Retención del Talento en Venezuela: Un cuento de Hadas
Estamos más tiempo efectivo en nuestros respectivos lugares de trabajo que en nuestros hogares; eso es una realidad, pero no es menos cierto que las funciones básicas para la vida -comer o dormir- y toda acción orientada a satisfacerlas, como comprar comida y/o medicinas, las ejercemos puertas afuera y, en Venezuela, lamentablemente eso es un periplo que implica exponernos ante la inseguridad (El Observatorio Venezolano de Violencia calculó que en el año 2016 hubo 28.479 muertes violentas; es decir, una tasa de 91,8 homicidios por cada 100.000 habitantes) y a los índices de inflación más escandalosos del planeta, calculados para el 2017 por el Fondo Monetario Internacional en 720.5%, por citar sólo dos calamidades de nuestro día a día.
Antes de seguir adelante, debo advertir que no soy economista o político y, si bien soy abogado, no ejerzo como Juez, así que no emitiré opinión alguna sobre las medidas tomadas por el Presidente y su equipo, pero ciñéndome a los hechos palpables, la consecuencia directa de sus medidas (de suficiente dominio público y que no merece la pena desarrollar en esta ocasión) ha sido el cierre de más de 500.000 empresas en los últimos años (según datos del Primer Vicepresidente de Consecomercio, Alfonso Riera, en una entrevista que le hiciera Unión Radio y reproducida por el Diario El Nacional en su edición de fecha 28 de abril de 2017) y el cese de operaciones de íconos multinacionales, como Kimberly Clark, General Mills, Lufthansa, Aeroméxico, Latam, Bridgestone, Brahma, Mattel y un largo etcétera. Las empresas que se mantienen en operatividad, minimizan al máximo sus costos y nómina para sobrevivir, ajustando con una periodicidad atípica los precios de sus productos para obtener un margen de ganancia que les permita, al menos, mantener su presencia (bajo la lupa de la minuciosa fiscalización del Estado, a través de la totalidad de sus organismos y quienes, a veces sin motivos, expropian sin el debido proceso y derecho a la defensa). Eso sí: se enfrentan a los cinco aumentos de salario mínimo anuales que anunció el Poder Ejecutivo y del Cesta Ticket Socialista (un bono de alimentación) que, curiosamente, rechazan tanto los empleadores como los propios empleados, pues saben que la respuesta inmediata es el aumento desmedido de precios de bienes y servicios.
Tenemos un panorama muy generalizado, pero de por sí, ya poco alentador. Ahora bien, lamento ser tan aguafiestas, pero es menester hacerle saber que en Venezuela existe una inamovilidad laboral absoluta desde el año 2002; dicho puntualmente: si tiene un empleado cuyos resultados o hábitos no son acordes a lo deseado, debe acudir ante la Inspectoría del Trabajo de su Circunscripción e interponer un procedimiento especial de calificación de falta con duración de hasta dos años para la obtención de un pronunciamiento final (durante el cual el trabajador en cuestión no podrá ser despedido ni desmejorado). Una de las particularidades del prenombrado procedimiento es que el trabajador será representado por un Procurador del Trabajo, adscrito a la propia Inspectoría que decidirá sobre la solicitud, convirtiéndose ésta Institución en Juez y parte a la vez. De manera opuesta, si un empleado se siente despedido de manera indirecta por una presunta desmejora laboral, acude ante la Inspectoría del Trabajo competente y, en Procedimiento de Reenganche y pago de salarios caídos que no durará más de una semana, el patrono que presuntamente desmejoró a dicho trabajador tendrá la visita del mismo y un funcionario para hacer efectiva la orden de reenganche. La conclusión es que la retención laboral existe, pero para aquellos empleados conformistas y perezosos, quienes encontraron nicho para su manera de entender la vida laboral y no les motiva escalar posiciones o ascender.
Este escenario de supervivencia empresarial hace prácticamente imposible una justa compensación e incentivos adicionales que reconozcan logros personales y puedan motivar al empleado en el futuro. La consecuencia directa es canibalismo patronal para obtener el buen talento que ha otorgado un voto de confianza al país y, el único método posible para ello, es ofrecer una ligera mejora en el paquete salarial (no necesariamente en el sueldo; una póliza privada de seguro con mayor cobertura vale oro) que convierta a ése valioso trabajador en un “saltimbanqui” de empresa a empresa. Si bien este particular podría resultar difícil de explicar a profesionales de RRHH de otras latitudes, intentaré simplificarlo: Mal podemos crear Best Places To Work en entornos tan hostiles, ni hacer branding patronal que identifique y motive al personal, cuando mal podemos sustentar la empresa misma. Señores empleadores extranjeros: Cuando a sus manos llegue la hoja de vida de un trabajador venezolano, no malinterpreten su multiplicidad de empleos en cortos períodos de tiempo, pues no se trata de inestabilidad personal; es inestabilidad de un país en el que, ésta persona, no (mal) vive, sobrevive.
Abogado I RRHH I Seguridad y Salud Laboral I Coach Organizacional
7 añosQue agridulce es pensar que, por un lado me alegre habrte proporcionado una buena lectura, amigo Reynaldo, pero por el otro, que ésta sea nuestra realidad. Vendrán tiempos mejores, amigo mío. Gracias por tu comentario.