“Resiliencia en Acción”
Afrontar con realismo la adversidad, aceptándola, resistiendo y construyendo sobre ella
I.- Qué es la Resiliencia:
Resiliencia es un proceso de adaptación positiva ante sucesos adversos:
a) La resistencia ante la adversidad con enfoque constructivo usando el estrés como propulsor de crecimiento
b) La capacidad de superarse, transformando los problemas en oportunidades, y salir fortalecido
Ante una situación adversa, dolorosa o traumática, podemos responder:
a) Con estrés, decepción, frustración, enojo, angustia e impotencia, y con el tiempo, enfermedades
b) Con dolor y pasividad, esperando con optimismo que la adversidad “pase”
c) Con indiferencia o rechazo de la realidad o porque es "mejor no enterarme"
d) Percibiendo la realidad tal cual es, aceptándola sin victimismos, decidido a responder y construir sobre ella, transformándola en oportunidad, utilizando el estrés a nuestro favor
Lo verdaderamente importante ante la adversidad no es lo que nos pasa, sino cómo respondemos a lo que nos pasa. Lamentarse, no ayuda. Quejarse, tampoco. Cualquier realidad tiene muchas caras. Buscar oportunidades en ella y no solo los problemas.
II Qué es la adversidad y a qué le llamamos adversidad
El término (adverso) refiere a algo o alguien que resulta desfavorable, contrario o enemigo. La adversidad, por lo tanto, es una situación adversa o difícil de sobrellevar. Adversĭtas, que es la "cualidad de adverso, se refiere a algo o alguien que resulta contrario u opuesto, desfavorable o enemigo".
Algunos sinónimos de adversidad son, infelicidad, desdicha, desventura, fatalidad, desastre, accidente, tribulación, dificultad, problema, tener mala pata. Lo contrario de adversidad es la felicidad, la prosperidad, la buena fortuna
Ahora bien, qué cualidad debe tener una situación para que en nuestros sentidos, percepción, emociones, mente y creencias, la clasifiquemos como “adversidad”? Cualquier situación que percibimos como riesgo, amenaza, ataque, contradicción, quiebre, o diferencia contra nuestra expectativa de lo que valoramos y queremos.
Qué es lo que más valoramos en la vida?
- Nuestra propia vida, la de nuestros seres queridos, la de los demás seres humanos
- Nuestras necesidades básicas fisiológicas relacionadas con la propia supervivencia
- La necesidad que demandamos de seguridad y protección
- Como seres sociales valoramos nuestra necesidad de sentirnos aceptados, amados y tener evidencias de pertenencia a nuestro grupos familiares, sociales, laborales
- Necesidad de auto-estima, “identidad”, sentido del “yo”, de “persona”
- Nuestra necesidad cognitiva -conocimiento y entendimiento-
- Necesidades estéticas de apreciación y búsqueda de la belleza
- Y finalmente nuestra necesidad de trascendencia, de auto-realización personal, nuestros valores morales, creencias, así como las más altas aspiraciones e intenciones.
Por supuesto que percibir amenaza o riesgo contra nuestra propia vida como la falta de agua, alimento o bien de seguridad y protección como que alguien quiera invadir nuestra casa, sin duda desatarán intensas y fuertes reacciones emocionales, seguidas de firmes acciones para defenderemos.
Asimismo, cualquier amenaza percibida a nuestra “identidad”, el no sentirnos aceptados o debidamente respetados y valorados, percibir que nuestras convicciones y creencias están siendo atacadas o vulneradas puede también desatar reacciones emocionales muy intensas, desde incomodidad, ansiedad, angustia, ira, agresión, sentimientos de venganza o bien sentimientos de aislamiento, sumisión o indefensión.
Claramente, estas emociones son el preludio de nuestras acciones y comportamientos, que por supuesto pueden desatar, conducirnos y derivar en grandes y verdaderas guerras.
- En suma, adversidad puede ser una enfermedad o accidente grave que puede derivar en la propia muerte o la pérdida de un ser querido.
- La amenaza o riesgo de quedarnos sin agua, alimentos y sustento básico o bien la pérdida del trabajo e ingresos básicos que puede derivar en ello.
- El perder nuestra casa o la invasión de un agente externo a ella, así como la pérdida patrimonial que puede significar perder nuestro hogar, bienes o pertenencias.
- El hecho de no ser incluidos, no ser respetados, valorados, afirmados o queridos. Ser despedidos del trabajo, de un grupo de trabajo, amistades, familia, club o equipo deportivo.
- El ver vulnerada nuestra identidad personal, de grupo, etnia o nación.
