Un simple OK
Ser escuchado es uno de los grandes logros de existir, lo que decimos cuenta, o eso intentamos. De ahí la importancia de callar y atender mientras los otros hablan.
Sin embargo, expresarse y no recibir absolutamente nada como respuesta es proporcionalmente doloroso e incómodo. Más valdría un seco OK o un comprometido gracias que ese inquietante silencio de nuestro "querido destinatario".
El mutismo resulta peor que un insulto (o varios) porque detona decenas de teorías: no lo leyó, no lo recibió, lo malinterpretó, le asustó, no le importó, en fin, posibilidades que atormentan nuestra cabeza inútilmente y que tarde o temprano derivan en la culpa autoimpuesta.
Entiendo que el silencio también es una respuesta; el punto es que la decisión de no contestar se ubica en la delgada línea entre la libertad de hacer lo que nos plazca y el respeto -ya no la importancia- que merece la voz de todos.
Pienso esto en un contexto donde la comunicación puede darse en tiempo real la mayoría de las veces y en el que casi todo lo queremos decir por escrito o grabación. Varios amigos coinciden en que las llamadas o los encuentros ya no son primeras opciones para interactuar.
Hablo de las relaciones personales, por supuesto, pero incluyo las comerciales y laborales, en las que dejar "en visto" es muy muy frecuente.
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Preguntas por un producto, lo compras, pides apoyo con el envío y luego... silencio.
Pides un presupuesto y nada, mejor buscas otra opción que sí atienda tus mensajes.
Solicitas muestras y después de varios días de ser ignorado, pum, ves tu idea de negocio en las redes del que iba a ser tu proveedor.
Así de fácil es comunicarnos e ignorarnos de un segundo a otro... el famoso ghosting.
Entiendo que cada caso es diferente y los involucrados tendrán sus argumentos, pero me perturba lo poco empáticos que nos hemos vuelto, la poca importancia que damos a una explicación escrita, a un proyecto revelado, a una solicitud formal y más que nada al TIEMPO que invierte el otro en enviarlo y esperar "algo" de nosotros.
Como emprendedora me queda claro que la atención al cliente es fundamental desde el minuto uno. Como consumidora me enfurece la falta de seguimiento. Como individuo reflexiono sobre el manejo de estas situaciones, aunque si debo elegir "un bando", definitivamente voy con los que se niegan a invisibilizar la conversación en este tsunami de mensajes que, si lo permitimos, puede dejarnos sin voz.