Vida... buena o mala
La dualidad entre bien o mal, bueno o malo, positivo o negativo para…, ha sido el eje vertebrador de la ética humana, de la comprensión de la Naturaleza y del desarrollo de la ciencia del conocimiento. La necesaria oposición y contradicción que existe entre sentidos y razón, entre experiencias e ideas, entre conocimiento e intuición, es un reflejo de la conciencia que el ser humano en exclusiva -que se sepa- tiene de su existencia. En esencia es un ejemplo de la dualidad con que comprendemos el Mundo, representada por otras como: vida y muerte, día y noche, cielo e infierno, real o imaginario, verdadero o falso. Pero en la vida como estado, como existencia unificada y consciente de cuerpo y mente -alma, espíritu-, las dualidades pierden todo su sentido. Sirven para motivar o condicionar nuestro actuar espaciotemporal, pero no para explicar el hecho de estar vivos.
Las dualidades no son más que clasificaciones de estados. Tampoco son menos. Son indispensables para el desarrollo de la forma de vida humana en el Mundo, pero no sirven para definir la vida humana en sí. Vida y muerte, noche y día, real o imaginario, sólo describen estados de las cosas. Estados de la materia. Seguimos sin tener explicación al por qué del surgimiento de la vida o del significado del paso a la muerte. Sin entender la procedencia de las leyes de la naturaleza que originan la noche y el día. Sin comprender cómo nuestra imaginación construye realidades ni por qué nuestra razón necesita clasificar en ideas la materia tangible en forma de conceptos para incorporarlos a la memoria. Para sobrevivir, decimos. Que es lo mismo que vivir.
Con lo que está bien o mal. Con aquello que es bueno o malo. Nos sucede lo mismo. En toda vida hay momentos, personas, cosas, seres que valoramos como buenos o malos para nosotros. Generalmente los mismos momentos, personas o cosas son valorados como buenos algunas veces y como malos otras. Por otro lado, también es evidente que hay ciertas cosas que son buenas o malas, categóricamente, para según quien. “Esto es bueno o malo para mi vida”. Experimentar la adrenalina, compartir tiempo con los seres queridos, explorar la Naturaleza, viajar… Y hay evidencias categóricas de cómo aprovechar el periodo de consciencia que consideramos vida. “Esto es bueno o malo para la vida”. Cuidar el cuerpo, cultivar la mente, adquirir consciencia emocional, alimentarse e higienizarse con regularidad, atender a la imagen interna y externa personal…
A menudo, nos encontramos diciendo “quiero vivir bien”, “yo vivo bien”, “qué buena vida me doy”, pero también “tengo que cambiar de vida”, “qué mala vida lleva”, “yo no quiero una mala vida”, “qué mala o injusta es la vida” y, la peor de todas, “es una mujer de mala vida”.
Si has leído las frases despacio y haciendo una sucinta reflexión, te habrás dado cuenta de que todas son subjetivas. Todas expresan una opinión o sentimiento respecto a cómo desarrollo mi vida o a cómo desarrollan los demás la suya.
La vida, como existencia humana consciente puede ser sentida como maravillosa, tormentosa o como cada persona lo sienta. Cada persona siente -o debe sentir- que puede llevar su vida al lugar, al estado emocional o al estadio mental que se proponga.
Pero la vida como existencia universal, se vive sí o sí. Lo otro es la muerte, que es el nombre que le damos al estado de la existencia “sin vida consciente”. Dentro de la existencia universal, estamos aquí (espacio y tiempo) “con vida”.
Esta es la dualidad fundamental que debemos considerar y superar para desarrollar un nuevo arte de convivir:
Vida como existencia personal
y
Vida como existencia universal.
Vivamos. Ni bien ni mal. Sino bien y mal.
Vivamos. Por aquello que nos importa. Y por aquello que es importante, aunque no nos importe.
Vivamos. Que es algo más que dejar correr el reloj o analizar críticamente la actitud o productividad que le damos a nuestra existencia mientras se mueven sus agujas.