Tu profesión como empresa
Cuando nos lanzamos a la vida profesional en sociedad con otros colegas usualmente diseñamos las cuestiones más fundamentales del negocio, como alquilar un espacio, poner en marcha la oficina, decidir contratar colaboradores o tercerizar tareas, en qué áreas nos vamos a especializar, qué servicios ofrecer según cómo nos complementamos y cómo cotizar, cobrar y repartir ese dinero luego de los gastos de la operación.
Existen muchos esquemas de organización y reparto, según los aportes, la responsabilidad, la generación clientes y de asuntos o la dedicación al trabajo y los equipos. El dinero es importante, sin dudas.
Sin embargo, al diseñar esos esquemas muy pocas veces abordamos a la profesión como empresa.
En eso, el dinero tampoco es tratado profesionalmente ni suficientemente conversado o resuelto como debería hacerse, para que no sea un foco de conflicto en la dinámica de la empresa y que las relaciones sean más saludables a lo largo de su desarrollo.
En mi experiencia asesorando a negocios en general y a negocios entre profesionales, son muy escasas las herramientas que se incorporan para diseñar ese negocio profesional como empresa. No me refiero únicamente a un modelo de negocio rentable, ni a una estructura societaria, ni siquiera a un acuerdo entre los socios.
Me refiero a la transformación de la profesión en una empresa, que trasciende a sus socios y que va más allá de lo que tienen para aportar en sus años de actividad y prestigio:
- hablar y plantear claramente y con todo lo que implica los esquemas de aporte, dinero, participación, reparto, tiempos, momentos y criterios de valuación.
- el ADN de la marca del negocio,
- los no negociables,
- la visión de futuro y los estilos de liderazgo,
- los esquemas de integración,
- la estrategia de crecimiento,
- los objetivos y el propósito del negocio,
- el diseño de un tablero de control con indicadores relevantes,
- un esquema de medición y relevamiento de datos clave,
- la profesionalización de las tareas más fundamentales,
- la transparencia con la que se maneja la información,
- la comunicación y el reporte interno,
- la asignación de roles y funciones,
- los mecanismos de reuniones y toma de decisiones,
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- cómo trataremos los errores y equivocaciones,
- las políticas frente a los colaboradores,
- el ahorro, la inversión, la difusión, el marketing y las marcas personales de sus miembros,
- el desarrollo personal y profesional,
- la cultura de la empresa y
- qué vamos a hacer cuando ya no estemos o no tengamos interés de seguir activos en el negocio que creamos.
Por supuesto que no son los únicos, pero son grandes temas que difícilmente se abordan a tiempo, o se abordan en algún momento.
Nada de esto es nuevo en el mundo de las empresas, pero realmente muy escaso en el mundo de las sociedades de profesionales jóvenes -y no tanto- que no pretenden ser como las de las películas, pero sí tener un negocio sostenible en el tiempo, rentable y disfrutable.
Esa palabra, el disfrute, parece no estar en nuestro diccionario profesional, porque no parecería compatible poder tener un negocio que funcione, organizado con criterios de empresa profesional y que, además, nos genere gusto y ganas de vivirlo todos los días.
El ADN de tu empresa no tiene que ver con tu profesión, sino con vos y con lo que vos hacés de tu profesión.
Tu forma de ejercerla, de relacionarte con tus colegas, con tus colaboradores y con los demás interlocutores de tu negocio no tiene por qué seguir los criterios tradicionales de la industria, ni la forma que nos enseñaron en la facultad o lo que vemos en el mercado.
Incluso aunque eso funcione para los demás, puede no ser tu modelo a seguir.
Podemos hacer las cosas de manera diferente y aún así lograr un negocio que funcione y nos identifique. Que sea un negocio que podamos sostener más allá de nuestra existencia, que nos trascienda y nos eleve: para eso, tenemos que verlo, tratarlo y sentirlo como una empresa. Como nuestra empresa. Con nuestro estilo, aprendiendo de lo que no hicimos bien, incorporando herramientas para lo que no sabemos o podemos mejorar.
Y si las “formas” de las empresas de nuestra industria no nos gustan, podemos adaptar otras formas de empresas que sí nos gustan y aplicarlas -con sus variantes, por supuesto- para construir algo que nos represente y nos haga sentir orgullo.
Socio en Capitalia
10 mesesExcelente artículo Meli! Muy enrriquecedor 🙌