¿Seguimos dilapidando sueños?
Mi profesión me regala grandes momentos cuando trabajo codo a codo con las personas y tengo oportunidad de conectar de verdad con ellas. A veces se producen conexiones especiales, como suele ocurrir en mis mentorías con jóvenes pre-universitarios.
Yo les ayudo a dibujar su propia hoja de ruta hacia el futuro académico y profesional, y ellos me ayudan a seguir renovando mi fe incondicional en el ser humano.
Acabo de vivir un caso fantástico con un chico de 18 años, a quién llamaré P. Mientras él desplegaba su historia, yo le observaba con atención. Era enternecedor tenerle ante mí, poco a poco abriéndose a la posibilidad de confiar en que alguien desconocido (yo) le podría mostrar caminos realizables.
La verdad es que la magia puede ocurrir cuando dedicas 2 horas de atención sincera a un joven. Claro que la condición suele ser que no seas ni su padre ni su madre. La juventud nunca fue terreno fácil, y aquí la neutralidad que aporta el mentor ayuda mucho.
Ese día le pedí a P. que cerrara los ojos, me contara su sueño y cómo se veía de más mayor después de haber estudiado y estuviera trabajando en algún sitio concreto. Es habitual que en el ejercicio se exprese buena parte de la esencia de la persona, incluso aunque ya esté muy educada por el sistema. Y este siempre resulta un momento muy hermoso: el privilegio de que alguien te comparta su sueño de alma. Hay que tratar semejante regalo con mucho respeto, humildad y amor.
Describiendo su sueño, P. me habló de libertad para elegir cómo trabajar, de tiempo de calidad con sus amigos y familia, de espacio para su creatividad y de cómo quería mantenerse siempre motivado en lo que hiciera.
No sé si lo veis como yo, pero algo tienen los chicos y las chicas de hoy que me fascina. Es un “algo” que creo relacionado con el hecho que son almas más despiertas, más conectadas con su propósito vital de lo que la mayoría de los de mi quinta jamás estuvimos o quizá estaremos.
Mi experiencia es que nuestros jóvenes pre-universitarios, si les das el espacio adecuado para expresarse fuera de todo condicionamiento, tienen muy claro cómo quieren vivir de mayores. Y, sin embargo, tantas veces, justo después de haberme contado sus sueños, se les escapan frases que suenan a renuncia prematura de los mismos. Ese día también pasó con P.
Cuando durante la sesión íbamos contrastando sus deseos de futuro con la realidad de nuestros estudios universitarios y su posterior concreción en profesiones varias, él derivaba a menudo hacia los conocidos “ya, esto me apasiona, pero seguro que así no me ganaré la vida”, o “mejor que estudie esto otro que, aunque no me motiva nada, he leído que está muy demandado en el mercado”.
Auch. Auch. Auch.
Cada vez se me parte el corazón. Y cada vez me repongo e intento ayudarles a tejer puentes de posibilidades entre sueño y realidad que no les obliguen a perder la ilusión por el camino.
Y no penséis que la renuncia viene inculcada por unos padres demasiado clásicos en las opciones académicas o profesionales, porque la mayoría de jóvenes admiten y agradecen tener apoyo total en casa sin importar su elección.
Entonces, ¿qué estamos haciendo mal todavía, como sociedad, en la educación, en los medios, que matamos los sueños de nuestros jóvenes con tanta ligereza e impunidad?
Tanta innovación educativa por aquí y por allá, y habiendo llenado nuestras escuelas de clases de educación emocional que se supone ayudan a nuestros jóvenes a confiar profundamente en sí mismos, ¿cómo puede ser que sigamos escuchando a chicos de 18 años, cargados de talento y potencial, cortándose a sí mismos las alas en nombre de un futuro en el que el motor principal siga siendo que “te podrás ganar la vida”?
Propongo que hagamos un reset colectivo en este tema no menor, porque lo primero que necesitamos en el mundo son más personas felices que vivan su profesión como parte importante del bienestar personal.
Primero, personas que se sientan vivas en cualquiera que sea la profesión que elijan. Y después ya hablaremos de cómo hacemos que, también, sean productivas y positivas para la sociedad. Aunque en realidad ya sabéis que las personas que aman su profesión suelen venir con estas dos capacidades incorporadas de serie.
Cierro con palabras hermosas del filósofo y educador norteamericano Howard Thurman:
“No te preguntes qué necesita el mundo. Pregúntate qué te hará sentir vivo. Y después sal y hazlo realidad. Porque el mundo necesita gente que esté viva.”
Para los muy osados, otra forma de llegar a la misma idea es este corto vídeo con texto y audio original de Alan Watts que tantas veces he recomendado y que a tantos ha zarandeado en sus cimientos. ¿Qué es lo que deseas para tu vida?
Aquí queda, con cariño ¡dedicado a todos mis valientes jóvenes que se lanzan al mundo sueños en mano y deciden creer en sus talentos, en su potencial de ser felices y en su capacidad de esfuerzo para conseguirlo!
Directora del proyecto y responsable comercial
4 añosMuy buenas tus reflexiones Irene. Es muy triste ver que hay chic@s que tiran la toalla antes de salir al mundo. Tu labor es vital, así como el acompañamiento terapéutico, porqué cada día hay más depresión juvenil. Gracias por compartir.
Médico. Numeróloga Evolutiva
4 añosConsecuencuas de haber sido adoctrinados en el valor del tener. El valor de ser parecia no ser suficiente. Los libre pensadores han sido siempre un incordio. Soplan vientos de cambio y muchos jovenes estan preparados para liderarlos. Ellos nacen ya mas ""afinados" para reunir en si mismos el pensar con el sentir a la hora de perseguir sus sueños.
Global Digital Sr. Marketing Manager @Autodesk | Driving Revenue Growth in SAAS with Innovative B2B Marketing Strategies | AI Marketing Certified | Sharing AI insights
4 añosQue buen artículo 👏👏👏
Co-founder & CEO. Focused on personal and process efficiency
4 añosGenial com sempre, Irene!!!