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El caso de la ciudad de Bucaramanga

Bucaramanga es una pequeña y pintoresca ciudad colombiana situada al norte de Colombia. Está caracterizada principalmente por sus atractivos parques y su vasta colección arqueológica, artística e histórica. Sin embargo, no todo es bello y admirable en esta ciudad del departamento de Santander. A este pequeño pueblo también lo asedia una enfermedad muy común en nuestros países subdesarrollados: la informalidad de la economía.

De acuerdo con la investigación titulada “La economía informal y el desempleo: el caso de la ciudad de Bucaramanga (Colombia)”, las economistas Gloria Isabel Rodríguez Lozano y Mayda Alejandra Calderón Díaz señalan que existe una problemática de desempleo y de economía informal en dicha ciudad, condicionada por la -reducida- capacidad de generación de empleo formal. Uno de los motivos principales para que se produzca este escenario es la incapacidad de la economía formal de absorber la fuerza de mano de obra de la ciudad. Esto, eventualmente, provoca que el mercado informal se expanda, y por ende, la economía subterránea se desarrolle.

Como la situación de Bucaramanga, Latinoamérica está plagada de innumerables casos similares, en los que la economía informal es una realidad que impide el desarrollo y la riqueza de las naciones. Y esta realidad no sólo tiene como base la incapacidad del mercado de producir empleos formales, sino también, en otras ocasiones, parte de causas como la falta de solidez de las instituciones, la corrupción, el contrabando, la criminalidad, entre otras.

Ahora bien, antes de avanzar, veamos a qué nos referimos cuando hablamos de economía informal.

Economía informal o subterránea, ¿qué significa?

Los orígenes del concepto se remontan a estudios sobre el mercado laboral en el tercer mundo, en África, en los años setenta. El antropólogo británico Keith Hart acuñó las primeras nociones del término, haciendo un contraste entre el trabajo remunerado y el trabajo por cuenta propia. Relacionó el término a esta segunda categoría. Posteriormente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) institucionalizó el término y le dio, gradualmente, parte del tinte con el que lo conocemos hoy, como sinónimo de: pobreza, mercado negro, subempleo, etc.

Algunas definiciones más modernas relacionan a la economía informal con acciones de agentes económicos no adheridas a normas institucionales, o bien a actividades que generan ingresos que no se encuentran reguladas por el Estado. De acuerdo con el documento “Economía Informal”, elaborado por Alejandro Portes y William Haller para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, la economía subterránea abarca lo siguiente:

1) la economía ilegal: la producción de bienes y servicios prohibidos por la ley (narcotráfico, prostitución, juegos de azar ilegales).

2) la economía no declarada: evasión de normas impositivas establecidas en las leyes tributarias.

3) la economía no registrada: aquellas actividades que trasgreden los requisitos de los organismos del Estado en materia de declaración.

 4) la economía informal: las actividades económicas que hacen caso omiso al costo que supone el cumplimiento de las leyes y las normas administrativas que rigen para llevarlas a cabo.

 A todo esto, el conjunto de estas cuatro subformas comprende lo que se podría entender, de manera genérica, como economía informal o economía subterránea.

Para seguir nuestro análisis, veamos ahora por qué entender este fenómeno es importante para nuestra realidad y nuestro bienestar como comunidad.

¿Por qué la economía informal es tan importante? ¿En qué me afecta?

La economía subterránea o informal es más importante de lo que creemos, y nos afecta individual y colectivamente más de lo que usualmente concebimos.

Para empezar, las actividades que forman parte de la economía informal, escapan de los controles y la regulación del Estado. Esto produce evasión impositiva, y consecuentemente, menos recursos para el Estado. Ejemplo: si un vendedor de empanadas decide montar su empresa al margen del sistema, evitará pagar IVA por sus ventas, patente y licencia comercial, IRACIS por sus ganancias, entre otros. Al no tributar, el Estado obtiene menos ingresos para invertir en educación, seguridad, infraestructura, salud pública, para la sociedad.

Dentro de este ciclo, incluso, la informalidad tiene repercusiones más graves. Fomenta la corrupción y la criminalidad. Al eludir el control del Estado y la regulación para operar comercialmente, los agentes económicos tienden a corromperse e incluso a dedicarse a actividades ilícitas, que generalmente son más lucrativas. Es lo que ocurre usualmente en nuestro país con el narcotráfico, que, al ser una actividad sumamente lucrativa, a relativamente bajos costos, genera, a su vez, un escenario de criminalidad en la comunidad.

