Shakespeare, catetos y Empresas
Es evidente que nos han ganado la partida.
Ya hablamos con absoluta normalidad de los e-mail, de los pendrive, de los wathsapp, de los call-center y hasta del real estate. Sin duda el inglés, como en otras muchas cosas, es el idioma universal. (Hace poco me volvía loco buscando unas instrucciones en un folleto que estuvieran escritas en castellano. Para entenderlo: inglés, chino, francés, indú y ruso, lo que hiciera falta).
Pues he aquí que la mancha se extiende y llega incluso a los rincones donde en teoría debemos ganar por goleada.
Efectivamente y en línea con todo lo anterior, hoy llamamos Bussines School a todo aquello que se dedica a enseñar a empleados, directivos y empresarios en un lenguaje propio de las aulas. Como quiera que eso de formar ya es moneda de curso legal, toca ahora diferenciarse, y nada más socorrido que poner un “bussines school” detrás, cuando con Escuela de Negocios bastaba.
Así he visto como en estos últimos años se ha producido ese mimetismo camaleónico hacia el inglés y unas y otras escuelas han ido cambiando el vocablo hispano.
Nada que objetar a las que se codean en los rankings internacionales, es el lenguaje universal, pero ¿qué me dicen de esas que no pasan de su Comunidad?
Lo que me parece ofensivo es llamarle ”bussines school” a una de las pocas cosas que podemos exportar: el fondo de comercio inmobiliario (si, eso a lo que habitualmente llamamos know-how).
Hace poco sabía de un, "cuando menos", desafortunado uso del vocablo: The Real Estate Bussines School. Tal es así que si no llego a conocerlo por quién ha colaborado en su diseño, podría parecer que lleva funcionando más de veinte años a la sombra de IPE, cuando apenas si ha cumplido los 12 meses de edad. Nuevamente el inglés para enmascarar el pasado, haciendo, eso sí, del pasado la estrategia y además hacerla propia.
Pues bien, si algo tenemos para exportar, entre otras cosas, está el haber licitado en un año del orden de 800.000 viviendas y de construir una cifra casi similar, de crear el marketing de la cuota hipotecaria, de darle empleo a mucha gente y de lograr que muchos de los Ayuntamientos de este país pudieran contar con recursos para repartirlos entre sus ciudadanos. Eso, a lo que hemos llamado Burbuja, habrá que explicarlo y saber buscar soluciones, para cuando pase…
Por enseñarlo, por exportarlo en el mundo inmobiliario internacional, si vale la pena llamarse de esa manera, aunque Shakespeare le gane a Cervantes.
Aunque “el demonio se vista…” de Bussines School, no por eso deja de ser demonio.