“No tengo interés”
Todos nosotros formamos parte de ese nuevo consumidor enormemente empoderado que rechaza cualquier oferta de venta que se le sugiera de forma directa, si no se enfoca en su interés manifiesto.
Cuando alguien nos sugiere comprar algo y no nos queda claro para qué nos sirve, o en qué nos va a beneficiar, lo descartamos inmediatamente porque antes tenemos en mente un montón de cosas que posiblemente queremos, que no tenemos y que sabemos dónde conseguirlas.
Para eso nos levantamos todos los días que vamos a trabajar. Es ese trabajo el que nos permite vivir; y tal vez, darnos gustos; y con esfuerzo, también nos permite ahorrar. Pero, qué pasaría…
- Si los planes que hicimos para nuestro futuro continuaran, aún si no trabajamos.
- Si seguimos comprando en el súper la misma provista, aún si no trabajamos.
- Si la luz, el gas, todos los servicios y los impuestos de nuestra casa estuvieran pagos, aún si no trabajáramos.
- Si pudiéramos seguir contratando servicio y ayuda en el hogar, aún si no trabajáramos.
- Si en caso de una enfermedad grave, pudiéramos consultar a ese profesional que no atiende por obra social, aun estando sin trabajar.
- Y si tenemos hijos, ¿qué tal si ellos pudieran estudiar, hacer sus actividades extraescolares, vestirse, alimentarse y socializar con amigos, aún si no trabajáramos?
- Y si alguno de esos sueños para los que trabajamos tantos años, como el estudio para nuestros hijos; o ese viaje; o la ampliación de nuestra casa; la fiesta de 15 años de nuestra hija mujer; el primer auto para los hijos… siguen en pie, aún si no trabajáramos.
Si muchas, o todas esas cosas, fueran posibles con el Seguro de Vida ¿todavía no tendríamos interés en informarnos?
¿Qué tiene que ocurrir para que estos planes, sueños y necesidades puedan sostenerse, aún si no trabajáramos? Tiene que ocurrir que un Agente de Seguros especializado en estas coberturas nos ofrezca asesoramiento; que lo aceptemos; que nos informemos de todos los beneficios y ventajas que hacen tan conveniente a un Seguro de Vida.
Un Seguro de Vida a nuestra medida, va a sostenernos, y los va a sostener a ellos que dependen económicamente de nosotros, cuando nosotros no podamos hacerlo.
Lo difícil no es pagar un seguro de vida. El costo no lo determina la empresa. El costo lo determina nuestro compromiso económico; nuestro compromiso con nuestros sueños; con nuestros seres queridos. Cada uno vas a decidir cuánto valen esos planes, cuánto vale conservar nuestro estilo de vida y cuánto queremos invertir, para que todo lo que planificamos siga su curso, aún si no trabajáramos.
De alguna manera, todos pagamos en una u otra forma todo aquello que nos hace falta, ya sea que lo paguemos con gusto o no, e independientemente si lo compramos o no.
El Seguro de Vida que muchos no tienen interés en contratar, no significa que no les haga falta o que no lo tengan que pagar. El Seguro de Vida, siempre se paga. Lo paga nuestro patrimonio; nuestra familia con sus renuncias y sus postergaciones; o lo paga la Aseguradora.