Somos historias y hacedores de historias

Somos historias y hacedores de historias

"Avancemos, narradores de cuentos, y apoderémonos de cualquier presa que anhele nuestro corazón, y no tengamos miedo. Todo existe, todo es verdad, y la tierra es sólo un poco de polvo bajo nuestros pies". W. B. Yeats

Hace unas semanas vi El niño y la garza de Miyao Miyazaki. La dejé reposar un rato para digerirla en silencio.

Usualmente me pasa lo mismo. Algo me llega con fuerza inusual, y me deja jugando con el eco que vaga en mí por un bosque invisible.

En La célula de Tarsem Singh, una terapeuta que puede entrar en la mente de pacientes en coma, se debe sumergir en la de un asesino serial para salvar a una mujer que este tiene cautiva.


La dirección de arte es alucinante y aborda el trauma infantil de forma brillante. La mente del asesino es un reino siniestro que construyó en su niñez para refugiarse de los maltratos de su padre. Allí se ocultó el niño y nació el monstruo.

La mente es un animal extraño. Puede crear sueños increíbles y pesadillas espeluznantes. Una idea, una experiencia, una molécula, y ¡Bum! ¡Otra historia!

Colin Wilson, en una bocanada de existencialismo vitalista, recomienda que no usemos la imaginación para escapar de la realidad, sino para crearla. Los usos no son excluyentes, siento yo.

En El laberinto del fauno, Ofelia, se escapa a un lugar de fábula para evitar quedar atrapada en las atrocidades de la posguerra española. — ¿Quién la culparía?—


Ahora, sostener una historia cuesta. En El niño y la garza, un curtido y cansado demiurgo busca un sucesor que pueda, con renovadas fuerzas, malabarear mundos que nos sirvan de norte, en el mar de incertidumbres que es la vida.

Bansky recomienda que cuando estemos cansados, debemos aprender a descansar, no a darnos por vencidos.


Nietszche bien advertía que cuando las fuerzas merman, vuelven feroces las ideas que ya habíamos derrotado tiempo atrás.

A veces me da miedo creer, me da miedo que se caiga la historia, pero al capotear la tormenta, al fondo siempre encuentro a mi fiel musa, y empiezo a escribir y otra vez creo. Y te creo. Y me creo.

¿Y tú qué te crees?

¿Y tú qué te creas?

¿De veras?¡De veras!

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