Si está conectado, ¿está integrado?
Días atrás escuché a uno de los 450 disertantes del Congreso Aapresid, decir que el avance de la digitalización en la agricultura es inexorable. Una calificación que aplica en forma transversal a toda la actividad humana, en cualquier disciplina, y hasta para los aspectos más nimios de la vida cotidiana.
La digitalización que vivimos en este siglo 21 es, en buena medida, hija del avance de las comunicaciones o de lo que, Internet mediante, llamamos actualmente conectividad. Comunicación, conectividad, conexión. Son palabras que, a priori, suenan amables, positivas y que refieren a instrumentos que, al menos utilizadas con fines nobles, dan idea de herramientas que nos podrían llevar a un cambio positivo en la actividad en la que se apliquen y hasta de la sociedad toda.
Están más que claros los aportes que la tecnología y la digitalización han hecho y seguirán haciendo en pos del progreso de la civilización. Y en este sentido, la interconexión entre las personas, en cualquier latitud del mundo en la que se encuentren, es apenas una muestra de ese progreso. Otra de esas muestras es la multiplicidad de canales por los que circula la información, siendo en estos tiempos las redes sociales una prueba palmaria de la sociedad en la que vivimos.
Justamente y a propósito de esto, el reciente Congreso Aapresid (el que anualmente organiza la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa), celebrado la semana pasada, por primera vez en Buenos Aires, tuvo como lema “Todo está conectado”. La frase, según dichos de las propias autoridades de la entidad fue propuesta para este, su 32° congreso anual, a fin de que el público le diera una libre interpretación. Una forma de cocrear un significado para el lema “todo está conectado”.
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Durante el Congreso Aapresid, en muchas de sus 160 conferencias, se explicó con proyección de futuro, como la interconexión se da cotidianamente en diferentes aspectos que hacen a la agricultura moderna. Y también quedó clara, la conexión que este y otros eventos de la comunidad agroalimentaria, una vez más, intentan, lograr o mejorar entre el agro y el campo y la ciudad.
Ahora bien. Me hago y les comparto dos preguntas, ensayando sendas respuestas: 1) ¿Todo está conectado? Sí, claramente. La tecnología, la Internet de las cosas, y la conectividad (algo que todavía es deficitario en el extenso territorio argentino), lo permiten, al menos en teoría. 2) ¿La conexión implica, de por sí, la integración de una sociedad? No necesariamente. La posibilidad de la conexión técnica, de utilizar las herramientas que la comunicación y la digitalización nos brindan, son condición necesaria, pero no suficiente para la integración de una sociedad en sus distintos estamentos.
Mucho más allá de la agricultura, “o de los rastrojos”, como rezaba décadas atrás un lema de otro Congreso Aapresid, quizás el desafío del agro, en particular, y de la Argentina, en general, sea pasar del “todo está conectado” al “todo está integrado”. Llegar a esto requiere estrategias de educación y comunicación a largo plazo y, sobre todo, una política basada en valores comunes y consensuados, que conduzcan a la sociedad nuestra de los argentinos, a un progreso duradero y sustentable en lo económico, social y ambiental. Lograrlo debería ser el propósito de cada buen ciudadano.