- La agresión, ataque o percepción de ideas contrarias a nuestras propias convicciones, creencias, formas de pensar y hacer las cosas, diferencias de opinión o modos de ver la realidad y la vida
- Todas aquellas situaciones diferencias o posturas contrarias que nos llevan a percibir amenaza o riesgo de pérdida de nuestros proyectos de vida, aspiraciones o intenciones más altas.
III Cómo reaccionamos y nos relacionamos con la adversidad
La reacción natural ante una situación adversa es experimentar estrés y tensión emocional o miedo:
1) Primero una reacción de alarma y la reacción natural de responder luchando o huyendo (tensión, coraje o miedo)
2) Segundo, la resistencia en un intento por adaptarnos al exterior, queriendo respetar las condiciones previas, midiendo mis fuerzas
3) Tercero, el agotamiento. De mantenerse ese estrés, se genera enfermedad, angustia, indefensión, ansiedad y depresión
El proceso de adaptarnos a las nuevas realidades puede demandar desde un grado de tensión bajo o nulo que no nos mueve a la acción, con un grado de “ansiedad” sano y suficiente que nos mueve a actuar congruentemente.
También puede transformarse en un grado de tensión alta e intensa que nos mueve a la acción inmediata y que a la vez nos llega saturar mental y emocionalmente. A eso le podemos llamar “sobre carga psicológica” también conocida como “estrés laboral”.
Un estrés laboral prolongado termina en agotamiento. La carga mental y emocional es tanta que nuestros sentidos fallan, nuestro procesamiento de información y desempeño mental “ se quiebran”; el cuerpo colapsa en un estado de “cansancio crónico” y todo esto termina en depresión, pérdida de sentido de la vida y enfermedades como gripas, dolores musculares, afecciones digestivas, dolores de cabeza o enfermedades más serias que demandan atención médica y hospitalaria
IV Cómo afrontar la adversidad:
1) Afinar nuestra percepción:
Qué es lo que de entrada influye en nuestro estado emocional? Nuestra percepción. De nuestra propia percepción depende el qué pensamos y el significado e interpretación que luego le damos. Por tanto, revisemos cómo está siendo nuestra percepción
La realidad existe independiente de nuestra propia existencia y percepción. Algunas realidades nos retan más y nos demandan creatividad para salir airosos de las situaciones en que nos encontramos. Percibir y entender la realidad es un tema crítico para mejor responder a ella. La realidad es lo que es. Será nuestra decisión responder a ella. Van algunas prácticas:
a) Entender el contexto de la situación
b) Qué marcos de referencia estoy utilizando para “ver” la realidad ante mis ojos
c) Cuáles son nuestros filtros perceptuales con los que “veo” esa realidad. Veo el bosque o veo los árboles? Veo todo con optimismo o todo con pesimismo? Pongo mi atención en mí o en los demás?
d) Fiabilidad de la información, los datos, las evidencias de esa “realidad”
Esa percepción tiene una respuesta interna de entrada y distintas transformaciones internas, desde el rechazo hasta la aceptación, el aprecio y la admiración. Vamos pasando del “rechazo”, aversión, disgusto y juicio, a dar la bienvenida a esa realidad, sin juicios, sin culpas, reconociendo, aprobando y aceptándola
De ahí, seguimos avanzando de la “aceptación” al “aprecio” con gentil apertura y calurosa bienvenida.
Y finalmente pasamos del “aprecio” a la “admiración”, a la estima honorable, valorándola como significativa, importante y gran valor.
Es el caso de recibir la mala noticia por la pérdida de un ser querido. Primero será una respuesta de rechazo absoluto para ir avanzando hacia la aceptación rendida de esa pérdida. El desgaste emocional de nuestra postura de rechazo es alto; en la medida que avanzamos hacia la aceptación, la guerra emocional interna se disuelve y retomamos nuestra vida.
2) Identificar y revisar nuestros significados:
Los significados que le damos a “esa realidad” son aprehendidos por nuestra mente y procesados. A cada parte de esa realidad le ponemos “nombres”, clasificamos la información, la catalogamos, la unimos y relacionamos a nuestros “marcos de referencia” internos guardados en la memoria como experiencias subjetivas y hacemos una “interpretación” de la realidad. Esa interpretación es la que le da el sentido y significado a esa nueva experiencia de realidad y sobre ella haremos nuestros propios juicios y responderemos.
Eso que percibimos, lo calificamos y juzgamos como “amenaza”, “riesgo”, “problema” sea por lo que significa en el aquí y en el ahora, por lo que ha significado en el pasado -memoria- o bien por lo que significa al usar nuestra imaginación construyendo escenarios hacia el futuro.
