Vacancia frívola = Vergüenza internacional
La reciente propuesta moción de vacancia contra la presidenta Dina Boluarte por parte del Congreso se fundamenta en argumentos tan triviales como una rinoplastia. Esto pone de manifiesto la frivolidad de ciertos sectores políticos de izquierda y el peligro que dichas maniobras representan para la estabilidad y la imagen internacional del Perú. Esta estrategia, lejos de constituir un ejercicio legítimo de fiscalización, parece ser más bien una táctica desesperada por parte de algunos actores políticos que, en su afán por desestabilizar al gobierno, no dudan en exponer al país al ridículo internacional y comprometer su gobernabilidad.
En el umbral del absurdo, la tentativa de vacar a una presidenta por razones que distan enormemente de afectar su capacidad para gobernar evidencia la desconexión entre ciertos representantes del Congreso y las necesidades reales del Perú. Mientras figuras como Jorge Montoya de Honor y Democracia, así como César Acuña, líder de la agrupación política APP y Ernesto Bustamante del Fujimorismo, alzan la voz en contra de este intento disruptivo, lo que resalta es el abismo entre aquellos preocupados genuinamente por los intereses nacionales y quienes parecen buscar el caos y la polarización. De un análisis numérico se observa la inviabilidad de la vacancia, dejando claro que no habría suficiente apoyo político para llevarla a cabo.
Ante este escenario, cabe preguntarse: ¿Qué ganamos como país al perseguir una vacancia bajo pretextos tan endebles? La respuesta es nada, excepto tal vez el agravamiento de nuestra crisis política y una disminución de nuestra credibilidad a nivel internacional. Este intento de vacancia, particularmente en un momento donde el Perú ha demostrado capacidad de liderazgo y cooperación en foros internacionales como el APEC, no hace más que socavar los cimientos sobre los cuales se asienta nuestra democracia.
La inestabilidad no es un juego. Los continuos episodios de turbulencia política tienen repercusiones reales: desde la pérdida de confianza de los inversores hasta la desaceleración del progreso en materias esenciales como la seguridad y las reformas electorales. La política partidista no puede, y no debe, primar sobre el bienestar colectivo y la gobernabilidad del país. En este sentido, es notorio el llamado a la sensatez y a un liderazgo que, inspirando estabilidad y compromiso, sepa priorizar los intereses nacionales por encima de los enfrentamientos estériles.
El Perú necesita soluciones y no espectáculos. Es hora de alejarnos de la judicialización de la política y los ataques frívolos que solo buscan alimentar la polarización. El constitucionalista Garcia Toma ha sido claro al decir, que la presunta omisión de las funciones de la presidenta por la intervención quirúrgica a lo mucho podría ser objeto de una investigación administrativa y no penal. Una intervención del Ministerio Público sería innecesaria e indebida. Esto atañe únicamente al Congreso de la República. Por eso, nos urge un diálogo constructivo, un consenso que favorezca las reformas estructurales pendientes y, sobre todo, una clase política que ponga al país primero.
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Mientras los árboles discuten, el bosque arde, advierte el refrán, y nunca ha sido más aplicable. Nuestro país enfrenta desafíos reales y urgentes que requieren atención inmediata. Las disputas internas y las estrategias disruptivas no hacen más que distraernos de los problemas actuales que demandan solución. Los peruanos merecemos y exigimos lo mejor de nuestros líderes. Es tiempo de reivindicar el compromiso con el progreso, la estabilidad y la responsabilidad hacia el Perú.
Debemos estar vigilantes ante cualquier intento de desestabilización, pero es evidente que la frivolidad de esta situación no tiene la fuerza para derivar en una vacancia ni en una inestabilidad política grave.
Ver aquí publicación en Diario Expreso del 7 de diciembre de 2024