Por qué la Innovación ya no tiene sentido si no es Social

 

Hasta ahora, el halo que rodeaban a la innovación tenía que ver con Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Elon Musk, por mencionar algunos nombres muy actuales.

Pero hoy, ha surgido una nueva clase de innovación: la innovación socioambiental. Para ser justo, esta clase de innovación lleva mucho tiempo entre nosotros creando valor y generando impacto. Durante años, individuos y organizaciones se han dedicado a innovar siempre buscando solucionar problemas y generar valor con beneficio para amplios grupos de personas, comunidades, grupos vulnerables y ecosistemas.

Este tipo de innovación ha visto como el ecosistema que la rodea ha crecido poco a poco a lo largo y ancho del mundo. Pero como muchas cosas en esta época de cambio acelerado y disrupción, las circunstancias le han dado un “empujoncito”, sobre todo tras la pandemia.

Si nos detenemos a analizar las innovaciones que surgieron alrededor del mundo como producto de dicha pandemia, tenemos que identificar que hay un elemento que las caracteriza a todas (o por lo menos a muchas, muchísimas de ellas): un enfoque social. Esa es la innovación del futuro. Una innovación más humana, más sistémica, ética y social.

En 2018 comencé a trabajar con el Centro para la Innovación Social del Tecnológico de Monterrey en Chiapas y ahí comenzó una inmersión fabulosa en un mundo que me era desconocido pero que me mostró un paradigma que había estado buscando (sin saber que ya estaba ahí): la innovación social.

Este centro funciona como un laboratorio en el que los alumnos del sistema Tec de Monterrey colaboran con empresas comunitarias de Chiapas desarrollado en equipo, proyectos de valor e innovaciones que al implementarse generan un impacto positivo en las comunidades en tres aspectos que buscan el balance: económico, social y ambiental. Ninguno por encima del otro.

El objetivo de los programas del CIS es contribuir a resolver un problema social a través del fortalecimiento empresarial de estas organizaciones, con un enfoque sistémico y sustentable.

Un ejemplo: ante la pandemia nos vimos en la necesidad de replantear nuestro modus operandi para poder continuar con la generación de valor para nuestra comunidad. De esa forma echamos a andar un programa completamente digital enfocado precisamente a disminuir la brecha digital que existe en la región, empezando por colaborar con las empresas comunitarias para ayudarlas a superar los retos que enfrentan en este sentido.

Alrededor de 150 alumnos y 5 empresas comunitarias de la región de la región de Los Altos de Chiapas colaboraron durante 5 semanas para crear proyectos que tuvieran impacto en el corto, mediano y largo plazo contribuyendo así a disminuir uno de los problemas que quedaron expuestos tras esta pandemia: la desigualdad o brecha digital. Por supuesto, hace falta mucho trabajo para asegurar inclusión digital para todos en México, pero este tipo de iniciativas son unos primeros pasos muy sólidos. 

De hecho, durante la pandemia este tipo de innovación se manifestó para dar cara a los problemas provocados directamente por la pandemia y a aquellos retos que quedaron al descubierto y generando innovaciones en toda forma y escala.

Algunos ejemplos

La comunidad Open Source Ventilator de Irlanda ha estado trabajando con ingenieros, diseñadores y profesionales médicos a escala mundial para desarrollar diseños de respiradores de código abierto y bajo coste.

Hace un par de meses, un grupo de organizaciones de Latinoamérica como Socialab, Impact Hub y Disruptivo en alianza con la ONU y gobiernos locales, llevaron a cabo un hackathon a nivel regional para generar proyectos que respondan a las necesidades de seguridad durante la pandemia.

A nivel individual, la gente ha dado un paso al frente innovado con causa. Por ejemplo, hemos visto una cantidad extraordinaria de personas que están utilizando impresoras 3D para crear protectores de plástico para los trabajadores sanitarios. Y conocemos casos como el de Claire Cross, mujer británica que manufacturó mascarillas que integran un panel transparente que permite leer los labios y hacer que la gente con problemas auditivos se sientan "seguros e incluidos".

Y así como se ha innovado con la idea de aportar en el aspecto sanitario, a lo largo del mundo se han desatado otras iniciativas innovadoras que mitigan o buscan mitigar los efectos que hay en otros planos como el económico y el emocional.

En México, nació la campaña Mi Tienda Segura, cuyo objetivo evitar el cierre permanente de cerca del 30% de los pequeños comercios – o tienditas - que están en riesgo debido a la contingencia. Esta iniciativa está respaldada por empresas de alimentos y bebidas, la cual permitió que se instalaron cerca de 50 mil mamparas de protección para que los pequeños comercios cumplan con las medidas de salubridad y se mantengan seguros, así como también indica que recibieron información sobre protocolos de limpieza e higiene.

 Así mismo, la Fundación Aiken en Argentina ofrece acompañamiento psicológico a las familias en duelo, específicamente a los niños y adolescentes creando grupos terapéuticos online donde la fundación da atención psicológica gratuita a personas que están pasando por momentos difíciles.

Hemos visto la aceleración del trabajo remoto, la telesalud o telemedicina y del impulso a proyectos de aprendizaje y desarrollo de habilidades que ayuden a otros a integrarse a estos cambios. Como Laboratoria, una organización peruana que ayuda a mujeres a desarrollar habilidades digitales para acceder a más oportunidades de desarrollo. Laboratoria nace mucho antes de la pandemia, pero su trabajo cobra aún más relevancia en estos casos.

Todos estos proyectos e iniciativas son sólo unas de las muchas que han probado el potencial de la innovación social. Pero también han dejado una prueba de la relevancia de rediseñar nuestro enfoque hacia el acto de innovar. 

La innovación ya no puede solamente ser un vehículo de oportunidades y beneficio para unos cuantos.

La innovación tiene que generar un triple impacto: social, ambiental y económica.

 La innovación tiene que ser accesible para todos. No puede ser una habilidad o un proceso al alcance sólo de algunos que tuvieron la fortuna de contar con las herramientas y el contexto adecuado para desarrollar esta “mentalidad”, “aprender” este set de habilidades y las metodologías que componen a “la innovación”.La nueva normalidad exige la reinvención de muchas cosas y la innovación no puede ser la excepción.

Ante esta nueva realidad, necesitamos una innovación que sea más humana, social, ambiental, accesible, ética, responsable y sistémica. Así debe ser la innovación para la nueva normalidad. Y de hecho, estoy seguro que en unos años toda innovación será así. Saldrá sobrando la etiqueta de “social” o “socioambiental”. No porque así deba de ser, si no porque no tendrá sentido que sea de otra manera.

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