Viviendo la cuarentena en familia
Llevamos un mes largo de estar en cuarentena en familia. Nos reunimos en la casa de mi mamá, con mi hermano, su esposa y mis dos sobrinos de 7 y 5 años. Esta experiencia ha sido un reto para todos. Hemos tenido que reconocer la gran resistencia que tenemos al cambio y aceptar la incertidumbre, ya no desde un lugar racional, sino desde la ruptura de la rutina misma.
Más allá de las tareas caseras y actividades diarias de la cuarentena, quisiera contar mi experiencia de tía, hija, hermana, cuñada, amiga, empleada y emprendedora 24/7. Aún con la posibilidad de un trabajo en casa, las cosas han cambiado cuando se suma a la ecuación una familia completa con niños. Los adultos, pensamos, tenemos la habilidad de adaptarnos, comunicarnos y acomodarnos cuando es necesario. Sin embargo, la rutina de los niños, que en parte busca darles estructura de tiempo y espacio, se ha visto totalmente trastocada y ahora está en nuestras manos, que no somos pedagogos, dárselas.
Emociones encontradas
Durante las primeras semanas de la cuarentena en familia, mi atención en el trabajo colapsó, lo que antes hacía en un día ahora me tomaba dos. Me sentí frustrada y a la vez abrumada de no poder estar más presente para los otros, quería ayudar en lo que fuera necesario para que mi mamá no tuviera que hacerse cargo de todo. Además, quería jugar, dibujar y leer con mis sobrinos.
El tiempo nos fue organizando, pasaron los días, y fueron surgiendo acuerdos para repartirnos las tareas e involucrar a mis sobrinos en ellas. Algunas tareas han sido ayudar a lavar los platos, barrer, tender las camas, doblar la ropa, ayudar a cocinar. Estas pequeñas acciones nos han permitido replantear lo que creíamos era pasar tiempo en familia.
En este caso particular, mi cuñada ahora es profesora casi que en simultánea y mis sobrinos han sido nuestros pequeños maestros en estos tiempos de incertidumbre. Al inicio, pensábamos que serían unos días, que esto pasaría, como otras tantas experiencias que las familias sobrellevan juntas. Después de cuatro semanas, donde los días parecen perder sus nombres y nos sentimos en la repetición del mismo de manera prolongada, hemos descubierto entre todos la importancia de trabajar en equipo, de conocernos, de observar y preguntar. De ayudar y de dar ejemplo con nuestras acciones. En otras palabras, de volver obvio lo que hemos dado por hecho en la vida. De sacarle tiempo a lo que nos encanta hacer pero que solemos posponer.
Ahora hemos logrado crear nuevas rutinas como jugar en las noches después de comer (ya vamos por el cuarto rompecabezas). De tener la casa patas arriba porque ahora utilizamos los espacios, hemos aprendido a habitar cada rincón. Sembramos, cosechamos, escuchamos el canto de los pájaros, hemos aprendido a moderar la voz, a estar en silencio, a esperar.
Tomar conciencia
En este nuevo ambiente están creciendo mis sobrinos y nuestra familia. Entre clases y juegos, entre ayudar y divertirnos, cada uno a encontrado su rol en la familia, su importancia y las cosas en las que necesita trabajar. Estamos en un momento de crecimiento interior, de reconocer qué necesitamos realmente para vivir y cómo podemos ayudar a otros. A tomar conciencia de nuestras acciones y el impacto de ellas en la vida de los otros. Estar guardados en casa mientras esto pasa no es fácil y estamos en esto juntos.
Hemos aprendido que con pequeñas acciones de lectura compartida, de dibujar a partir de sus juegos favoritos, o de preguntarles qué quieren hacer cuando no hay nada planeado y les damos tiempo para pensarlo, ellos han ido descubriendo sus talentos y aficiones. Nos han enseñado que la incertidumbre hace parte de nuestra vida, sin saberlo. Nos han mostrado la importancia de conectar todo lo que hacemos con el juego, el humor y la improvisación.
Esta semana hemos hecho un teatro de sombras, el plan original era para contar una historia, con una serie de animales dibujados por ellos que serían los protagonistas. Cuatro días después, vamos por la tercera representación de cuentos que se inventan durante el día, inspirados en sus juegos y que ensayamos por las noches. Cada presentación dura cinco minutos, el trabajo detrás de cada una son horas. ¿Qué están aprendiendo? Qué todo tiene un proceso, hasta contar cuentos en público necesita ensayo, error, diversión, nervios, y sobre todo originalidad. ¿Acaso no es así la vida?
Jugar hace la diferencia
La creatividad ha invadido nuestra rutina, pide su lugar desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Esta cuarentena nos ha dado espacio para recordar nuestra infancia, desempolvar juegos, contar historias de nuestra familia, e incluso pensar cómo aprendimos a sumar, restar, escribir y leer.
Esta experiencia le ha dado un giro a mis rutinas, y a lo que alguna vez creí que controlaba: mi tiempo. Me ha dado una gran lección frente a la resistencia que he tenido y la importancia de ser más flexible. Estar con niños requiere mayor conciencia del ejemplo que les damos, de acompañarlos con disposición, de reconocer que no hay que saberlo todo y de invitarlos a participar en todo lo que hacemos. De aceptar la incertidumbre en familia.
Attorney en Leqüity Abogados
4 añosGracias por compartir. Me ha encantado.