Cómo nos relacionamos con el concepto, el entendimiento y la experiencia que nos evoca la palabra “adversidad”? Qué significados le damos de entrada? Cuáles son nuestros “referentes” y marcos que usamos para calificar esa realidad percibida como “adversa”? Esos marcos nos son útiles? Nos sirven bien? Nos hacen ver y percibir esa realidad “adversa” como catastrófica, con connotaciones negativas, fatales y claramente limitantes? O por el contrario, percibimos la realidad tal cual es, la analizamos y vemos cómo responder constructivamente a ella?
La adversidad es una oportunidad para crecer y mejorar como seres humanos. “Lo que no nos mata, nos fortalece”. La adversidad puede significar “perder” ahora para ganar después. Un mal menor por un bien mayor. Qué tal si cambiamos la palabra “adversidad” por “reto”? Suena mejor? Significa algo distinto, cierto? Qué tal si cambiamos la expresión “cuestiones”, “temas”, "issues", “problemas” por “retos”, “oportunidades” o “mejoras”? Listo! Solo estamos cambiando nuestros significados.
Otro elemento crítico para tener una percepción realista y con mayor precisión es identificar el uso de distorsiones cognitivas que nos hacen tener una “lectura” distorsionada de la realidad.
Distorsión vs Remedio
- Sobre-generalizar: “todos”, “siempre”, “Nunca” vs Pensamiento contextual y lenguaje descriptivo
- Pensamiento del todo o nada vs Las cosas pueden ser Negras y blancas y todos los entre-grises y colores posibles
- Culpar vs Evidenciar y chequeo de la realidad
- Lectura de mente vs Pensamiento responsable. No se puede “leer la mente” ni asumir lo que otros piensan
- Profetizar vs Pensamiento tentativo…puede ser
- Emocionalizar vs Atestiguar (sin emocionalizar)
- Personalizar vs Objetividad
- Horribilizar vs Pensamiento meta-cognitivo; "eso" qué es en realidad?
- Mentalidad del “debo”, “tengo” vs Pensamiento de elección. Decido en lugar de "tengo que"
- Filtrar vs Pensamiento de perspectiva.
- Mentalidad de imposibilidad vs Pensamiento de posibilidad.
- Descontar vs Pensamiento apreciativo. Construir sobre…
- Identificar vs Pensamiento des-identificado. "Yo no soy mis problemas", soy mucho mas que eso
Revisemos otros significados relevantes a la mentalidad resiliente:
- La incertidumbre: la incertidumbre es el estado natural en el que se desarrolla la vida. Y ahora en estos tiempos, la incertidumbre está en su máxima expresión. Lo único que sabemos se mantiene “estable y presente”, es la incertidumbre. Por tanto, si tendemos a demandar “certidumbre” nos será mas difícil navegar en la incertidumbre; nos generará mucha tensión, estrés, miedo y preocupación. Aprender a vivir en la incertidumbre nos hace más independientes, autosuficientes y auto-confiados en que lo que venga lo sabremos sortear exitosamente.
- Esperamos resultados inmediatos: una tendencia típica de las nuevas generaciones es buscar resultados inmediatos. Esto detona sentimientos de frustración cuando las cosas no salen como queremos. Hoy por hoy, la misma realidad cambia cada dos horas y por ende las respuestas y resultados resultantes, también.
- Los problemas: Por otro lado, los “problemas” no existen por sí mismos. Existen porque los fabricamos en nuestra mente. Llamamos “problemas” a las distintas situaciones que no nos dejan avanzar o no se conforman a nuestras expectativas. Muchos de esos “problemas” son fantasmas que fabricamos, percepciones incompletas o erróneas, malos entendidos o productos de nuestra imaginación. Un problema (pro “delante” y lemo “piedra”) es solo una piedra en el camino. O la brincamos, la rodeamos, la quitamos o cambiamos de ruta. En nuestro trabajo, nuestros clientes o patrones nos pagan para “resolver problemas”. Estos no nos asustan. Sabemos resolverlos.
- Pensar que “Yo soy mis problemas”: Otras ocasiones, nos identificamos con nuestros problemas tanto, que creemos que nosotros mismos “somos nuestro problema” y con ello “cargamos” en nuestros hombros una carga insoportable. Es un proceso inconsciente. Es algo similar a equipararse a nuestro automóvil. Tener la creencia de que el automóvil nos convierte en “alguien”; de tal modo nos identificamos con el automóvil que perderlo equivaldría a perder nuestra identidad. Por tanto, “yo no soy mis problemas; los problemas están fuera de mí; yo soy mucho más que mis problemas”. La buena noticia, es que nosotros nunca somos el problema; son nuestros propios marcos mentales el “problema”. Si cambiamos la forma de ver las cosas, algo que nos resulta problemático deja de serlo.
