Ser auténtico me provoca inseguridad

El domingo pasado escribí sobre el valor de la autenticidad, de mostrarnos como somos en cualquier circunstancia y ante cualquier persona, un valor cada vez más demandado para generar confianza y relaciones de sólidas y duraderas

Fuisteis muchos los que me dejasteis comentarios y mensajes por privado pidiendo que tratara este tema con mayor profundidad porque, como explicaba en mi anterior artículo, ser auténtico tiene un precio que no todo el mundo está dispuesto a pagar porque le hace sentirse vulnerable y eso le provoca una gran inseguridad.

En este artículo quiero dar respuesta a varias preguntas que me hicisteis y concretamente a dos formuladas por mi gran amigo Norberto Oscar Malatesta que en su comentario planteaba "¿Somos realmente auténticos? ¿Tenemos miedo a mostrarnos tal y como somos, a ser nosotros mismos?" y me propuso que escribiera sobre "La inseguridad de ser auténticos".

Ya sabéis que estas últimas semanas estoy escribiendo sobre cuestiones que me planteáis para poder ofreceros un contenido de mayor calidad, por lo que este domingo recojo la propuesta de Norberto Oscar Malatesta y voy a analizar ¿Por qué nos provoca inseguridad y miedo el hecho de mostrarnos tal y como somos?

¿Por qué tenemos miedo a ser auténticos?

La mayoría de las personas admiramos a las personas auténticas porque las vemos como seres libres, que no esconden nada, seguras de si mismas, que se muestran tal como son sin miedo al rechazo, que tienen una personalidad fuerte y son fieles a sus convicciones y valores.

Ser auténticos nos aporta riqueza y crecimiento porque no hay dos personas iguales y descubrir esa diversidad nos permite ampliar horizontes y descubrir nuevas maneras de ser y de interpretar la realidad.

Si todo son ventajas, ¿Por qué ese miedo y resistencia a ser auténticos?

La respuesta es simple: Queremos encajar. Vivimos en una sociedad que tiende a uniformar y crear unos modelos concretos que dictan cómo se supone que tienes que ser como persona, como amigo, como pareja, como profesional, como jefe, como trabajador, como mujer, como hombre,... y la lista puede continuar en unos modelos que definen, agrupan, etiquetan y proporcionan seguridad en tanto dan unas pautas a seguir para ser aceptado por el grupo y así tener garantizada una de las necesidades básicas de todo ser humano: el sentimiento de pertenencia.

Si te alejas o no cumples con estas directrices, se te considera diferente y el grupo no te considera parte del mismo.

Y ahí viene la pregunta del millón ¿Realmente podemos ser auténticos en todo momento? ¿Podemos mantenernos fieles a nosotros mismos? Eso me recuerda un libro que os recomiendo "El precio de ser distinto" de José Luis Martín Vigil.

Realmente, es una cuestión compleja porque entran en conflicto dos valores importantes: Por un lado, el ser fiel a uno mismo y, por otro, el sentido de pertenencia.

Parece más fácil decantarse por el sentido de pertenencia y sentirse así seguro dentro del grupo pero ¿Cómo aliviar el sentimiento de traicionarse a uno mismo?

La clave está en encontrar el equilibro entre pertenecer pero sin renunciar a nosotros mismos, a nuestros opiniones y valores. Habrá momentos en los que nos tendremos que desmarcar del grupo para no traicionarnos a nosotros mismos y para lograr ese equilibrio tenemos que tener muy bien definida nuestra identidad, esas preguntas que yo siempre hago en mis mentorías ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy haciendo o decidiendo esto, por encajar o por que realmente quiero?

El autoconocimiento, una sólida escala de valores y una buena gestión emocional me van a permitir ser auténtico sin renunciar al sentimiento de pertenencia.

Y tener claras ciertas ideas como:

• No puedes caerle bien a todo el mundo
• La perfección no existe
• Mantener un personaje te desgasta emocionalmente
• Todo el mundo comete errores
• No puedes complacer a todos
• Si las personas te quieren por lo que aparentas ser, realmente no te quieren porque no te conocen

Y tú, ¿Te atreves a quitarte la máscara?