Una pregunta difícil para la educación
Hacernos preguntas difíciles de contestar tiene un atractivo especial: nos desafía, nos deja pensando, nos da una sensación de inteligencia si somos quien la hace. En general, no tienen una única respuesta, se pueden dar aproximaciones, admiten distintos enfoques y análisis, visiones, sugerencias, opiniones, etc. Pero más allá de esto, son preguntas que debemos hacernos si queremos empujar los límites del status quo y superarnos como sociedad.
Hoy en el mundo de la educación una de esas preguntas difíciles es: “¿cómo hemos de preparar -y prepararnos - a las personas para el futuro, que se presenta tan cambiante?” Y aparecen algunas pistas de por qué es una pregunta difícil: muchos de los trabajos en que nos desempeñaremos aún no se inventaron; la robotización y la inteligencia artificial reemplazará mucho de las funciones que hoy se realizan; y así podríamos seguir.
Los subrayados del párrafo anterior los puse para destacar la manera en que suelen expresarse esas realidades: es como si “alguien” – ¿la mano negra? – externo a nosotros mismos, a la humanidad, las fuera a provocar, y nos fueran a asaltar sin previo aviso. Las vamos a producir – ya lo estamos haciendo, aunque no seamos tan conscientes – nosotros mismos, y en general lo hacemos de a pequeños pasos o avances: primero, porque no solemos ser tan disruptivos y, segundo, porque no nos serviría ni podría difundirse una innovación tan “novedosa” que nadie la entendiera ni pudiera manejar (esas las dejamos como misterios para la ciencia ficción).
Dejando asentada esa primera consideración, una manera de dar respuesta a la pregunta original – y que ya hemos asumido como sociedad – es la de fomentar y desarrollar una actitud habitual para aprender, la famosa “formación continua” (concepto usado de manera equívoca muchas veces y que no entraré aquí a analizar). Pero esta actitud con frecuencia se canaliza a sobre todo a través de la participación en instancias de formación – a algunos puede no gustarles lo que digo -, pero se deja de lado el ámbito del aprendizaje por “fuera” de esas instancias: ¿cuán conscientes somos de lo que aprendemos al desempeñar un trabajo, al hacer un deporte, al interactuar con personas de distintas culturas o contextos, etc.? Con frecuencia las innovaciones las encontramos, las enfrentamos, las manejamos, las aprendemos, en esos ámbitos, pero los hacemos casi inconscientemente: ¿cómo y cuándo aprendimos a manejar un cajero automático, el celular y todas sus aplicaciones, hacer compras y pagos online, o un software en nuestro trabajo, etc.?, y así podríamos enumerar una cantidad de actividades y funciones que ponemos en juego cada día.
En fin, como aporte para una aproximación de respuesta a la pregunta difícil, diría que es clave desarrollar la actitud del aprendizaje continuo, pero que tanto desde quienes propugnan cambios e innovaciones como desde nuestro propio desempeño, hemos de ser conscientes de los ámbitos no formales de aprendizaje y qué es lo que allí aprendemos, lo que nos permitirá capitalizarlo y demostrarlo activamente. Esto no es otra cosa que ser capaces de demostrar nuestras competencias; que, si son en un ámbito laboral, serán nuestras competencias laborales.
Director Ejecutivo en ADIRAS
4 añosSantiago. muy buena nota. comparto en otros ámbitos!!