Ante una deuda impagable en estos momentos puedo sentirme totalmente abatido y rebasado. Luego, nos damos a la tarea de revisar posibles soluciones separando “mi deuda” con “una deuda”. No soy “mi deuda”, sino que “tengo una deuda”; la deuda esta “fuera de mí”, “yo no soy mi deuda”. Recuerdo aquél chiste cuando Sarah le pregunta a Abraham porqué no puede dormir. Abraham contesta “le debo millones a Malaquías y mañana tengo que pagarle”. Sarah toma el teléfono y le marca a Malaquías…”Malaquías, soy Sarah la mujer de Abraham. Sé que Abraham te debe y mañana debe pagarte, cierto? Bien, no te pagará. Buenas noches”. Seguidamente, Sarah se dirige a su marido con estas palabras “duerme ya. Será ahora Malaquías quien no lo hará”
- Los fracasos y el temor al fracaso: ante un fracaso de trabajo, como no haber conseguido el resultado esperado, haber sido despedido o haber quebrado en alguna empresa sentimos que nos derrumbamos. De igual forma este sentimiento aparece cuando recibimos una retroalimentación que hace visibles nuestros errores ante otros. Nos puede llevar a pensar que nuestra vida y nosotros mismos, poco valemos. Sentimos que nuestra auto-estima se desmorona. Esta visión, es claramente un error. “No existe el fracaso, existe el aprendizaje”. Y por otro lado, todos somos seres vulnerables, falibles. No existe todavía un ser humano que no se equivoque. Por tanto, ante un aparente “fracaso”, nosotros NO fracasamos, sino que “algo hicimos mal” o no salió como esperábamos. Y de eso, que aprendemos? El miedo y temor al fracaso cobra muchas víctimas que terminan angustiadas y emocionalmente devastadas.
- Confundir lo que soy con lo que hago: es frecuente confundir mi persona con lo que hago o con el rol que tengo. Ante un error o resultado indeseado mi “ser persona” o “mi identidad” se ve afectada. Cuando en realidad hice algo que dio un resultado no deseado. Mi persona sigue siendo valiosa, única. El error, se puede corregir
- Nuestra relación con el dolor y el sufrimiento: una buena parte de las adversidades suponen dolor. Dolor físico o dolor emocional. Digamos que el dolor o sufrimiento forma parte la adversidad y vienen en el mismo “paquete”. Querer evadir el dolor no lo suprime; no lo evita ni lo desaparece, ni se hace menos doloroso. Cuando nos “peleamos” con el dolor, salimos mas lastimados. El brazo tenso ante el catéter necesario termina con el catéter puesto, con un moretón y quizá con varios pinchazos. Cuando aceptamos el dolor, le damos la bienvenida asumiéndolo y aceptándolo deja de ser “problema” y nos conformamos con esa dolorosa realidad, sin desgaste emocional saliendo mas fortalecidos. Un pinchazo, un catéter, sin moretones, todos felices.
- El esfuerzo: que es parte de nuestra vida puede también percibirse como doloroso; una carga que “tengo” que llevar a cuestas. Una maldición de por vida. El esfuerzo tiene que ver con el trabajo y el trabajo dignifica, enriquece y enaltece. Refrescar nuestros significados de lo que hacemos puede convertir una “carga” en una pasión. Re-enamorarnos de lo que hacemos puede significar estar en el cielo o en el infierno. Para ganar hay que perder. Para lograr correr un 42.5 Km habrá que “sacrificar” entrenamientos, privaciones, calor, frío, sed, cansancio, dolores musculares y hambre. Para conquistar el Everest se requieren años de entrenamiento, sacrificios, recursos y quizá nos cueste la vida. Por tanto, el esfuerzo es una afirmación alegre, donde “perdemos” para ganar. Una privación o dolor necesario para ganar más en el futuro; vale la pena, nos fortalece y nos hacer mejores
- Lo que sí podemos: diferenciar lo que sí podemos, está en nuestras manos y controlamos, de lo que no podemos y no está en nuestras manos. Enfocarse y abocarse a eso que sí podemos controlar nos aleja de la queja inútil o las falsas expectativas de que de alguna forma “alguien” lo resolverá.
- Las adversidades y nuestra percepción del tiempo: típicamente nuestra percepción del tiempo se ubica en dos ejes. El primero, es vernos en el tiempo como si este nos atravesara y empujara en una rápida y furiosa corriente río abajo como si fuéramos un carro en una montaña rusa. Esta percepción nos “mete” en la velocidad, la tensión, el estrés y la impotencia de poder salir de ahí y ser nosotros mismos quienes controlemos el tiempo. Terminamos exhaustos.
