Si yo puedo aprender de mi hija...

Si yo puedo aprender de mi hija...

Soy muy fan de mi hija. Lo reconozco. Y sí, supongo que tengo el comprensible sesgo de ser su padre y que, tal vez, todo en ella me parece fantástico. Pero de verdad, siento admiración por ella. Y en estos días en los que he estado madurando la idea de escribir este artículo, me he estado armando de razones y he querido sacar una lección que me parece que puede resultar interesante y muy necesaria.

Os contaré una anécdota personal para que entendáis lo que os digo. Al final del curso pasado, y ya a las puertas del verano y de su llegada a Primaria (¡El cole de los mayores!) en casa se nos ocurrió dar una sorpresa a mi hija y su grupo de amigas. No es un grupo cualquiera, tienen un nombre (Las Dais) y son inseparables. Además, cada una tiene su animal (esto es cosa de su clase) con el que se identifican. De modo que, para darles esa sorpresa, decidí hacerles una camiseta personalizada (quienes me conocéis, sabéis que tengo un gusto especial por lo creativo) con su logo, su nombre, la fecha en que se conocieron y los nombres de cada una con su correspondiente animalito. El caso es que en el momento de preparar las camisetas, eché en falta una de ellas. De modo que quedaban tres camisetas para cuatro niñas, y le dije "hija, yo creo que podemos darles las camisetas a tus amigas y mientras voy pidiendo otra para que la tengas cuanto antes". Temía su reacción y al principio se mostró algo triste por ello... pero al poco rato dijo algo que me enorgulleció y me encogió el corazón al mismo tiempo: "No te preocupes, papi, prefiero que las Dais estén contentas y felices"

Os puedo asegurar que aquella frase, aquel sentimiento, era verdaderamente sincero. Y me pareció una postura tan generosa, tan madura... que, de verdad, me quedó grabado.

Generosidad, altruísmo, amor por la gente que quiere y le rodea. Ahora, hoy, puedo decir que esos valores, entre otros, definen a mi hija. Del mismo modo, es la persona de la casa que trae paz entre tanto caos, que pone pausa cuando es necesario ("tranquilo, papi, ya llegaremos", me dijo hace tres días cuando íbamos con la hora justa al cole) o que es capaz de empatizar y entender a su hermanito cuando se agarra las pataletas que se agarra y lo defiende cuando le regañamos o cuando le chinchamos a modo de broma. También la que mete humor a las situaciones tensas para calmar los ánimos, o cuestiona las dificultades que se van presentando aportando, a veces, posibles soluciones. Puro optimismo del de verdad, no del de Mr. Wonderful. Os recuerdo que os estoy hablando de una niña de primero de primaria...

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Los últimos 12 meses han sido difíciles, y hemos estado trabajando mucho con ella algunas dificultades que nos transmitieron desde el cole, y el esfuerzo, las ganas de mejorar y la buena disposición que ha demostrado a su corta edad son verdaderamente encomiables. Perseverancia, persistencia... o esa tan de moda resiliencia. Si ella lo intenta, si ella no desiste y no se rinde para mejorar ¿Por qué voy a hacerlo yo?

Como padres, tenemos una gran responsabilidad. Cuidamos, protegemos, educamos, enseñamos, guiamos... pero también es importante que miremos hacia nosotros y aprendamos de ellos. Como líderes, esta visión humilde y abierta es igualmente necesaria.

Soy muy fan de mi hija, más allá de mi amor por ella. Y todo esto me hace pensar en la necesidad que tenemos de aprender de quien pueda aportar valor, conocimiento y ejemplo, independientemente de donde venga o qué experiencia traiga. Podemos, y debemos, estar abiertos a aprender de todo el mundo y a reconocer los méritos, cualidades y puntos fuertes que nos hagan crecer como equipo, porque todos, y a veces quienes vienen detrás de nosotros, pueden llegar a aportarnos algo y a ayudarnos a crecer.

Da igual lo senior que seas, tal vez si abandonamos la creencia rígida de "yo llevo ya mucho en esto, hazme caso", sea esto la vida, un negocio, una empresa o un deporte... encontremos oportunidades muy importantes y muy interesantes para crecer y mejorar. Y no se nos deben caer los anillos por ello.

En el último año he aprendido mucho de mi hija, y doy fe de que me ha cambiado a mejor. Me siento más paciente, más tranquilo, más calmado. He aprendido la importancia de poner ese punto de pausa a la vida, de respirar, de relativizar determinadas adversidades. He aprendido a respetar más, a ser responsable, a esforzarme más que antes, a perseverar, a intentarlo, y a dejarme enseñar. Estoy muy orgulloso por cómo va creciendo mi hija y muy agradecida por todo cuanto me enseña cada día, aunque ella no lo sepa. Y a veces le reconozco todas estas cualidades de manera abierta y directa. Porque debe saberlo.

Y he decidido llevar esta filosofía a todos los ámbitos de mi vida. Creo que si yo he podido aprender de mi hija, ¿por qué no voy a aprender de juniors, cinturones blancos, las personas que podamos tener a nuestro cargo o en general todos aquellos que presuntamente traen menos experiencia vital que yo?

Gracias, hija. De corazón.



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