Tu actitud define tu realidad
Nuestra actitud moldea nuestras vidas más de lo que a menudo imaginamos. A veces, nos encontramos atrapados en emociones como el enojo o la tristeza durante semanas, meses, o incluso años. Sin embargo, lo que sentimos en esos momentos no son las emociones iniciales que nos atravesaron, es algo mucho más profundo y persistente, algo que proviene de nuestra actitud hacia esas emociones.
Muchas veces me he encontrado con esta realidad una y otra vez. El estado interno de las personas no está determinado tanto por lo que les sucede, sino por cómo eligen interpretarlo y sostenerlo en el tiempo.
La biología nos da un punto de partida, las emociones, en su forma más pura, son breves. Duran entre 80 y 120 segundos en el cuerpo antes de disiparse. Lo que persiste después de ese breve lapso no es la emoción en sí, sino nuestra reacción a ella, nuestra interpretación y los pensamientos que decidimos alimentar.
Esa tristeza que parece no abandonarte desde hace meses, o ese enojo que llevas como un peso, no son emociones puras. Son sentimientos y estados de ánimo sostenidos en el tiempo por nuestra actitud y los patrones de pensamiento que construimos a su alrededor.
David Hawkins, un neuropsiquiatra que dedicó su vida a explorar las emociones humanas, creó un mapa de la conciencia que ilustra algo fundamental, nuestras emociones vibran en diferentes frecuencias. Las emociones como la culpa, el miedo o la vergüenza vibran bajo y afectan nuestra salud física y mental, predisponiéndonos a estados de pre-enfermedad. En cambio, emociones como la gratitud, la aceptación y el amor vibran alto y nos predisponen a estados de pre-salud, fortaleciendo nuestra resiliencia y capacidad de disfrutar la vida. Este descubrimiento no es solo científico, es profundamente humano. Nos muestra que no somos víctimas pasivas de nuestras emociones, somos creadores activos de nuestra experiencia.
Pensá en algún momento de tu vida en el que todo parecía ir mal. Quizás te dieron un feedback no muy bueno en el laburo, te olvidaste de algo importante, tuviste una discusión… y todo se sintió como una avalancha imparable de cagadas.
Las emociones negativas se acumulan y, sin darnos cuenta, operamos como imanes, atrayendo situaciones que parecen confirmar esa energía inicial.
Pero, ¿qué pasa si te detenes por unos minutos? ¿Qué pasa si, en lugar de dejar que la frustración te arrastre, elegís cambiar tu energía? Acá es donde entra en juego la Ley de la Reversibilidad. Según esta ley, nuestras emociones no solo son reacciones, también son agentes transformadores.
“Si una situación puede generar una emoción, esa misma emoción puede generar una situación.”
Es decir, si un ascenso laboral puede traerte alegría, cultivar la alegría en tu día a día puede abrir las puertas a nuevas oportunidades, tal vez incluso a ese ascenso que buscabas. Este principio nos devuelve el control. Nos dice que, al cambiar cómo nos sentimos, podemos influir directamente en lo que nos sucede.
Recuerdo trabajar con Andrea, una mujer sumamente inteligente y organizada que, a pesar de tener una vida llena de logros personales y profesionales, siempre encontraba razones para sentir que algo faltaba. Su trabajo era estable, tenía una relación amorosa sólida, una hija maravillosa, y un grupo de amigos que la apoyaban. Sin embargo, en cada situación veía lo que no estaba a la altura de sus expectativas. Si lograba un objetivo profesional, se enfocaba en el reconocimiento que no recibió. Si organizaba un evento con amigos, se preocupaba porque no todos llegaron a tiempo. Con su pareja se concentraba en lo que no podía o no salía bien. Con su hija, en los resultados en el colegio. La lista nunca terminaba, y su energía se consumía en un estado constante de insatisfacción.
En nuestras sesiones, Andrea comenzó a darse cuenta de que su percepción no estaba dictada por las circunstancias, sino por su actitud hacia ellas. Su mente estaba entrenada para buscar lo que faltaba, para enfocarse en los vacíos en lugar de apreciar lo que ya estaba presente. Trabajamos en poner el foco en lo que había y tenía, y cultivar la gratitud como un hábito diario. Al principio, le costaba mucho identificar algo por lo que sentirse agradecida sin inmediatamente pensar en cómo podría ser mejor. Pero con el tiempo, empezó a notar pequeños cambios. La sonrisa de su hija, un mensaje de su pareja, el hecho de oler el pasto recién cortado en su jardín. Todos esos detalles comenzaron a ocupar el espacio que antes llenaban las quejas.
El cambio no fue instantáneo ni fácil, pero fue transformador. En una de nuestras últimas sesiones, Andrea reflexionó: “No es que ahora todo sea perfecto, es que ya no siento que necesite que lo sea para estar bien”. Ese cambio en su actitud le permitió disfrutar de las cosas tal como eran, y curiosamente, también comenzó a atraer más experiencias positivas, como si al liberar su energía de esa vibración de carencia, hubiera abierto las puertas a algo nuevo.
Este principio, que parece tan íntimo y personal, encuentra un eco profundo en el ámbito corporativo. Allí, las dinámicas no son tan distintas, simplemente se expresan de manera colectiva.
Recomendado por LinkedIn
En una empresa donde el liderazgo vibra constantemente en emociones de baja frecuencia como, miedo a la competencia, desconfianza hacia los equipos, o culpa por decisiones pasadas, esas emociones no se quedan en el líder, se filtran a la cultura organizacional, moldeando cómo los empleados interactúan, toman decisiones y enfrentan los retos.
El impacto es profundo y muchas veces invisible hasta que los resultados hablan por sí mismos, resultados negativos, los mejores se van, la creatividad se estanca y, en última instancia, pérdida de competitividad y mercado.
Por otro lado, un líder que opera desde la gratitud y la aceptación no solo transforma su propia experiencia, sino que eleva la vibración de toda la organización. Cuando un líder elige reconocer el esfuerzo y fomentar un ambiente de colaboración en lugar de control, las dinámicas cambian. La energía fluye y los resultados mejoran.
Al final, todo se reduce a una elección. La realidad externa responde a nuestra energía interna.
Cambiar nuestra actitud no siempre es fácil, pero siempre es posible.
¿Te hace sentido? ¿Qué elegirás hoy? ¿Esperar a que las circunstancias externas cambien para sentirte bien o empezar por transformar tu energía y ver cómo el mundo responde?
“Es urgente hacer hoy el cambio que querés ver en tu vida.”