La segunda forma de percibir el tiempo es como si estuviéramos en la orilla de una corriente de agua viéndola correr en algunos tramos lentamente y en otros con mayor furia y velocidad, pero siempre como testigos. No sentimos la tensión del paso del tiempo. Y en algunos espacios de tiempo, pareciera que la velocidad de su paso es sumamente lenta como si de pronto se detuviera.
3) Afinar y gobernar nuestros estados y nuestras emociones:
a) Estado de la mente: qué pensamientos mantienes en tu mente? En dónde tienes puesta la atención? Qué pensamientos pasan por tu mente? En qué estás pensando habitualmente? Nuestros pensamientos, creencias, significados, marcos de referencia, entendimientos, intenciones afectan necesariamente nuestra percepción e interpretación de las realidades que enfrentamos. Para bien o para mal.
b) Estado del cuerpo: cuál es tu estado actual corporal? Estás descansado? Te has sentido bien? Has tenido alguna enfermedad últimamente? Tu digestión? Tu alimentación? Lo que tomas? Estás durmiendo bien? Estás descansando? Tomas algún medicamento? Te duele algo? Un cuerpo cansado y agotado percibe adversidades, nubarrones, problemas y quiebres por doquier; además enfrentará pobremente la adversidad. Tenderá a “sentirse” rebasado y sin energía. Un cuerpo descansado, energizado, balanceado, afrontará con serenidad, energía y lucidez las adversidades
c) Estado emocional: Te sientes estresado? Amenazado? Con miedo? Abrumado? Agobiado? Ese estrés o tensión te está afectando tu cuerpo? Gripas, tu digestión, tensión muscular? Te estás sintiendo agotado mental y emocionalmente? Todo parece molestarte? Ves “nubarrones” y tormentas en cosas cotidianas? Cuidado. Descansa, date una tregua.
Las emociones son alertas e indicadores a través de “sensores” nerviosos que contrastan mis expectativas de la realidad con la realidad misma. Si se cumple la expectativa, no hay variaciones en nuestros sensores. Cuando hay variaciones, se disparan los sensores y generan respuestas sensoriales nerviosas que nos alertan de “peligros” o “amenazas” o bien, si las expectativas son superadas, detonan sentimientos de alegría, gozo y satisfacción.
La respuesta emocional que las realidades percibidas nos provocan: estrés, miedo, tensión, angustia, enojo que supone toda una carga semántica emocional “negativa”. También podría provocar indiferencia, el pensar que “eso no tiene relación conmigo” o “sentimientos de querer salir corriendo de ahí”; deseos de venganza o agresión; sentimientos de víctima e indefensión; o simple y llanamente veo la realidad tal cual es y decido la mejor ruta para enfrentarla, construir sobre ella y convertirla en oportunidad.
Cómo gobernamos nuestras emociones. Todo inicia con un disparador:
a) Un evento externo, real, que al percibirlo me provoca “sensaciones” que llamamos emociones. Puede ser algo que veo, escucho, huelo, pruebo o toco y que “siento” en mi cuerpo como cambios en mi temperatura, enrojecimiento de la piel, aumento del ritmo cardíaco, respiraciones mas cortas y frecuentes, sudoración, sentir un “hueco” en el estómago, resequedad en la boca…señales sentidas en el cuerpo que llamamos “emociones”.
b) Un evento interno percibido en mi mente, que pueden ser pensamientos e imágenes de un recuerdo ó bien pensamientos e imágenes de un escenario imaginario
- Identificar eso que estoy “sintiendo”
- Dejarla ahí. Es solo una emoción y es parte de mi cuerpo y sistema nervioso. Es una forma en que el cuerpo me avisa y alerta de mi entorno exterior para que me dé cuenta y actúe en consecuencia
- Nombrarla. Eso que “siento”, tiene nombre
- Darle la bienvenida a esa emoción y aceptarla
- Qué me está “diciendo” esa “alerta” emocional? Qué respuesta debería dar? Eso que siento es producto de un recuerdo? Es producto de mi “imaginación” o es producto de mi actual percepción?
- Volver al “aquí y ahora” y darme cuenta de la realidad completa con todas sus evidencias, reflexionar y decidir cómo elijo responder a eso
d) Diálogos internos: cuando platicas contigo mismo, de qué platicas? Qué te dices a ti mismo? Qué historias y narrativas te cuentas a ti mismo? El mayor “influencer” de uno mismo, es, uno mismo. Lo que nos contamos a nosotros mismos, y cómo nos lo contamos, afecta nuestra propia percepción y la respuesta que damos a las realidades que enfrentamos.
