Tauro, funcionalidad y estética
El uro es el agrotipo o especie salvaje exterminada en tiempos históricos de la que deriva la vaca doméstica. Recuperar la función que ejercía el uro es imprescindible para renaturalizar los ambientes naturales. Por ello se pretende recrear el uro a partir de sus descendientes domésticos, las vacas, mediante cruces selectivos.
¿Cómo era el uro?
Los restos de uro recuperados pertenecen a animales del norte de Europa. Se trata de ejemplares que alcanzaban el 1,80 m de altura en la cruz, con unos cuernos muy grandes y que con seguridad sobrepasaban los 1000 kg, siendo el bóvido más grande del continente.
La función del uro
Los grandes fitófagos como el uro o el bisonte europeo son especies ingeniero, es decir, especies capaces de modelar el paisaje. La razón radica en su gran tamaño. Los grandes fitófagos no pueden ser muy selectivos a la hora de comer porque necesitan ingentes cantidades de alimento. La ingesta tan importante de materia verde tiene unas enormes repercusiones sobre la vegetación. Por una parte ese alto consumo provoca ambientes abiertos y por otra su peso al pisar abate muchos plantones lo que acrecenta ese efecto. Pero no acaban aquí las repercusiones de los grandes fitófagos, al procesar tanta biomasa vegetal y convertirla en excrementos fácilmente descomponibles pone a disposición de las plantas muchos nutrientes, lo que se traduce en una mayor producción vegetal que a su vez supone más recursos para los fitófagos. Se trata de una retroalimentación positiva o feedback que permite alimentar más animales por unidad de superficie Además, comer en un lugar y defecar y orinar en otro distribuye los nutrientes. Sus excrementos y carcasas cuando mueren alimentan redes tróficas propias que sostienen una gran biodiversidad. Incluso comportamientos como rascar el suelo crea microhábitats para plantas colonizadoras, himenópteros excavadores y otras formas de vida. El efecto de abrir la vegetación y crear un ambiente de sabana arbolada o dehesa podría explicar el por qué las dehesas bien mantenidas tienen más biodiversidad que los bosques cerrados, al reproducir mejor el ecosistema en el que evolucionaron muchas especies europeas. Esa función de los grandes fitófagos es imprescindible para mantener la biodiversidad. La gestión de las zonas naturales es cara y difícil, si se basa en la propia naturaleza todo se simplifica. Los grandes fitófagos pueden recuperar la naturalidad perdida, reduciendo la necesidad de gestionar artificialmente. Las especies más amenazadas de Europa son las de espacios abiertos porque cada vez son más escasos. La deforestación es un problema a escala mundial, pero a nivel del hemisferio norte los bosques cubren cada vez mayor superficie y de forma más compacta y continua. Son precisos espacios abiertos y mayor heterogeneidad de ambientes y eso lo hacen los grandes fitófagos, por eso es preciso recuperar vacas asilvestradas viviendo de forma salvaje e integrada en los ecosistemas.
Funcionalmente muchas razas primitivas han demostrado ser buenas candidatas para vivir libres, incluso algunas razas muy modificadas sobreviven asilvestradas a depredadores como las vacas de Chrenobyl, que desde 1986 conviven con osos y lobos. A pesar de ello, se intenta recuperar un aspecto físico parecido al del uro para los proyectos de rewilding o resilvestramiento. La razón es más de percepción social que de necesidad ecológica. Las vacas asilvestradas con función ecológica deben ser consideradas animales salvajes a todos los efectos. Eso no es posible actualmente en la mayor parte de Europa.
Condición de animal salvaje
Las vacas son consideradas animales domésticos y como tal deben ser controladas veterinariamente. A un zorro no se le captura cada año para vacunarlo y hacerle un chequeo, pues una vaca asilvestrada con finalidades de renaturalización debe ser tan salvaje legalmente como un zorro. Pero una vaca de anuncio, con manchas blancas y negras no será percibida por nadie como un animal silvestre, por ello se quiere recrear una forma física que todo el mundo relacione a primera vista con un animal salvaje, de aspecto imponente. Por ello se quiere recrear un uro, el tauro. Esa percepción puede condicionar a los políticos para darle esa condición de salvaje a los tauros.
La domesticación
El proceso de domesticación del uro siguió diferentes derroteros según qué era lo que se pretendía obtener del animal surgiendo así las razas. Mientras que en algunas se aprovecha la leche y se han obtenido mediante cruces selectivos animales que la producen en cantidades de diversas decenas de litros al día, en otras se ha potenciado la carne dando lugar a animales masivos. En otros casos algunas razas han sido utilizadas como animal de tiro primándose su fuerza de arrastre y mansedumbre. Un caso excepcional es el toro de lidia, seleccionado desde hace tres siglos para ser agresivo. Como el uro fue el predecesor de la vaca y se conservan razas poco modificadas, especialmente las utilizadas como fuerza de trabajo, con ellas se quiere recuperar un animal de aspecto y funcionalidad parecida a la forma salvaje.
La regla de Bergmann
La regla de Bergmann dice que una especie endoterma, que conserva una temperatura corporal constante, tiende a ser de mayor tamaño cuanto más próxima a los polos viva. Eso es así porque al aumentar de tamaño el volumen crece al cubo mientras que la superficie lo hace al cuadrado. Como el calor se pierde por la superficie del cuerpo y la inercia de su conservación se debe a su volumen cuanto mayor es el animal proporcionalmente pierde menos calor y por tanto puede sobrevivir con menos energía en relación a su tamaño, es decir, aprovecha mejor el alimento. Esa regla se aplica a todos los mamíferos, por eso los ciervos, los jabalíes o los osos del sur de Europa son mucho menores que los del norte. Es de suponer que los uros ibéricos eran de menor tamaño que los de Alemania o Polonia, aún así debían ser impresionantes.
