Reseña: UNA ODISEA DEL PENSAMIENTO. Influencias, libertad de pensar y violencia - Manuela Utrilla - Biblioteca Nueva, 2017
La doctora Manuela Utrilla demuestra una vez más sus capacidades psicoanalíticas con originalidad abrumadora en las páginas de su nuevo trabajo Una odisea del pensamiento. En esta oportunidad, nos enfrenta con la búsqueda del ser humano desvalido, condicionado a hacer-se, y por tanto a llevar a cabo un viaje-odisea para devenir sujeto deseante-pensante.
En el “viaje enigmático” que propone la autora está en juego la hipótesis del inconsciente como potencial de la creatividad genuina del pensamiento, implícita en la concepción de la psiquis propuesta desde el Psicoanálisis.
La escritora anuda una exhaustiva narración que abarca la trilogía de las influencias, la libertad de pensar y la violencia, y las pone en escena para invitar al lector a enfrentarse a una verdadera convicción del yo y el otro, es decir la alteridad. Dimensiona el amor como el afecto capaz de producir sentido estético, que según expone es la fuerza generadora de los procesos psíquicos inconscientes. Esto sin desestimar el núcleo sobre el horror y la toma de consciencia de la libertad del pensamiento sin subordinarlos a las ideologías.
Como es habitual en ella, psicoanalista, su escritura recoge la mirada de los otros, una manera sutil de acompañarse y agradecer sus aportaciones a los autores que la precedieron, ya que sin el pensamiento de los antecesores es impensable el pensamiento propio. Utrilla ha seguido escrupulosamente las concepciones S. Freud, S. Lebovici, R. Diatkine, J. Cosnier, M. Fain, o J. Guillaumin, entre otros.
Desde su experiencia en la clínica psicoanalítica, y a partir de las nuevas situaciones que se presentan, la autora desarrolla su pensamiento con rigor y claridad expositiva enriqueciendo con su trabajo los conceptos freudianos del paso de la primera a la segunda tópica y articulando dialécticamente todo lo relacionado con el ello y el inconsciente. También aborda en detalle una relectura de los textos de Freud sobre Construcciones en psicoanálisis, en la que resalta como el fundador del Psicoanálisis habla del trabajo del psicoanalista y no de la construcción del paciente. Se remarca que la realidad psíquica y la realidad de los acontecimientos deben ser continuamente discriminados con la elaboración fantasmática del propio sufrimiento/malestar.
La intranquilidad de Utrilla aparece en cada tema propuesto relacionado con la lucha contra lo devastador y autodestructivo que forman parte de la existencia humana, y como tal debe ser aceptada y elaborada para que confiera figurabilidad y una posible representabilidad psíquica a la tarea de estar vivo. Es desde esta mirada que comprende e impregna la óptica de la libertad de pensar, desde la que podrá alcanzarse el horizonte de esta odisea. De esta manera, dice, “sin límites no hay pensamiento, sin pensamiento no hay libertad, sin libertad no hay amor”.
Expresa su preocupación por el movimiento del Psicoanálisis y sobre todo por su creciente institucionalización-organización. Como conocedora nata de estos temas —prueba de ello son sus numerosas publicaciones anteriores—, perfila con alta precisión estas cuestiones, que podrán encontrar salida “si se transforman las influencias en libertad de pensar”.
El libro está desarrollado en una introducción y cuatro capítulos que abarcan la trilogía temática “Influencias”, “Libertad de pensar” y “Violencia” y las “Consideraciones finales”. En su erudito prólogo “Elogio del atrevimiento”, José-Miguel Marinas, catedrático de Filosofía Política y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, destaca que Utrilla enfoca un núcleo de la experiencia vital “sin lirismos ni senderos trazados” sino como aventura del conocimiento, en referencia a Kant, en la que el camino no es estático sino como en la Odisea, abierto a la deliberación continua e inevitable.
Desde la Introducción, signada con un epígrafe de la Odisea de Homero, la autora propone que el sol-faro psíquico es el conocimiento, la luz de poder pensar no solamente en los demás sino en uno mismo; situarse delante de la historia y empezar a explorar, como los grandes descubridores, aquello que se nos oculta, “los tesoros insospechados y enriquecedores” mediante los que podemos encarar los acontecimientos “con valentía, dignidad, intrepidez, audacia y fuerza”.
En el Capítulo 1, titulado “La influencia: el aire cautivo” se ocupa de los avatares de la confusión, que a su juicio tienden a globalizarlo todo. Utrilla propone así una batalla a librar en esta odisea documentando su investigación con la visión de la sociología y las aportaciones de Festinger, Sherif, Asch y Milgran. Desde esa perspectiva los psicoanalistas podremos reflexionar atravesados por la complejidad de otras influencias científicas.
Todas estas confrontaciones nos ayudan a precisar y a discriminar lo que entendemos en Psicoanálisis por influencias sociales cuando hablamos del funcionamiento mental. Utrilla se refiere a las raíces íntimas de los procesos psíquicos, las fantasías o las defensas, las resistencias o las compulsiones, y no a cómo se desarrollan los pensamientos de un individuo.
En su opinión, desde la perspectiva psicoanalítica lo que nos rodea ejerce un efecto sobre nuestro psiquismo, es decir que la percepción está influenciada por la actividad inconsciente, que procede del yo y del superyó, y que se realiza como un entramado relacional.