4) Cómo nos relacionamos con los demás y lo que produce
Todos tenemos la necesidad de sentirnos aceptados, reconocidos, valorados, queridos. Nuestra expectativa es que los demás “nos den nuestro lugar” para sentir que “pertenecemos”. Esperamos que nuestros padres nos digan cosas que nos afirmen. Que escuchemos de ellos, de nuestros familiares y amigos lo mucho que nos valoran, aceptan y quieren. Lamentablemente eso no siempre sucede, detonando en nosotros sentimientos de rechazo que nos producen tristeza, enojo, rencor o aislamiento. Una “adversidad” mas.
Esta básica necesidad humana, nos hace tener altas expectativas con nuestro entorno familiar y social. Esperamos ser valorados, reconocidos y estimados por todos entre nuestros distintos círculos sociales y familiares. Cuando esto no se da como esperamos, nos sentimos decepcionados y quizá esto nos lleve a la ansiedad y la angustia.
a) Saber ser incluyentes: para ser incluidos, incluir. Para ser respetados y aceptados, empecemos por respetar y aceptar. Reconocer y expresar aceptación y afirmación a los demás ayudará a que seamos aceptados, incluidos, reconocidos y valorados.
b) Nuestra red de apoyo: Ante la adversidad, los problemas, fracasos y situaciones traumáticas experimentar el apoyo, cercanía y cariño de nuestro círculo familiar, de amistad, de trabajo y social nos brinda paz y la tranquilidad de que no luchamos solos. Saber y constatar las manos extendidas dispuestas a sacarnos adelante, además de confortarnos, nos alienta y empodera
c) Las diferencias con los demás: cómo lidiamos con nuestras diferencias de opinión, credo religioso, formas de ver la vida, estrato social, educativo, económico, sexual o racial? Ser fanático de un equipo de fútbol puede hacernos ver a los demás con recelo y quizá nos lleve a sentimientos de agresión. Surgen “adversidades” o “adversarios” por nuestras diferencias con otros; puede generar sentimientos de inferioridad o de superioridad, donde yo soy mejor o peor persona. Mejor o peor ciudadano, rico o pobre, fuerte o débil, de un lado o del otro, de un bando o de otro.
Por el contrario, cuando veo a los demás con respeto y asumiendo que de entrada “somos diferentes” le damos la bienvenida a esas diferencias y divergencias, construyendo sobre ellas para bien logrando así, que nuestra propia navegación social y humana se transforme en un verdadero disfrute. Todos aprendemos de todos, nos complementamos y colaboramos hacia el bien común.
Conciliar diferencias, capitalizarlas, aprovecharlas y saber relacionarnos con cualquier tipo de persona, audiencia o grupo, ayudará sustantivamente a desaparecer una lista grande de adversidades, adversarios y agravios.
d) Temor a quedar mal o al ridículo: Una fuente de estrés es el temor al ridículo o a quedar mal ante los demás. Abre un abismo de adversidades innecesarias, todas construidas por nuestras propias ideas y creencias. Pensar que “no somos suficientemente buenos en algo”, el “qué dirán”, compararse con otros que son mas experimentados o mas competentes, o pensar que se afectará de alguna forma nuestra propia identidad constituye una fuente inacabable de angustias y “adversidades”. Utilizar otros marcos más útiles como darle la bienvenida al error, a mi propia vulnerabilidad y hacer las cosas aprendiendo de nuestros propios errores, puede ayudarnos
e) Competencia vs colaboración: ver y percibir a nuestros colegas como “competidores”, o peor aún verlos como “adversarios” desgasta. Genera sentimientos de inferioridad, deseos de venganza o de agresión. Nos creamos un sinfín de enemigos y adversarios innecesarios y por ende una lista interminable de frustraciones y “adversidades” gratuitas. Siempre habrá alguien con una mejor casa, con un mejor coche, que juega mejor al ajedrez, al tenis o al fútbol que nosotros. La colaboración ayuda más. Vemos a nuestros colegas, vecinos y colaboradores como complementarios y jugadores para la búsqueda de un bien común. Nos enriquece porque aprendemos de ellos y ellos de nosotros.
f) Saberse comunicar y saber escuchar: para saber comunicarnos, precisamos saber escuchar. Escuchar es un verbo que implica acciones concretas: poner atención, contacto visual, confirmar con expresiones que estamos escuchando, preguntar para conocer y entender el mundo del otro. Escuchar para entender y comprender y no para responder. Y saber comunicar hablando con claridad y sinceridad; con respeto, sin atropellos, sin utilizar adjetivos calificativos. Saber abrir conversaciones constructivas que enriquezcan y hagan crecer buscando el bien.
g) Buscar, valorar y agradecer la retroalimentación: Abrirse y escuchar con atención al recibir retroalimentación, hacer preguntas para clarificar, buscar indagar con ejemplos para extraer aquello que nos sirve para mejorar nuestro comportamiento, formas de pensar o desempeño. E inmediatamente, agradecer. Es frecuente que “cueste mas” ofrecer una retroalimentación a quien la hace que a quien la recibe.