Eventualmente, dado que los flujos de capital no ingresan al sistema, se produce un estancamiento del crecimiento económico del país y del bienestar de las personas. Por añadidura, se origina una suerte de “competencia desleal” entre los trabajadores formales y los informales, dado que éstos últimos tienen menos costos operativos y administrativos en sus negocios. Esto genera, pues, una distorsión en el mercado. El ejemplo claro de esta situación se da con el contrabando, cuya característica principal es la sustancial diferencia de precio entre el producto contrabandeado (menos costos de producción) y el producto legal (mayores costos de producción).

Nuestra realidad. Economía subterránea en Paraguay

De acuerdo con el informe 2016 de la ONG Pro Desarrollo Paraguay, al año 2015, el tamaño de nuestra economía subterránea alcanza la astronómica suma de US$. 11.010 millones, producto del contrabando, evasión fiscal, narcotráfico, etc.

En otras palabras, esto equivale a:

·     39,6 del Producto Interno Bruto (PIB)

·     60 % más que el Presupuesto General de la Nación 2015

·     3 veces más que el total de la facturación de Itaipú (US$ 571 millones en 2014)

·     58 % más que las Reservas Internacionales

¿Cómo puedo colaborar para la formalización? Normas tributarias de sencillo cumplimiento

Como vimos anteriormente, una de las grandes aristas de la informalidad económica (si bien no es la única) guarda relación con la evasión impositiva. Por supuesto, además de las normas tributarias, también se encuentran las diversas normas municipales, departamentales, aduaneras, civiles, comerciales, que también sirven como herramientas para formalizar los negocios. No obstante, veamos aquí algunas de las normas tributarias más fundamentales para este propósito, que por cierto son de fácil aplicación y cumplimiento en nuestra vida cotidiana.

Una de las normas que sirve de base para la formalización de nuestra economía se encuentra en la ley tributaria 125/91, en el libro referido al Impuesto al Valor Agregado (IVA), que en su artículo 85 establece que es una obligación de los contribuyentes (vendedores de servicios y profesionales) extender y entregar facturas por cada enajenación o prestación de servicios que realicen, debiendo conservar copia de la mismas, a efectos de tributar el impuesto.

Esto significa, nada más y nada menos que, al comprar un producto, como podría ser una gaseosa en una estación de servicio, o al contratar un servicio, tal como un arquitecto para una obra, el vendedor y el profesional, en cada caso, deben, por ley, emitir el comprobante legal de la transacción. La ley es clara en este aspecto, pero muchas veces no la cumplimos; por conveniencia, por apuro, o por simple pereza.

Otra de las normas que favorece a la formalización de la economía paraguaya se encuentra en el mismo cuerpo normativo, en su modificación a través de la ley 2421/04. En este caso, el libro correspondiente al Impuesto a la Renta Personal (IRP), en su artículo 8 establece que la renta neta (base para el cálculo del impuesto) se calcula deduciendo de la renta bruta los gastos que sean necesarios para obtenerla, siempre que representen una erogación real y estén debidamente documentados (factura legal) y sean a precio de mercado. Además, esta norma agrega una serie de gastos -no necesariamente relacionados con la producción de renta- que también son deducibles a efectos del pago del impuesto. Entre estos gastos se encuentran los relacionados con: manutención, educación, vivienda, salud, alimentación, entre otros.

La ratio legis, o razón de ser, de esta norma tiene sustento en establecer un mecanismo de incentivo a los contribuyentes para exigir comprobantes legales de sus compras, en la medida en que dichos comprobantes valen como documentación para la deducción del total a pagar en concepto del impuesto. La lógica es sencilla: cuantas más facturas acumule el contribuyente (herramienta que coadyuva a la formalización de la economía), menor será el monto que deberá pagar al momento de tributar el IRP.

 Conclusiones. Seamos factores de cambio…

La economía subterránea es un problema complejo, cuya solución y erradicación es un proceso gradual y de largo plazo. Como vimos, la informalidad es un círculo vicioso que produce pobreza, criminalidad, baja calidad en servicios públicos, reducción de ingresos. En suma, afecta nuestro bienestar y calidad de vida.

Cabe preguntarse entonces, ¿cómo podemos luchar contra esta realidad? Como miembros dentro de la sociedad, tenemos un rol protagónico y un poder transformador trascendente, de los que muchas veces no nos percatamos. Ser un factor de cambio es una decisión, una cuestión de consciencia, voluntad, educación cívica y responsabilidad. La suma de nuestros esfuerzos individuales se traducirá en el esfuerzo colectivo de todos. Empecemos por algo simple, pero con impacto efectivo. Entonces, estimado lector, cuando en un negocio le pregunten si desea: “¿ticket o factura?”, no dude y, además de agradecer, exija el comprobante legal.

 

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