros.
Por supuesto, el régimen tributario es solamente un factor de competitividad entre los estados. La institucionalidad, el gasto público, las políticas públicas, son otros. Y, como bien sabemos, Paraguay no se encuentra bien posicionado en todos los aspectos.
Paraguay cuenta, en líneas generales, con un sistema tributario simple, competitivo y eficiente.
Entonces, como tareas pendientes nos quedan, primeramente, mejorar sustancialmente el gasto público. La contracara de un régimen impositivo eficiente (¿para qué recaudar sino es en pos de una redistribución económica?). En segundo lugar, desburocratizar el Estado con una administración pública transparente, con implementación de tecnología moderna, que permitan sentar las bases de un gobierno que atraiga inversión y desarrolle la economía, para así mejorar la calidad de vida de los habitantes del país.
Así, y solo así, los impuestos nos volverán a poner dinero en el bolsillo, como en el caso de Estonia.