Es una obra de caridad “corregir al que hierra”. En los primeros siglos del cristianismo, se practicaba – hasta nuestros días- la corrección fraterna que buscaba el bien del otro ofreciéndole el regalo de la retroalimentación. Toca capitalizarla y agradecerla en lugar de convertirla en una verdadera “tragedia” porque nos sentimos agredidos y agraviados.
h) La propia personalidad:
Encontramos tres grandes influencias con las que construimos nuestra personalidad:
La propia genética que suele referirse al temperamento, que heredamos. Esta carga genética representa mas o menos 60% de nuestras tendencias de comportamientos
Y lo que suele llamársele carácter lo constituyen nuestras experiencias con nuestro entorno que representa 20% y otras influencias como miedos, ambición y otras tendencias que representan el restante 20%; este restante 40% son experiencias aprendidas, patrones de comportamiento adoptados que podemos re-educar, cambiar, adaptar, mejorar.
Los comportamientos genéticos y aprendidos influyen en nuestras reacciones emocionales y en nuestra forma de conducirnos. Conviene conocerse a sí mismo a mayor profundidad para mejor gobernar nuestras reacciones emocionales y acciones consecuentes.
V La personalidad resiliente:
1) Reflexividad para el auto-conocimiento: Capacidad para auto-observarse, conocerse y aceptarse. La propia aceptación nos invita a responder mejor ante los problemas, porque sabremos con qué contamos y qué nos hace falta
2) Plantearse propósitos y actualizarlos: de vida, de trabajo, deportivos, sociales, familiares y refrescarlos continuamente. El mundo hoy “necesita propósitos, no pastillas”. Plantearse metas grandes y pequeñas, nos “saca” del statu-quo, del aburrimiento y de los círculos viciosos de negatividad, pesimismo. Un buen propósito nos encarrila hacia afuera de eso.
3) Gobierno emocional: saber identificar, nombrar, aceptar y utilizar nuestras emociones a nuestro favor. Las emociones son solo eso, emociones. Nosotros las podemos gobernar. Tener conciencia de nuestras emociones nos ayuda a no ser gobernados por ellas y por ende a sucumbir a los problemas esclavizándonos.
4) Optimismo y actitud positiva: esperanza realista que nos energice a nosotros mismos y a los demás. Actitud es una “predisposición mental hacia algo”; enfrentar la adversidad con actitud deportiva nos ayuda más que afrontarlas con actitud de víctimas. Cuidar que lo que pensamos, creemos y lo que nos decimos a nosotros mismos sea esperanzador, positivo, con ganas de afrontar y resolver con habilidad de responder (respons-habilidad)
5) Sentido del humor: Saber reírnos de nosotros mismos y de lo que nos pasa. Relativizar los problemas y las adversidades con sentido del humor ubica mejor lo que nos pasa y ayudar a “despersonalizarlo”
6) Capacidad de relacionarse capitalizando la red de apoyo, ofreciendo ayuda y pidiéndola cuando nos haga falta. Saber establecer nexos y construir lazos afectivos y efectivos. Construir redes de colaboración, alianzas, grupos de colaboración, iniciativas de cooperación. Ponernos al servicio de otros para el bien común. Hacer intercambios y relaciones donde todos ganen.
7) Auto-estima: Sabernos valiosos por el simple hecho de ser humanos con todo y nuestra vulnerabilidad, falibilidad y falta de competencia que nos acompaña. Somos personas y no tenemos que demostrar que lo somos.
8) Auto-confianza: Si no sabemos, aprendemos. Si no podemos, vemos cómo sí podríamos. Si no tengo la experiencia, pedimos ayuda. Si me equivoqué, aprendo del error. Si me caigo, me levanto. Si lo que propongo no funciona, lo cambio. Si se rompe, lo arreglo. Si perdí un archivo, puedo recuperarlo. Siempre hay salidas. Quizá recuerdes aquel elefante de circo que desde pequeño le encadenaban una pata a una gran estaca de acero. Con el tiempo, esa misma cadena atada a un pequeño clavo era suficiente para mantenerlo "encadenado".
9) Salud y vida saludable: estar saludables ayuda y mucho. Saber descansar durante el día, durante la noche. Tomar vacaciones, aprovechar los fines de semana, variar nuestras actividades, respirar, caminar, correr, subir la montaña, distraernos, practicar algún hobby, comer y alimentarnos sanamente y sí, de cuando en vez disfrutar de un buen mezcal
10) Disfrutar lo que hacemos: Tendemos a hacer lo que más nos gusta y disfrutamos y dejamos del lado aquello que no disfrutamos tanto, pero sabemos es necesario. Es posible que tengamos una mala relación con esas actividades. Re-plantearnos qué significan y si son necesarias, hacerlas, aceptándolas y dándoles la bienvenida. Atender a un enfermo limpiando sus secreciones puede no gustar, pero es necesario. Sobreponernos y hacerlo con cariño y entrega transformará aquello en una satisfacción.
