Verte como quien decide en tu vida
La vida va sucediendo a nuestro alrededor, y a veces nos parece que nos ayuda, mientras que, otras veces, nos parece que se nos gira en contra. Incluso hay ocasiones en que lo que en un momento nos pareció que se nos giraba en contra resultó ser una gran oportunidad que supimos aprovechar y viceversa. No tenemos más control sobre nuestra vida que el que ejercemos en nuestras elecciones del día a día. Son estas elecciones las que nos van a ayudar a construir cosas como un carácter que nos permita gestionar mejor los reveses y las oportunidades, un cuerpo que nos permita afrontar mejor la actividad, el desgaste, los riesgos de salud y los retos que nos vayan surgiendo o un entorno que nos dé apoyo y energía.
Para hablar de la vida me gusta utilizar el símil de la navegación. Me imagino que decido emprender un viaje, y puedo hacerlo de muchas formas, todas muy válidas, pero cada una de ellas me demandará cosas distintas y me conllevará riesgos y oportunidades distintas. Puedo decidir dejarme llevar por las corrientes y el viento, o puedo decidir que quiero navegar hasta Ibiza, o hasta Nueva Zelanda, puedo fijarme un tiempo o no, sea lo que sea lo que haga, ahí hay una decisión. Y cada decisión de las que puedo tomar sobre cómo echarme a la mar me pone en una situación, unos requerimientos y unos riesgos y oportunidades distintos. Ninguna es más buena ni más mala que la otra, son sencillamente distintas.
Así es la vida, como el mar, con sus días de calma y sus tormentas, sus días buenos y sus días malos. Y así somos nosotros, como el patrón de la embarcación, conociendo si nuestro barquito puede o no afrontar una galerna, si llevamos suficientes provisiones de agua como para adentrarnos más allá, y conociéndonos a nosotros mismos y nuestra capacidad de gestionarnos en el entorno marino.
Podemos decidir navegar sin rumbo, a lo que surja, porque así nos apetece, y asumir los riesgos y las oportunidades de esta elección. Podemos decidir hacerlo así, pero bien pertrechados de provisiones y recursos, o bien a la buena de Dios. Cada una de estas decisiones nos lleva a sitios distintos, o, más bien, aumenta las probabilidades de llegar a estos sitios. Yo puedo decidir llegar a Ibiza el viernes, prepararme y pertrecharme a conciencia y naufragar, puede pasar, pero es menos probable que si mi decisión es cruzar el cabo de hornos en una chalupa y sin ninguna preparación.
Tanto si has decidido dejarte llevar como si sabes adónde ir; tanto si te has pertrechado a conciencia o no, ser consciente de esas decisiones que estás tomando cada día es importante. Lo es porque te permite, en caso de que haya algo que no funcione y te sientas mal, cambiar. Y todavía más importante, te permite verte como quien decide en tu vida, incluso cuando decides que sean los otros los que decidan por ti, y en esto se enraíza tu capacidad de darle la vuelta a tu vida en el momento en que tú así lo decidas. Así lo siento yo y espero que esta reflexión te sirva.