La autora señala los efectos de la influencia y utiliza como marco la genial obra de Akira Kurosawa, Rashomon, para ilustrar que aunque varias personas contemplen la misma escena cada una de ellas dará una versión diferente porque cada una tiene un funcionamiento psíquico distinto y una percepción externa e interna de lo que más le impacta.
En el Capítulo 2, dedicado a “La libertad de pensar”, Utrilla aporta con lucidez una interpretación candente de la obra freudiana Psicología de las masas y análisis del yo.
Tras exponer las diversas versiones que hay de este texto sobre la psicología individual y la colectiva, proyecta su pensamiento en la búsqueda de lo que diferencia y lo que une la masa del individuo.
Utrilla sostiene que si pensáramos en un individuo sometido a fuerzas externas, predeterminado por su historia, sin capacidad de reacción, sus posibilidades estarían “completamente mermadas” y podríamos pensar en “un individuo-robot del tiempo, marioneta o veleta” movido por todos los vientos, en vez de una persona que va adquiriendo su libertad interna gracias a su capacidad de pensar.
Para la Psicoanalista el reto actual de la humanidad consiste en ver si el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y autodestrucción.
En el Capítulo 3, “Confusiones y diferencias: conducir tempestades”, en este capítulo la autora afirma que la confusión impide en el interior del psiquismo el trabajo del pensar que nos conduce a la diferenciación. A su juicio, habrá que crear las condiciones de pensamiento en el encuadre analítico y se apoyará en Freud para constatar que el Psicoanálisis no es una mera experiencia relacional, sino una investigación de los procesos psíquicos.
Sin lugar a dudas asociar para Utrilla es disociar relaciones instituidas, bien asentadas, para crear otras que en infinidad de ocasiones tendrán un carácter inquietante o peligroso.
Se propone replantear la noción de “la neurosis de transferencia” elaborada por Freud, que ella prefiere llamar “neurosis analítica”, para significar que es la resultante de la relación analítica, “el efecto de las primeras interpretaciones, el proceso del trabajo de los sueños y de melancolía, el eje central de las identificaciones y el motor del cambio psíquico”.
Por esta razón se inclina por retomar el pensamiento psicoanalítico a través de la elaboración de los pensamientos latentes y la interpretación de la transferencia, gracias al trabajo de la contratransferencia, una forma de jugar con los pensamientos que denomina “jugar con la mente”.
En el Capítulo 4, “La violencia: el alma desgarrada”, Se interroga sobre si la maldad será el entorno natural del mundo. La angustia desbordada más bien tiende a realizar esa fuerte necesidad de no pensar y dejar que alguien guíe la embarcación.
Sugiere que ante los fenómenos de todo tipo de violencia cabe preguntarse cómo ésta influencia al psiquismo, tanto de las víctimas como de los verdugos. Al respecto propone comprender por qué los actos reemplazan al pensamiento, o por qué no se transforman las percepciones en representaciones pulsionales.
La autora apuesta por seguir profundizando en las estructuras grupales y los complejos entramados psíquicos institucionales. Desde su perspectiva asimismo es necesario indagar el aspecto negativo que supone que el grupo puede llegar a ser vehículo y ensalzamiento de la violencia.
En este apartado induce a contrastar la propuesta analítica con el mayor mandamiento de nuestro tiempo. Éste parece ser la persecución de la felicidad a toda costa, negando todos los aspectos de pérdida o duelo. De este modo, la consecución de la satisfacción del deseo puede suponer una presión insoportable para lograr la exigencia que para cada individuo implica una servidumbre a un yo ideal destructivo. La historia del caso Hitler la condiciona a pensar en el terrorismo intelectual, polo opuesto de la libertad de pensar, como prueba del fantasma de un objeto absoluto como destrucción vengadora.
Por tanto, hago mías las palabras de Manuela Utrilla en sus “Consideraciones finales” donde insiste en que la libertad de pensar puede equipararse al amor, amor por el Psicoanálisis, amor por el pensamiento, amor entre los seres humanos.
Creo que Utrilla en esta obra ha logrado el reto de acercar los límites entre lo que se vive y lo que se relata, vivenciar el impacto de la conceptualización psicoanalítica.
De esta manera ofrece una obra altamente recomendable no solo para ser leída sino estudiada, porque contiene propuestas con luz propia que implican un trabajo de rescate del Psicoanálisis desde una recomposición de los enunciados fundamentales del pensamiento de nuestra disciplina.
Considero que este texto ofrece una peculiar visión imprescindible en el viaje de formación de un analista novel y en la investigación en Psicoanálisis porque está asentado en lo más verdadero de la experiencia analítica, que es el viaje que nos enfrenta a la diversidad. También invita al movimiento porque nos anima a aceptar las extrañas simultaneidades del tiempo en Psicoanálisis. Tiempo que va desde la teoría de los sueños a la transferencia, que condicionan nuestra escucha y nos insta a aprovechar la especificidad de la práctica analítica donde, como afirma la autora: “se establece una relación particular que no es posible comparar con cualquier otra”.
Solo me queda agradecer a Manuela Utrilla la pasión y el amor por nuestra disciplina volcados especialmente en esta obra y su innegable generosidad al posibilitar la mayéutica de pensar psicoanalíticamente y transmitir su arte como una genuina didacta-socrática.
Alicia Monserrat
Madrid, 16 de junio de 2017