Salvado de las aguas: de cómo la combinación de catástrofes naturales y conocimientos bancarios puede ser exitosa

Esta es una historia real.  El protagonista se llama realmente Moisés, sólo que en este caso no hubo una hija del faraón que lo rescatara sino que se ocupó él mismo de salvarse de las aguas.  Nació en el Caribe donde los huracanes, como vemos en la prensa de estos días, son frecuentes así que en su niñez y adolescencia le tocó de cerca este tipo de catástrofe. El primero fue cuando él tenía diez años y toda la isla se vio sin energía eléctrica durante un mes después del paso de dos huracanes en menos de diez días, que además de devastación trajeron inundaciones e infecciones. Sus padres tenían dinero y compraron generadores eléctricos, que en esa época eran escasos y de potencia limitada, pero permitieron enfriar bebidas y conservar alimentos bajo un calor de 280 C (810 F) constantes, además de proveer de energía al sistema de suministro de agua y descargar inodoros. El país recibió ayuda internacional, llegaron productos lácteos que se dañaron por las altas temperaturas sin refrigeración y se construyeron casas para los damnificados.

Los siguientes años registraron el paso de tormentas tropicales de menor intensidad. El país comenzó a importar más generadores y cuando cinco años después pasó otro ciclón de gran magnitud, la familia y el entorno estuvieron mejor preparados para enfrentar la situación de escasez y caos provocados por la caída de árboles (no endémicos) y de casas y naves industriales construidas sin mucho criterio. En esa ocasión el problema básico consistió en recoger el desorden y contribuir al restablecimiento del tendido eléctrico. Como en la experiencia anterior, el gobierno construyó casas para los damnificados y más de un personaje político sacó beneficios de la necesidad de reorganización y reconstrucción después del caos.

Dos años después de ese último huracán terminó el bachillerato y se marchó a hacer estudios universitarios en los Estados Unidos donde descubrió que allí hasta los ricos viven en casas de cartón. Cuando salió del campus universitario y vio casas en construcción no podía creer la fragilidad de las instalaciones, con poca utilización de concreto y preferencias por sistemas de aislamiento de la temperatura como los que se ven para la instalación de aires acondicionados en su país natal. Eso es porque aquí el problema es el frío y así las casas están mejor equipadas contra la nieve, le dijeron. En sus ojos caribeños aquello era inaudito.

Cuando terminó la universidad empezó a trabajar en Wall Street y vio que los edificios que alojaban los grandes bancos con los que le tocaba interactuar también eran de dudosa infraestructura. El primer ciclón que le tocó vivir en los EEUU fue Andrew, y aunque él no estaba en la zona, escuchó a proveedores excusarse de faltas en las entregas por causa del paso de la tormenta. “Esta gente me está haciendo cuentos a mí sobre el paso del huracán. Esos son justificaciones para no entregar lo que no han hecho, excusas para esconder su pobre desempeño. Como si yo no me conociera cuál es la historia que lo cubre todo”. 

Se enamoró y se casó pero antes de comprar una casa propia dedicó literalmente años a documentar su necesidad de una casa de verdad, en concreto. Provisto de su experiencia en banca, seguros y finanzas, hizo proyecciones de estudios de riesgo y análisis estadísticos de la incidencia del paso de fuertes vientos. Con los abogados se documentó sobre toda la permisología relevante y, dotado de toda la perseverancia de sus antepasados, consiguió franquear los intersticios necesarios para lograr que le dejaran construir una casa razonable, a prueba de huracanes ¡en el estado de Connecticut! Nos hizo esos cuentos en una reunión de egresados del colegio, pocos meses después del paso de Katrina y Wilma por el sur de los Estados Unidos. Hoy día mira con tristeza los tropiezos en torno a Harvey y se lamenta que, al contrario de él, sus nuevos compatriotas no hayan aprendido a sacar las experiencias positivas de haber sobrevivido catástrofes naturales.