11) Saber abrazar el dolor y el sufrimiento: muchas adversidades, privaciones, traumas o problemas traen necesariamente consigo dolor. Dolor físico o emocional. Abrazarlo y darle la bienvenida a ese dolor y sufrimiento hará que podamos responder a él aceptándolo y construyendo sobre él. Hay cientos de casos de personas que han sufrido accidentes graves donde han perdido capacidades quedando parapléjicos, sin algún miembro o sin poder caminar. En lugar de sumirse en la tristeza, el aislamiento y la desesperación, han retomado sus vidas constructivamente, con creatividad y entereza, sabiendo que su nueva condición les abre nuevas puertas y opciones de vida que antes jamás hubieran soñado.
12) Contentarnos con lo que tenemos y valorarlo: estar pensando en lo que “deberíamos” ser, hacer o tener nos pone en desventaja. Nos mete en un estado de incomodidad permanente, de adversidad crónica y de infelicidad. Saber apreciar lo que sí soy, hago y tengo y qué puedo hacer con eso es mucho más saludable, lo disfrutaremos y estaremos en posibilidades de capitalizarlo para seguir avanzando y creciendo.
13) Gobernar la imaginación: darle vuelo a la imaginación creando escenarios fantasiosos nos saca de la realidad y nos pone a soñar. Usar la imaginación para crear, innovar y provocar soluciones a las realidades nos es mucho más útil. Cuántos sufrimientos provoca fantasear y soñar con realidades imposibles, irrealizables e inalcanzables.
14) Reconocernos falibles y vulnerables: aceptarnos como somos. Aceptar nuestras limitaciones, errores y falibilidades. Nadie es perfecto y nadie espera que lo seamos. Si nos caemos, nos levantamos. Si nos equivocamos, lo reconocemos y lo corregimos.
15) Hacerse cargo y auto-responsabilidad: no quedarse a esperar que “alguien haga algo”; tomar al “al toro por los cuernos”, hacerse cargo y generar opciones para enfrentar la propia realidad en el contexto concreto. Hacernos cargo de nosotros, de nuestras circunstancias, situaciones y entorno en lugar de optar por el papel de víctimas. Ser víctima nos mete a un estado de indefensión; no hay hada que hacer mas que esperar lo peor.
Auto-responsabilidad es “la práctica de hacer que uno mismo sea la causa de los efectos y resultados que queremos, en contraste con la pasividad de esperar y demandar que “alguien más haga algo”. A través de la independencia y la propia responsabilidad es donde conseguimos el poder” – N. Branden
Con esto, conseguimos convertirnos en el recurso y autoría de nuestras acciones, pensamientos y elecciones. Esto implica auto-eficacia que se refiere al sentido, entendimiento, creencia y conciencia de que somos capaces de hacer la diferencia, que siempre podemos hacer algo y confiar en nuestra capacidad y poder de pensar, de hablar, de usar nuestra fuerza emocional y por supuesto nuestra capacidad de actuar y comportarnos para navegar exitosamente en la vida.
La auto-responsabilidad requiere de auto-estima; sabernos valiosos incondicionalmente. Quien se hace cargo deja de gastar energías culpando, acusando y quejándose. Toma las cosas, revisa qué necesita y actúa.
“El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista, ajusta las velas”
– George Ward
Para más información
Luis E. Castañeda Gallardo, luiseugenio@selfbridge.mx www.selfbridge.mx
Referencias:
Bodenhamer, Bob G. D. Min, & Hall, Michael L. PhD, “The User`s Manual for the Brain”, Mastering Systemic NLP, Crown House Publishing, 2003, 2005, 2007, 2009
Hall, Michael L. PhD, “Neuro-Semantics - Actualizing Meaning and Performance”. Library of Congress, Washington, D.C., Copyright Pending, ISBN
Hall, Michael L. PhD, “Self - Actualization Psycology” the Psycology of the bright side of human nature, NSP, Libruary of Congress, Washington DC, 2008
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Maurisse, Thibaut, “Master your Emotions a practical guide to overcome negativity and better manage your feelings”, Kindle Edition, 2018,
Consultor Deportivo
4 añosBuen artículo, el deporte competitivo y u de alto rendimiento en edades tempranas ayuda a desarrollar la resiliencia en jóvenes.
Site Operations Manager en The Hershey Company
4 añosMuy oportuno e interesante artículo! Saludos Eugenio! Un abrazo!