Revoluciones: una perspectiva de desempeño social
Ah, la palabra "revolución". Es la comida chatarra ideológica de la era moderna: un término tan generosamente esparcido sobre cada causa que ha perdido cualquier apariencia de sustancia.
¿Quieres derrocar a un gobierno? ¡Revolución! ¿Lanzar una nueva aplicación? ¡Revolución!
Pero seamos honestos: llamar "revolución" a cada golpe violento o mejora tecnológica es como llamar a cada cena familiar un festín gourmet.
No es sólo engañoso; es intelectualmente vago.
Hoy en día, todos los grupos ideológicos con problemas han reclamado el manto de la "revolución", esgrimiendo el término como un instrumento contundente para atravesar las puertas de la razón y los matices. Desde las empresas tecnológicas hasta los movimientos políticos, ahora todos son revolucionarios, o eso les gustaría que creyéramos.
Pero hagamos una pausa por un momento y preguntémonos: ¿Es cada batalla ideológica genuinamente revolucionaria, o hemos suavizado el término hasta el punto de que significa poco más que "un cambio que me gusta"?
El uso indiscriminado de "revolución" al servicio de la ideología no sólo es engañoso; es intelectualmente vago. Reduce la rica complejidad del progreso humano a una narrativa simplista del bien contra el mal, donde cada oponente es un tirano al que hay que derrocar y cada partidario un héroe en ciernes. Éste es el lenguaje del dogma, no de las ideas.
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Después de todo, la ideología se nutre de la certeza.
Se trata de aferrarse a un conjunto de creencias fijas, a menudo dogmáticas, que pueden empaquetarse claramente en propaganda maniquea: nosotros contra ellos, la luz contra la oscuridad, el progreso contra la regresión. En este marco ideológico, la revolución es un arma de fuerza contundente, una manera de aplastar el viejo orden e imponer uno nuevo sin tener en cuenta los matices de la experiencia humana o las complejidades del cambio social.
Las ideas reales, por otra parte, están menos preocupadas por lo binario y más interesadas en la autocorrección y la evolución.
Las ideas evolucionan, se adaptan, se cuestionan a sí mismas y construyen sobre el conocimiento anterior.
Aquí es donde nacen las revoluciones reales y duraderas, no en las calles sangrientas o en las cámaras de eco del fervor ideológico, sino en el trabajo lento y paciente de transformar la sociedad desde adentro hacia afuera. Éstas son revoluciones que no sólo son pacíficas sino irreversibles, y que dejan tras de sí un legado de progreso que la ideología por sí sola nunca podría esperar lograr.
Entonces, antes de calificar cada causa, movimiento o avance tecnológico como una revolución, preguntémonos si estamos presenciando un cambio genuino y transformador o simplemente otra ronda de fuegos artificiales ideológicos. La diferencia entre ambos no es sólo académica: es la diferencia entre el cambio superficial y el progreso duradero, entre el dogma de la revolución y la evolución de las ideas.
En lugar de etiquetar acríticamente cada agitación dramática como una revolución, juzguemos estas supuestas revoluciones por sus frutos reales: su impacto social. En lugar de dejarnos llevar por el teatro, deberíamos evaluar estos eventos desde una perspectiva de desempeño social, donde el foco esté en mejoras significativas y duraderas en la vida de las personas.
Psicóloga, M.A., Consultora, Especialista en Gestión Emocional (Bioneuroemoción®) y Coaching Sistémico en PatriciaCalle.Coach / Consultor para el desarrollo organizacional integral en Sistema Do It
4 mesesMaestro Mariano. Qué importante y oportuna reflexión. Y lleva a confrontar y "desbaratar" esa perspectiva dual, que polariza, sin llevar a ninguna parte, pero que permitimos como deporte nacional, para contraponer sin sentido resultados vs. procesos, causa vs. efecto, abundancia vs. carencia, poder vs. comunidad, derechos vs. deberes, logros vs tareas, tecnología vs. humanidad... y un largo etcétera. Gracias por recordar que aún hay otra forma, otra manera de pensar, percibir y actuar para avanzar y evolucionar, como bien señala. Y que se nos olvida fácilmente, al atravesar experiencias caóticas en cada vida, empresa, familia, relación... que son una inigualable oportunidad para el cambio. Y esa es una gran responsabilidad de la ciencia y de los métodos sistémicos para la vida. Un abrazo.
Founder infinita Accelerate Edlatam | Consultor e investigador en Gestión del Talento | Director ISPI Colombia | Senior Learning Strategist & Performance Improvement | Change M | Aprendizaje Corporativo Acelerado & Agile
4 mesesMuy buen artículo Mariano. Claro y contundente...