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Proyectos de recreación del uro
La regeneración del uro se intentó ya en Alemania nazi para recuperar el esplendor del imperio por los hermanos Heck, dos biólogos que utilizaron razas de Europa central. Dejando de lado consideraciones políticas, consiguieron formas muy similares al uro, el llamado ganado de Heck, del que quedaron animales aquí y allá después de la segunda guerra mundial y que han sido recuperados en los proyectos alemanes. Más recientemente se han hecho algunos cruces con la raza watusi, del tronco cebú, que deriva también del uro, pero de su forma asiática, para incrementar el tamaño de sus cuernos. Incluso se ha utilizado el toro de lidia por su porte atlético y buenas defensas.
En los Países Bajos surgió el proyecto tauro de recreación del uro que rápidamente se basó en las razas más prometedoras, las del sur de Europa, especialmente de las penínsulas itálica e ibérica. Se utilizaron muchas, pero hoy en día son muchas menos en las que se centran la mayoría de los cruces. De las razas italianas destacan la maremmana y la chianina, por su tamaño y proporcionalidad de las patas respecto al cuerpo. Son las razas más grandes que existen. Entre las ibéricas hay varias opciones, pero la sayaguesa es la más utilizada. Se descartó el toro de lidia por su agresividad.
¿Qué caracteres se quieren recuperar?
En cuanto a la forma general destaca el tamaño, el 1,80 metros de altura. Ya se han conseguido ejemplares bastante grandes. Otra característica es una gran joroba y la forma de la grupa rectilínea o ligeramente convexa. La longitud de las patas largas también se valora. Algunos de estos aspectos físicos están presentes en las razas italianas chianina i maremanna y la castellana sayaguesa.
Los cuernos merecen un apartado especial. En los uros salían a ambos lados de la cabeza horizontalmente y en ángulo recto respecto al eje del cuerpo, después giraban hacia adelante manteniendo la horizontalidad y en la parte final volvían a girar pero hacia arriba e incluso hacia afuera. Mientras que todo el cuerno era básicamente blanco la punta ascendente era negra. La distancia entre las puntas de los cuernos era de más de un metro.
Respecto a la coloración se sabe que los machos eran negros y las vacas y jóvenes de tonalidades rojizas. Tenía una línea más clara por toda la grupa. Los ojos y morro estaban rodeados de blanco. Además, un flequillo recorría la frente entre los cuernos. Algunos de estos caracteres los presenta por ejemplo la raza pajuna andaluza.
Se han conseguido muchos progresos en el aspecto físico sin olvidar su resistencia a las condiciones ambientales en toda las épocas del año, su rusticidad respecto a consumir lo que hay en el campo y su resistencia innata a los parásitos y enfermedades de cada lugar.
Variabilidad genética
A menudo las razas domésticas presentan signos claros de endogamia o cuello de botella. En el proceso de formar una raza se escogen los ejemplares con los caracteres interesantes para reproducirlos. Para fijar antes estos caracteres los cruces se hacen entre familiares cercanos. Esta reducción de fundadores provoca que para otros caracteres no seleccionados también haya muy poca variabilidad genética. Esa uniformidad suele estar relacionada también con defectos propios de la raza. Para evitar estos problemas debe partirse del mayor número de ejemplares fundadores posibles y de cuantas más razas adecuadas mejor. Eso asegura mayor variabilidad genética y reduce la presencia de malformaciones congénitas. Un síntoma claro de consanguinidad es la asimetría bilateral fluctuante, es decir, cuanto de asimétrico o diferente es un individuo de un lado al otro de su eje. En muchas vacas domésticas son bien visibles cuernos apuntando en direcciones muy divergentes u orejas también claramente asimétricas pruebas de esos problemas de endogamia.
Control por los depredadores de sus poblaciones.
Los depredadores de grandes bóvidos por antonomasia han sido los grandes félidos, como el tigre en Asia o el león actualmente en África y una pequeña zona de Asia, y en tiempos remotos, también en Europa y América del Norte. Los osos y lobos sobre todo podrían ejercer una presión depredadora sobre becerros y raramente sobre adultos. Es posible que los lobos y osos no se basten en el futuro para controlar las poblaciones de bisontes y tauros por lo que se necesitarán controles humanos. Llegado el caso, la gestión de grandes bóvidos será más sencilla que intentar reproducir artificialmente su efecto a nivel de paisaje. Lo que sí probablemente conseguirán osos y lobos es movilizar las manadas. Las vacas, como cualquier animal, sigue la máxima del mínimo esfuerzo, que en este caso se traduce por moverse lo menos posible y pastar preferentemente unos lugares y dejar de hacerlo en otros. La hostigación de los grandes depredadores tenderán a movilizarlas para reducir el ataque sobre sus recentales, lo que repartirá su acción sobre los pastos. Ese desplazamiento tiene consecuencias al evitar la matorralización de algunas áreas y el sobrepastoreo de otras.
Consultor medioambiental especializado en divulgación faunística Top 100 Influencer en Sostenibilidad. Miembro del Corredor Biológico Mundial. Blogger. patreon.com/cronicasdefauna
2 meses¡Interesante y necesario!